Baham
Ya habían pasado dos meses desde que Baham había decidido alejarse de Selien. Él intentó varias veces acercarse a ella, pero ella lo evitaba cada vez que podía.
Era inútil, ¿De qué serviría hablar con él? Eso no cambiaría nada. No cambiaría sus sentimientos hacía él.
¿Qué tenía ella de especial? Baham se moría de celos cada vez que Selien hablaba sobre Helia durante horas. Se moría de celos por la forma en que él la miraba cada atardecer. ¿Por qué no puede hablar de mí de la misma manera?, ¿Por qué no me mira de la misma manera?
Helia era todo lo que Baham nunca podría ser. Helia era querida, Baham era ignorada. Helia era hermosa, Baham nunca tendría tal belleza. Helia tenía el corazón de Selien, Baham nunca lo tendría.
Aun recordaba cuando lo vio por primera vez. Él había llegado hacia ellas, las Estrellas, para hablar antes de que llegara la noche. Ella aún estaba durmiendo cuando sintió la voz de Selien. Para alguien tan importante, como el dios de la Luna, le resultó tierna su timidez. En cuanto escuchó lo que le decían sus hermanos, Baham intervino.
- Como si fuera divertido tener que verte la cara toda la noche… - murmuró Sirio, causando risas. De todos sus hermanos, él era el peor.
- Déjenlo tranquilo, está nervioso. Dudo que ustedes no lo estén también, todos somos nuevos en esto – dijo ella.
- Gracias.
- De nada, a diferencia de mis hermanas y hermanos, yo soy más agradable. Vamos, vayamos a otra parte a despejarnos para preparar la noche.
Fueron a pasear por el universo. Aún faltaban unas tres horas para el atardecer y Baham, al igual que Selien, estaba nerviosa. Se preguntaba qué dirían los mortales sobre ella. En cuanto Selien empezó a hablar, ella salió de sus pensamientos.
- Gracias.
- Eso ya me lo dijiste – le respondió Baham.
- ¿En serio? Disculpa, es que estoy muy nervioso.
- ¿Te pongo nervioso? – preguntó Baham, divertida por el sonrojo en las mejillas de Selien.
- No, no me refería a eso, yo… estoy nervioso por lo que podrían decir los humanos de nosotros. De mí.
- Creo que todos los estamos, incluso los insoportables de mis hermanos y hermanas. Fingen desinterés, pero sé que, en el fondo, están muertos de miedo.
- ¿Y tú no tienes miedo?
- Es más fácil seguir su ejemplo, fingir. Si finjo estar bien, nadie me molestará. No me harán preguntas y me dejarán tranquila. Es más fácil usar la máscara de la indiferencia antes que demostrar mis sentimientos.
- Debe ser difícil vivir así. Yo no podría, no soy bueno ocultando mis sentimientos. Mientras más lo intento, más quedo como un tonto frente a todos.
Eso era obvio. Selien expresaba demasiado sus emociones y por eso muchas veces las otras Estrellas se burlaban de él. Lo veían como alguien débil, alguien manipulable.
- Tranquilo, con el tiempo te volverás un experto en el arte de fingir.
Siguieron hablando durante las siguientes horas hasta que llegó el momento en que Selien debía subir a su carro lunar. Ambos fueron al Palacio de la Luna, pero Selien seguía muy nervioso.
- Selien, escúchame. Estarás estupendo y todos en la Tierra hablarán de cómo te luciste esta noche – dijo Baham mientras sujetaba a Selien de los hombros.
- ¿Y si no es así?
- Entonces confirmaremos que los humanos son unos estúpidos. Ahora, súbete a tu carro. Yo iré con las otras Estrellas y esperaremos a que empiece el atardecer. Faltan veinte minutos, apresúrate.
Mientras Baham se iba del palacio, no podía evitar que su corazón latiera con fuerza. ¿Y si Selien tiene razón? Caminó sin rumbo hasta que decidió ubicarse cerca de la Luna y lejos de Sirio.
Pronto llegó Selien en su carro lunar, arrastrado por pegasos negros. Se había cambiado de ropa. Había optado por una túnica negra y gris brillante. Había peinado su cabello y ahora portaba una corona de laureles dorada. Había maquillado sus ojos con sombra blanca, casi imperceptible, salvo por los brillos que poseía. Se veía deslumbrante.
En cuanto llegó a su puesto, él le sonrió. Baham no supo explicar el sonrojo inminente de sus mejillas así que hablo rápidamente para que no fuera tan obvio.
- Justo a tiempo. ¿Estás listo?
- Eso creo.
Y entonces inició el primer atardecer desde la Creación. El Sol era radiante. Todo fue tan hermoso, había que reconocerlo. En el momento en que Baham se volteó para ver a Selien, su ilusión se hizo pedazos. Ahí estaba él, viendo a Helia. La miraba como si fuera lo más bello del mundo, lo cual probablemente era verdad, ya que Helia es el Sol.
El solo recuerdo de aquel atardecer, rompía el corazón de Baham.
Sus hermanos tenían razón, ella es solo una Estrella.