Atracción Destructiva

Capítulo diecinueve

Skyler:

El crujido seguía oyéndose pero con un tono más apagado. 

Me armé de valor y di un par de pasos, quería hacerme la valiente, pero en realidad estaba cagada del miedo. Sí, había posibilidad de que uno de mis hermanos fuese el que hacía sonidos en mitad de la noche, pero, como no tenía la certeza suficiente, había un poquito de temor en mi cuerpo. Además, mi cabeza no dejaba de pensar que podía estar el espíritu de alguna muchacha muerta y vestida de blanco, y aunque sonaba como una estupidez sabía que todos en algún momento pensábamos en ello cuando nos encontrábamos solos en la obscuridad. 

El sonido me condujo hasta el pasillo, y cuando supuse que el ruido provenía de debajo del suelo, pensé en la posibilidad de que hubiesen ratas. Me recosté en el suelo y pegué mi oreja al suelo, donde retumbaban muy despacio aquellas pisadas que, si me lo preguntaban, no creía que fuesen ratas. Esa idea tenía que ser descartada de mi cabeza; habían sido ruidos fuertes que las patitas de esos roedores no podían hacer, a no ser que la casa estuviese infestada. 

Di unos golpes suaves en la madera y me di cuenta de que estaba hueca, lo que me extrañó un poco y me llevó a levantar la alfombra. Cuando lo hice, algo que según la tía no tenía, fue descubierto por mis ojos. El día en que llegué a su casa le pregunté si tenía sótano y me había dicho que no... ¿por qué me había mentido? 

La curiosidad me estaba matando y quería abrir la puerta que no tenía el pestillo puesto. ¿Por qué no tenía el pestillo trabando esa misteriosa entrada? Una persona debía estar ahí abajo y la Skyler curiosa apareció en un lado de mi hombro y me incitó a que bajara a echar un vistazo. Pero, por el otro hombro, la Skyler miedosa y creyente en fantasmas me decía que no hiciera caso. 

Me apoyé de rodillas y, una vez más, me armé de valor y me dispuse a abrir, pero terminé por soltar un pequeño gritito cuando sentí que me tomaron del brazo y me jalaron hacia arriba. 

—No abras eso —me advirtió mi tía. 

Mi corazón se aceleró de igual manera. Primero porque su aparición fue muy repentina, y segundo, por los nervios: estaba bien que fuese como mi hogar, pero mi tía seguía siendo la dueña número uno y yo no tenía el derecho de hurgar en lo que no tenía que interesarme. Si ella me dijo que no había un sótano cuando le pregunté era por algo. 

—Lo siento, es que yo escuché ruidos y me asusté y... 

—No te entrometas en cosas que no son de tu incumbencia. No vuelas a intentar abrir eso —su voz dura me interrumpió y me inquietó a la misma vez. Su semblante estaba serio, preocupado y disgustado a la vez. No había sido capaz de verla así con anterioridad y no me gustaba observarle de esa manera... 

—Pero... ¿por qué? ¿Qué tiene de malo? Sólo quería saber qué pasaba... 

—No te vuelvas a meter en cosas que no te incumben —repitió—. ¿Qué haces despierta?

—Quería tomar agua. 

—En el pasillo no vas a encontrar agua —cuestionó. 

—Ya tomé, fue en ese momento en el que oí ruidos. Sólo quería saber... No era mi intención molestarte, tía, lo siento. 

Y de verdad lo sentía... En cierta parte pensaba que ella exageraba, pero quizás había algo sumamente importante que no se me era permitido ver, y debía respetar eso. Aunque la curiosidad persistiera en mí iba a respetar. 

—Ve a tu cuarto y duérmete, en un rato te tienes que levantar. 

Asentí lentamente mientras la miraba a los ojos. 

—¿Qué son esos ruidos? —pregunté. 

—Ratas —formuló—. Seguramente son ratas. Ahora ve a dormir —repitió, molesta. 

No dije nada más y emprendí un silencioso camino hacia las escaleras y después recorrí el pasillo hasta mi habitación. Me recosté en la cama y miré mis muñecas y el recuerdo de Chase pasó por mi cabeza. 

Maldito loco... 

(...)

—Hola, Skyler —una voz hizo que me sobresaltara y que tirara uno de los libros que llevaba en manos. Arrimé la puerta de mi casillero y vi a Nate: mantenía una sonrisa radiante y su mirada me penetraba. 

—Hola —respondí cuando Nate se agachó a recoger mi libro. 

—¿Cómo has estado?

—Bien. 

No quería hablar con él, quería sacarlo de mi vista sin ser tan grosera. Pero el recuerdo de Chase agarrándome de las muñecas y haciéndome llorar me invadió la mente y me sentí disgusta hasta de Nate, quien no tenía nada que ver, pero a quien metía en la misma bolsa por la locura de su hermano y por lo que Jason me había advertido de ellos.

En la mañana, antes de irme a la escuela tuve que oír a Ryan repetirme una y otra vez que no me quería cerca de Chase, que si él se acercaba yo debía dar media vuelta y dirigirme a otra parte, lejos de él. No pretendía no hacerle caso, había quedado asustada después de las marcas en mi piel y sabía lo que me convenía. Por más que el chico era hermoso y me atraía mucho mantendría una distancia considerable de él. 




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