Capítulo 11: El Shot
KATHLEEN.
La vida puede ser complicada algunas veces, pero no existe mal que por bien no venga. Solo que los Janssen eran un mal que no se adentran en ese contexto.
Mikhail solía deambular por mi cabeza, con esa hermosa sonrisa arrebatadora, esa mirada azulada penetrante y firme, y sobretodo con esos labios húmedos y sexys que si sabían enloquecerme. Sin darme cuenta había caído en ese síndrome que los Janssen solían provocar en las chicas del pueblo, pero a diferencia de otras chicas yo si tenía razones suficientes para caer en su juego, pues más era el tiempo que me la pasaba en la casa de los Janssen que en la mía propia, más era el tiempo en el que Micah Janssen solía acosarme con su mirada voraz, y cabe resaltar que más era el tiempo en el que Mikhail Janssen se pasaba jugando con mi cerebro hasta el punto de confundirme.
¿Cuál es tu juego, Mikhail Janssen?
Suspiro mientras dejo mi abrigo en el perchero, la nieve cae a cántaros afuera de la casa, produciendo ese insoportable frío al cual muchas personas le huyen. Avanzo hasta la cocina guiandome por el exquisito olor de una salsa de tomate casera que solía preparar Jordana para acompañar algunos bocadillos. Jordana levanta su mirada y esboza una sonrisa.
— Buenos días, Kath—me saluda, mientras corta un par de cebollas en trozos diminutos.
— Buenos días, Jor—le sonrío amablemente antes de subir por las escaleras.
El sonido de mis zapatos era lo único que se podía escuchar en cada pisada, la madera del suelo estaba tan pulida que hasta podía verse mi reflejo en él. Doy suaves zancadas hasta llegar a la habitación de Mickey. Toco una vez ya que a el suele irritarle que invadan su privacidad. Toco por segunda vez pero nada sucede, así que soltando un suspiro me decido por volver a la planta de abajo para preguntarle a Jordana si sabía sobre el paradero de ese escuincle del infierno. Sin embargo, no fue necesario, escucho su voz en el pasillo, específicamente detrás de esa puerta blanca con ese afiche que me advierte que no es buena idea entrar, la habitación de el maldito ojizarco.
Me remuevo en mi lugar antes de empezar a atravesar el vestíbulo para tocar su puerta. La Kathleen en mi cabeza se ha levantado de su profundo sueño, ella me observa somnolienta frunciendo su ceño en dirección a la puerta.
Tu puedes, Kathleen. Es solo una puerta. Es solo una habitación. Es solo un chico. Un chico que debería estar prohibido en el país por ser extremadamente caliente.
¿Qué diablos, Kath?
Ignorando la revolución que se había formado en mi estómago, decido estampar mis nudillos contra la puerta. No obtengo respuesta así que toco un par de veces más hasta que la puerta frente a mi se abre con lentitud.
— ¿Eres ciega?
Oh mierda.
Mierda. Mierda. Mierda.
— ¿También eres sorda?—me pregunta mirándome directamente con esos malditos ojos azules.
Me esfuerzo por mantener una postura impasible y serena frente a el aunque mis piernas estuviesen temblando.
— ¿Dónde está, Mickey?—mi voz suena temblorosa y en un bajo tono, aclaro mi garganta y vuelvo a preguntar— ¿Eres sordo?
Una sonrisa sensual aparece en sus perfectos labios de arcilla.
— ¿Dónde está tu hermano, Mikhail?
— ¿Kathleen?—el pequeño escuincle aparece detrás de su hermano con una expresión confusa en su rostro. ¿Por qué estaba confundido?. La única confundida en aquella situación debía ser yo— ¿Qué quieres ahora?
Su tono fue despectivo. Lo ignoro sintiendo la mirada de su hermano sobre mí en todo momento, el no opina al respecto y en su lugar se adentra a su habitación. Mickey continúa apoyado sobre el marco de la puerta con su ceño ligeramente fruncido.
— Pensé que estabas en tu habitación...¿te sientes mejor?
— No te interesa, Kathleen—replica cortante, curvando sus cejas y achicando sus ojos azulados como los de su hermano.
— Entiendo...
— Adiós, Kathleen—murmura antes de cerrar la puerta blanca en mis narices.
Aprieto los dientes adentro de mi boca sintiendo mi cuerpo ligeramente tenso, sin duda me sentía humillada. Un niño menor de diez años me humillaba con tanta facilidad, como si fuera de naturaleza. Ahogo mi frustración dejando que se pierda en algún lugar de mi cabeza.
En definitiva, los Janssen eran tan parecidos que no había excepción en ninguno de los tres hermanos.
...
— ¿Me estás escuchando?—cuestiona Jessica obligandome a concentrarme en sus palabras. Le lanzo una mirada de disculpas debido a que no le había estado prestando atención.
— Me decías que...
— Te decía que Jason me ha invitado a la fiesta que organizará su preparatoria esta noche y no se...pensé que podíamos ir juntas—se encoge de hombros, tocándose la punta de sus dedos.
Jason era el nuevo novio de Jessica. Estudiaba en la única escuela privada del pueblo así que no lo conocíamos, según ella, lo conoció en una fiesta, se acostaron y ahora son novios.
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Editado: 17.11.2021