Tres días. Solo faltan tres días.
Selien no podía pensar en otra cosa, salvo en el baile y en aquel libro extraño que encontró en la biblioteca de su palacio, días atrás. Había intentado de todo por traducirlo, mas sus esfuerzos parecían no dar resultados. Sin embargo, no podía rendirse. Tenía el presentimiento de que aquel libro era la clave para poder asistir al palacio de Helia.
- ¿Estás seguro de que quieres seguir con esto? — preguntó Baham a su lado. Ya había amanecido, por lo que debían volver al Palacio de la Luna. — Aún puedes arrepentirte…
Él no le respondió, estaba cansado de la misma pregunta.
Siguieron caminando hasta llegar a las puertas del palacio. Una vez dentro, Selien se quitó el abrigo y se dirigió a las escaleras, mas, se detuvo al notar que Baham se había quedado atrás.
- ¿Acaso no ves que trato de advertirte? — masculló.
- ¿Qué?
- ¿Acaso no ves que trato de advertirte? — repitió, esta vez más fuerte.
- ¿Ya no quieres ayudarme?
- ¡Quiero ayudarte a abrir los ojos! ¡Creí que, si te ayudaba a encontrar esas dichosas hojas, al ver que no podías traducirlas, desistirías de todo esto!
Selien estaba por responder cuando, de pronto, alguien llamó desde el otro lado de las puertas.
- Sus gritos se escuchan desde afuera — habló Ceres, una vez llegó al recibidor. — ¿Interrumpo algo?
- Ceres — saludó Selien, con una sonrisa de alivio en su rostro. — Me alegra verte.
- Decidí venir a ver que tal van las cosas por aquí — explicó ella. — Hola, Baham.
- Hola.
Ceres avanzó hacia los sillones del recibidor y se dejó caer en ellos. Luego, miró a Selien y a Baham, seriamente.
- ¿Qué esperan para sentarse y explicarme el motivo de su discusión? — preguntó. — Soy toda oídos.
A regañadientes, la Estrella se sentó junto a Ceres. Selien decidió guardar distancia en otro sillón.
- Baham ya lo sabe todo — afirmó.
Ceres se volteó hacia ella con expresión de asombro.
- Está de nuestro lado — siguió Selien. — O eso parece.
- ¿A qué te refieres con eso?
Selien no respondió. En cambio, se limitó a mirar a Baham, esperando a que ella misma diese una respuesta.
- Lo que están haciendo es una locura — respondió la Estrella, finalmente. — Nunca debí ayudarte a buscar esas dichosas hojas…
- ¿De qué hojas estás hablando? — preguntó la diosa.
Baham miró a Selien con el ceño fruncido.
- ¿Me van a explicar o van a seguir con su jueguito de miradas? — preguntó Ceres, impaciente.
- Resulta que el testarudo de Selien lleva días y noches enteras buscando alguna forma de traducir un viejo libro el cual él cree que puede serle de ayuda — explicó Baham. — Pero es inútil, y lo sabe. Si no lo logró antes, tampoco lo hará ahora que falta tan poco tiempo para el baile.
Pronto, el silencio se apoderó de la habitación. Ninguno dijo nada por unos buenos minutos. Ceres parecía estar procesando toda aquella información mientras que Selien y Baham se evitaban las miradas.
- Muéstrenme el libro — dijo la diosa cortando el silencio.
Ambos la observaron confusos antes de reaccionar, pero hicieron lo que ella les pidió. Se encaminaron hacia la biblioteca del segundo piso.
Una vez allí, Selien dejó a sus amigas esperando junto a unas mesas mientras él se dirigía hacia el fondo de la habitación, en busca del viejo libro.
- Vaya, Selien… — suspiró Ceres, mientras se paseaba por las estanterías y hojeaba un par de libros. — ¡Este lugar es hermoso!
- No sabía que a ti también te gustase leer — dijo él, ya con el viejo libro en sus manos.
- En mi palacio no tenemos bibliotecas — explicó la diosa. — Los únicos libros que hay son libretas que yo misma he escrito, sobre jardinería y el registro de las últimas cosechas.
- Pues, si lo deseas, puedes venir aquí y llevarte cuantos quieras. Siempre y cuando no dejes mi biblioteca vacía.
La diosa le dedicó una sonrisa para luego sentarse junto a Baham.
- Entonces, — se inclinó sobre la mesa. — ¿Qué esperan para mostrarme el dichoso libro?
Selien se lo entregó. Ceres estuvo bastante tiempo con él entre sus manos. Examinó su cubierta y luego su contenido, página tras página. Su ceño pronto se fue frunciendo.
- Tienes que estar bromeando… — masculló la diosa.
- No te molestes en entenderlo — le aconsejó Selien. — Es inútil…
Ella levantó la vista del libro y los miró fijamente.
- ¿Me están diciendo que no saben lo que dice? — preguntó, incrédula.
- ¿Acaso tu si? — inquirió Baham.
La diosa tardó bastante tiempo antes de contestar.
- Así es.
¿Qué?
Selien no podía entenderlo, y por lo visto, Baham tampoco.
- ¿Cómo? — preguntaron a la vez.
- Digo, las hojas están algo gastadas, pero aun así puedo entender lo que dice. ¿Ustedes no?
Ambos negaron con la cabeza. Selien se sentó rápidamente junto a Ceres.
- Ceres, ¿Estás segura? — le preguntó, mirándola a los ojos en busca de cualquier indicio de vacilación.
- ¿Dudas de mí?
- Por supuesto que no — se apresuró a responder. — Es solo que… no lo entiendo.
Ceres volvió la vista al viejo libro.
- El libro se llama “La magia del Todo”. Las primeras hojas no son muy relevantes, por el contrario de las que fueron arrancadas. Contienen hechizos, pociones y ese tipo de cosas. Pero…
- ¿Pero qué? — preguntó Baham.
- Pero también se habla de teorías sobre la Creación y todo lo que sucedió antes de que nosotros llegásemos. Pero no está completo.
- ¿No?
- Hay párrafos enteros manchados de tinta, otras partes están quemadas — explicó la diosa. — Pero he aquí algo interesante…
Ceres extendió una par de hojas sobre la mesa.
- Aquí se menciona cierto lugar — dijo. — Algo así como una fortaleza o palacio. Incluso tal vez una prisión. En aquel lugar habita un dios cuyo nombre ha sido borrado, olvidado en el tiempo. Al parecer tiene un alto conocimiento en la magia ya que se destaca el hecho de que solo él puede hacer éstas pociones y hechizos.