Selien
- ¡Baham! — exclamó Selien mientras intentaba mantener a su amiga en pie. — ¿Qué te pasó?
La pregunta quedó en el aire, y su respuesta sin definir. Baham había cerrado sus ojos sin la intención de abrirlos.
Selien la acomodó cuidadosamente en su cama.
- Iré a la cocina a buscar el botiquín de primeros auxilios — anunció. — Por favor, quédate aquí, ¿Está bien?
Le pareció ver una pequeña sonrisa en el rostro de Baham.
Soy un idiota, ella ni siquiera puede moverse.
El botiquín de primeros auxilios solía estar en las gavetas de la cocina debido a la cercanía de esta con los jardines en donde Selien practicaba con el arco y flecha. Cuando lo encontró, regresó rápidamente con Baham.
- Baham, ya tengo el botiquín conmigo y traje compresas frías para tu ojo — le explicó. — Empezaré vendando los rasguños en tus hombros, ¿Puedo?
- Está bien — respondió ella en un murmullo mientras hacía un mohín por el contacto de la compresa fría en su piel.
Selien desprendió pequeños retazos de vendas. Hizo las curaciones en profundo silencio, solo interrumpido por las quejas de Baham.
- Peleaste con tus hermanas, ¿Cierto? — le preguntó mientras terminaba el vendaje en el área del cuello. Pronto, advirtió una herida en su cabeza. — Baham, ¿Te duele mucho aquí?
En el momento en que sus dedos hicieron contacto con la contusión, Baham casi suelta un alarido.
- ¿La sangre no lo hace obvio? — preguntó molesta.
- ¡Lo siento! – se apresuró a decir. — Necesito que te sientes un momento para vedarte esa herida. Si no lo hago se podría infectar.
Selien temía que el esfuerzo de sentarse fuese demasiado para ella, pero ya no estaba tan pálida como en cuando llegó. De todas manera, le tendió una mano para acomodarse mejor.
- Tal vez te va a doler un poco — le advirtió mientras desinfectaba el vendaje con el que trataría la herida.
- Exageras — dijo ella.
Baham siempre ha sido del tipo de personas que se hacen las fuertes frente a los demás, y, pese a la despreocupación en su voz, Selien de todas formas notó su dolor.
- No tienes que fingir que no te duele — aclaró él. — ¿Quién te hizo esto?
- Tuve una pelea con Alya y Amaltea.
- ¿Quién ganó?
- ¿Quién crees? — preguntó ella señalando sus vendajes. — De todas maneras, valió la pena.
- ¿Por qué dices eso?
- Si tan solo hubieses visto la cara de Alya cuando arruiné su perfecto cabello. O la cara de Amaltea cuando le mordí el brazo — dijo ella provocando risas en ambos.
Por un instante, volvieron a ser los de siempre, y Selien sintió un peso menos sobre sus hombros. Pero cuando las risas cesaron, ambos parecieron recordar su situación.
- Mis hermanas me echaron de casa — anunció Baham.
Tal vez haya sido la actitud directa de Baham al pronunciar aquellas palabras o tal vez no, pero Selien no supo cómo responderle. Luego, recordó la propuesta que le había hecho a su amiga semanas atrás.
- Si quieres, puedes vivir aquí. Conmigo.
- Selien, no creo que sea buena idea…
- Sabes que aquí no vive nadie más que yo, en el palacio hay espacio de sobra.
- ¿Y si Universo se entera? Mi lugar no está aquí.
- Le explicaré la situación. Encontraremos una solución.
Selien observó el rostro de Baham. Estaba tenso, no se veía muy convencida. Pasaron varios segundos hasta que se decidió.
- No tengo opción, ¿Verdad? — preguntó con voz rendida. — Esta bien.
Sino hubiese sido por el estado de Baham, Selien la hubiera abrazado. En cambio, tomo su mano entre las suyas y la estrechó.
- Dormirás aquí, no quiero que te esfuerces. Yo lo haré en el sofá para poder monitorearte, ¿Ok? — dijo él mientras se incorporaba. — Cuando llegue la noche, iré a mi turno, pero tú te quedarás aquí hasta que te recuperes. Iré a preparar una habitación para ti.
- ¿Es necesario, Selien? — preguntó ella. — Puedo usar una de las habitaciones de abajo. Sabes que odio tener que subir las escaleras.
- Esas habitaciones son demasiado viejas y pequeñas para ti. Si vas a vivir aquí, quiero que tengas tu propio espacio y que estés cómoda. Puedes escoger entre una de las habitaciones de este piso.
- No quiero causarte molestias.
- Baham, no eres ninguna molestia — le aseguró. — Ahora, descansa. Yo estaré aquí.
Cerró las cortinas para evitar el paso de la luz a la habitación y se aproximó al sofá con un par de almohadones y mantas. Baham observaba cada uno de sus movimientos con cara de culpa y duda.
- Descansa, Baham — le dijo mientras cerraba sus ojos.
- Descansa, Selien — respondió ella. — Gracias…