Athrathrao

IV. Nueva muerte.

La mañana era fresca, ideal para realizar deportes al aire libre. Y bien lo sabían los jóvenes atletas de la ciudad que acostumbraban a correr largas distancias. Los pajarillos cantaban entre el silencio del bosque. Las ramas de los árboles se mecían con la suave brisa matutina y Dylan, con los audífonos puestos, recorría una ruta diferente a la que acostumbraba, esperando subir el nivel de dificultad de su carrera preparándose para una maratón próxima a competir. Recordaba los parajes a recorrer ya que eran famosos entre los jóvenes adolescentes, principalmente por ser un lugar de encuentro en donde “compartían”, experiencias, anécdotas, y una que otra sustancia ilícita. En su época de juventud, aunque no pasa de los 30 en la actualidad, Dylan también visitaba esos lugares, por ende, conocía muy cada uno de los recovecos ocultos en aquel bosque.

Corría manteniendo el ritmo, sin bajar la velocidad, mientras pensaba en las muchas de veces que antes había estado allí, y cuanta cosa extraña le había puesto a su cuerpo. Lanzó una risa burlesca, sintiéndose avejentado y moviendo su cabeza de un lado al otro, abandonó todo pensamiento y se enfocó en seguir su marcha. Estaba concentrado en mantener su ritmo a pesar de las dificultades del camino cuando un aullido lo alertó. Se detuvo bruscamente, mirando a sus alrededores, sacó sus audífonos para percibir mejor cualquier ruido extraño y nuevamente un aullido lo sobresaltó.

-¿Lobos?- pensó.-Imposible, aquí no hay lobos. Debe ser algún perro herido.- se dijo.

Su instinto animalista, lo llevó a seguir el lamento del perro que aullaba desconsolado. Cerca de donde se encontraba, en uno de los tantos recovecos populares entre los jóvenes, se encontraba un perro negro en evidente estado de desnutrición.

-Pobre perrito.- dijo, sacando una barra de cereal del bolsillo y dándosela.- ¿te abandonaron aquí, amiguito?- añadió acariciando a su amigo peludo.

El perro corrió entre los árboles, mientras Dylan lo seguía a toda velocidad, hasta llegar a un gran árbol, donde el animal se detuvo y olfateo algo en el suelo. El joven atleta se acercó cauteloso, observando como unos ropajes yacían sobre un mantón de hojas secas y ramas quebradas.

-¿Ropa?- pensó, tomando una rama y alzándola con cuidado.

Sus ojos se abrieron de par en par al ver lo que yacía bajo estas, el terror se apoderó de su ser haciéndole retroceder desesperado. El shock que aquella imagen provocó en su mente, lo hizo correr desesperado, buscando la salida más cercana a la carretera. Los golpes recibidos con ramas y arbustos le habían provocado algunos rasmillones en brazos y piernas, pero eso a él no le importó, solo quería escapar.

Una vez en la carretera, agotado por la carrera a toda velocidad, se dejó caer sobre el frio pavimento, rogando al cielo que pasara algún vehículo para liberarlo de aquel terror.  Lo que había visto era inexplicable, y más aún cuando jamás antes había visto algún cadáver. Al cabo de unos minutos logró divisar un vehículo a lo lejos. Se puso de pie en medio del camino, dando saltos y moviendo las manos, intentaba alertas a los pasajeros, esperando que se detuvieran. Cuando ya estuvo relativamente cerca, Dylan comenzó a dar gritos desesperados, por lo que el vehículo se detuvo tan pronto se encontraba frente a él.

El conductor bajo la ventanilla, mientras Dylan gritaba desesperado que algo había en el bosque.

-Tranquilo, amigo. No logro entenderte.-dijo el conductor intentando calmar al joven atleta.

-Hay…hay algo. Ahí hay algo. –mencionaba Dylan indicando el bosque.

-¿De qué hablas? ¿Puedes calmarte?

-Hay alguien….

-¿Qué? No te entiendo.- insistía el conductor perdiendo la paciencia.

-Hay un cadáver… un muerto. –grita Dylan desesperado y temblando.

El conductor guardó silencio, lo miró a los ojos y haciéndole una seña le indicó que subiera al vehículo. Dylan temblaba de pies a cabeza, y sin oponerse se subió tocándose la cabeza con ambas manos.

-¿Tienes algo que ver en esto?- pregunto el sujeto, mientras mantenía la vista en el camino.

-No.- gritó Dylan. –No sé qué es. Pero si sé que antes era una persona.

Ambos se encaminaron en dirección a la policía. Una vez allí, el sujeto bajó tranquilamente y caminó hacia la puerta de su copiloto que se encontraba en evidente estado de shock, balbuceando algunas palabras incomprensibles a simple vista.

-Vamos amigo.-dijo abriendo la puerta del auto-Debemos dar aviso a la policía.

Dylan colocó sus manos en la cabeza, moviéndose con nerviosismo. El sujeto a su lado intentó tranquilizarlo dando unos suaves golpecitos en la espalda. Dylan respiro hondo, calmando sus nervios, asintió con la mirada y se dispuso a bajar del vehículo. Una vez de pie en la calle, susurraba “estaba seco, estaba seco", mientras avanzaba a duras penas hacia la entrada de la estación de policías.

Loren participaba de una amena conversación con su compañero, comentando lo extraño que había sido la situación del cadáver del supuesto joven, aunque más bien parecía un anciano. Todos mencionaban diversas ideas sobre la situación, sin embargo a Loren nada de aquello le cuadraba, a pesar de las muchas experiencias vividas aquello no se parecía a nada visto.

El sujeto entró a la estación casi empujando a Dylan, quien aún no lograba controlar su estado de nerviosismo y terror. Lo acompaño hasta la sala de espera y lo dejó allí sentado, mientras él iba en busca de algún policía que le tomara la declaración.

-Buenos días.- dijo acercándose al mesón.- Necesito reportar un cadáver.

Los policías que se encontraban cerca se voltearon inmediatamente al escuchar la palabra cadáver, siendo la misma Loren la que se acercó para tomar la declaración del sujeto.

-¿Un cadáver?- preguntó asombrada, no habían pasado ni siquiera cinco días desde la muerte de aquel joven en su casa y ya había otro. -¿Usted está seguro de eso?- insistió.




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