En el interior del acorazado civil reinaba un silencio incómodo, casi sepulcral.
Inquieto por la falta de datos sobre la nave, Kai se desplazó con cuidado a través de los pasillos usando los propulsores de su espalda. No se atrevía a encender los generadores de gravedad. Dadas las circunstancias, cualquier sistema podría estar saboteado. Desconocía el estado de Ilena y tenía serias dudas de poder llevarla a la lanzadera y huir si por accidente provocaba una sobrecarga catastrófica.
—Señor, Paladín está usando sus propulsores para trasladarse. No parece querer encender ningún sistema —anunció uno de los técnicos de la sala desde donde Lecter podía vigilar todo lo que sucedía en el sector Unhru—. Tiempo estimado de llegada hasta punto de encuentro, diez minutos.
—Desde luego, es listo el muchacho —masculló Lecter en un susurro con la vista fija en su propio terminal, siguiendo de cerca los progresos de Kai—. Alpha-6 y Alpha-5, quiero una recepción con las luces apagadas en el punto de reunión —añadió tras contactar con varios de los equipos bajo el mando de Iris Negro.
Era hora de comprobar de qué era capaz el nieto del almirante Arthur Reed.
—Admiro su afición a volar, señor Reed —confesó Lecter tecleando varias órdenes en su terminal—, pero me temo que deberá hacer a pie el resto del camino... —añadió con crueldad antes de pulsar un botón.
Un instante después, el reactor principal del acorazado empezó a funcionar, activándose de nuevo las luces y los generadores de gravedad.
—¡¿Pero qué?! —exclamó Kai sorprendido al ver que los propulsores de su espalda dejaban de funcionar de repente y caía de bruces al suelo.
¿La nave había detectado su presencia, activando los sistemas de forma automática? Las naves militares de la CSE disponían de un módulo para activarse en presencia de un miembro del ejército. Si ese factor se aplicaba en este caso, significaba que la CSE Ehla era una nave de uso militar sin presencia en los registros oficiales.
Le inquietaba el hecho de perder los propulsores de su espalda. Antes de avanzar más, activó su dhome para realizar un diagnóstico.
Arqueó una ceja al ver el resultado en el HUD de su casco:
DETECTADA RADIACIÓN RESIDUAL DESCONOCIDA
¿De dónde provenía esa radiación? Sin pensarlo dos veces, activó un segundo rastreo para buscar la procedencia.
PUNTO DE ORIGEN: SECCIÓN DE INGENIERÍA
¿Debía ir a comprobar el origen de esa radiación? Según los instrumentos de su traje, no era demasiada, pero sí la suficiente para activar los mecanismos de seguridad. Un vistazo a su posición dentro de la nave terminó de decidirlo. Con más de siete kilómetros entre él y la sección de ingeniería, perdería un tiempo muy valioso.
Lo mejor sería ir a por Ilena y largarse lo antes posible.
Pero por si acaso...
—Vamos, bonita, rastrea —esbozó Kai pulsando un botón de su muñequera electrónica, desplegando un diminuto dron equipado con un escáner y un radar de última generación—. Ve a ingeniería. Analízalo todo y vuelve.
El dispositivo, denominado Spy Ghost o SG, era una de las joyas de nanotecnología de uso militar. Equipado con procesos de camuflaje, tanto electrónico como convencional, lo último en sistemas de radar y escáneres, los drones de vigilancia Spy Ghost eran utilizados por todos los cuerpos militares de la CSE. Se rumoreaba que también por los medios de comunicación. Por razones de seguridad, solo las fuerzas militares contaban con drones de vigilancia equipados con tecnología de desfase. Debido a sus aplicaciones, su uso estaba seriamente regulado y vigilado por el gobierno. Un hecho que no había impedido a periodistas sin escrúpulos intentar hacerse con ese avance sin importar el modo ni el precio.
Al llegar a una de las compuertas de acceso al hangar donde se encontraba Ilena, Kai se detuvo un momento para recuperar el aliento y realizar una última comprobación a sus armas.
Todo parecía correcto.
Finalmente, pulsó el botón de apertura de la compuerta.