—¿Está segura de que vaya yo, presidenta? —preguntó Kai intentando que no le temblara la voz ante la orden directa de su comandante en jefe.
—¿Acaso está rechazando una orden directa de su presidenta, teniente? —esbozó Hardyan sin la menor pizca de enfado o molestia en su voz.
—¡No!, claro que no... —contestó alarmado, intentando aparentar tranquilidad—. Es que me sorprende que quiera darle una misión tan importante a alguien como yo.
—¿Alguien como usted? —preguntó Hardyan como si acabara de oír un chiste de lo más gracioso—. Precisamente quiero asignarle esta misión porque sé que puedo confiar en usted.
Kai no respondió. Como presidenta de la CSE, Hardyan tenía bajo su control a todo el ejército. Podía mandar a cualquiera. Diablos. Si quería, podía invadir el sector Unhru con miles de millones de marines o con la División Zeus, la más famosa y poderosa del ejército.
—Su expediente habla por sí mismo, teniente Reed —explicó la presidenta Hardyan apoyando ambos codos en su mesa para luego entrelazar los dedos de ambas manos—. Graduado con honores en la academia lunar. Más de veinte menciones meritorias en sus evaluaciones de la academia, dos medallas al valor y una mención de servicios meritorios... —enumeró entornando los ojos ligeramente al ver su expresión compungida al mencionar la última condecoración—. Ha servido con honor y distinción en todos los puestos donde ha sido asignado, incluyendo las fuerzas especiales. Considero que es uno de nuestros oficiales jóvenes más prometedores fuera de la División Zeus...
—Pero mi expediente... —comenzó a replicar Kai sin fiarse de su propia voz.
—Me trae sin cuidado que sus padres fuesen los oficiales al mando de la flota enviada a Devaron, o lo ocurrido después de Khassius Lhan —sentenció Hardyan muy seria—. Lo quiero a usted esta misión.
Él no contestó de inmediato en un intento por buscar las palabras correctas. Ocho años antes, el gobierno había lanzado la primera misión de exploración intergaláctica enviando una flota de quince millones de tripulantes a una galaxia clasificada como Devaron. Aunque el lanzamiento inaugural transcurrió sin incidentes, la flota se había esfumado sin dejar rastro a poca distancia de la galaxia Devaron. Los padres de Kai, Janus y Sabine Reed, eran dos de los oficiales al mando. Decir que el escándalo había sido mayúsculo sería el eufemismo del milenio. Ocho años después, las causas de la desaparición de la flota seguían sin esclarecerse. Quince millones de personas se habían esfumado como si de fantasmas se tratara. Quince millones de personas bajo mando directo de sus padres.
—A pesar de lo que digan los medios sensacionalistas, el gobierno no considera que sus padres fueran los responsables de la desaparición de la flota Alpha —añadió Hardyan—. Considero que es usted un oficial muy capaz y creo que en la larga carrera que le aguarda. Le dará a la CSE sobrados motivos para estar orgullosa de usted. Los hijos no tienen por qué ser castigados por los sucesos en torno a sus padres —finalizó solemne, observándolo con expresión tranquila y amable.
Él permaneció en silencio, agradecido por las palabras de la presidenta. En más de una ocasión, familiares y amigos de los tripulantes de la flota desaparecida lo habían increpado con vehemencia. Tanto a él como a su hermana gemela, Catherine.
—¿Acepta la misión, teniente Reed? —preguntó la presidenta Hardyan—. Si lo hace, dispondrá de toda una flota de combate como refuerzo. Solo tendrá que apretar el botón de pánico y vendrán a ayudarlo.
Tras tomar una decisión, se levantó y realizó un rápido saludo militar, poniéndose rígido. Tras lo ocurrido después de Khassius Lhan, se lo debía.
—Sí, señora. Acepto la misión.
Al mismo tiempo, la mente maestra detrás de la conspiración esbozó una larga sonrisa cruel mientras observaba la conversación gracias a las cámaras ocultas instaladas dentro del despacho de la presidenta Hardyan.
—Ha aceptado la misión como usted dijo, director Lecter —murmuró una figura femenina envuelta en sombras, situada justo detrás de la persona que miraba una proyección holográfica de Kai y Hardyan dándose la mano.
—Naturalmente, Shadow Dragon —contestó Lecter sonriendo divertido—. Nuestro querido teniente jamás dejaría pasar la oportunidad de ser un héroe.
La mujer a la que Lecter se había referido como Shadow Dragon no contestó. Observaba la imagen de Kai con expresión inescrutable, cubierta por las sombras de la habitación.
—No... —murmuró finalmente Shadow Dragon sin apartar la vista del oficial—. Por supuesto que no...