Capítulo 23: Cherry Girl
MIKHAIL
Desde la llegada de Nox, podía sentir como las cosas estaban cambiando. Estaba haciendo el intento de olvidar la historia que nos unía, esa cruda historia que hizo que me alejara para siempre de Nox cuando éramos más jóvenes. Ella había cambiado con la misma distancia del cielo al infierno, simplemente no era la misma. No lo decía sólo por su frívola, anticuada y apática apariencia que se parecía más a una armadura, sino por su actitud, Nox Proulx no siempre fue la chica en la que se ha convertido.
No es la misma chica de la que me enamoré cuando tenía apenas diez años, era un crío en ese momento, pero creía estar enamorado de ella. Lo sabía, por las emociones que desataba en mí.
Ella siempre había sido ruda, sabía que me quería a su manera, nada me importó entonces, sólo quería estar con ella. El tiempo transcurrió, los dos fuimos creciendo al igual que nuestros sentimientos, en su fiesta de cumpleaños número quince, le declare mi amor. Fui un completo idiota, expresé mis sentimientos, le confesé los extraños cambios de humor que solamente ella podía producir en mí.
Y para mi sorpresa, ella me correspondió.
Me confesó que se sentía de la misma manera, me habló sobre lo confundida que había estado todos esos años que estuvimos juntos como amigos. Pero, el día siguiente de su fiesta de cumpleaños, un devastador suceso arremetió contra mi vida.
Nox se había ido.
Mi inocencia no me permitió darme cuenta de lo que estaba sucediendo. Así que, no me rendí en el primer instante. La esperé. Estuve días esperando por una llamada, un mensaje o siquiera una maldita carta que jamás llegó, destrozando mi esperanza. Destrozando los genuinos sentimientos de un adolescente de quince años. Me hirió, lo admito.
Desde entonces no pensé que la volvería a ver. No quería volverla a ver. Y en el momento en el que menos quería interrupciones en mi vida, Nox Proulx había vuelto.
En un principio no supe cómo reaccionar, ella se lanzó en mis brazos a la misma vez que un centenar de recuerdos se reproducían en mi mente como si fuese una especie de película.
Una pesadilla.
El baúl de recuerdos escondido en alguna parte de mi, salió a flote, recordándome lo imbécil que había sido al exponerme en tal magnitud por una chica. Ese día me jure que jamás volvería a caer de rodillas al suelo por ninguna de chica.
Siento una fresca ventisca resoplar contra mi cabello mientras llevo un cigarrillo a mis labios. Odiaba fumar con todo mi ser, no sé qué le ven las chicas de atractivo a los chicos que fuman. Es asqueroso, estar hablando con alguien y tener que inhalar toda esa pudrición aromática.
Sin embargo, lo hacía sólo para calmar la tormenta adentro de mi mente, de vez en cuando. No era un hábito, mucho menos usual.
Expulso el humo de mi boca, cerrando ambos párpados. Necesitaba sentirme en paz, necesitaba aclarar las dudas que quiebran el equilibrio mental. Estiro mis piernas frente al banquillo, había decidido escaparme de casa por un rato, aunque no era del todo un escape. Pues, Sara nunca estaba en casa, Micah siempre pendiente de estupideces, mucho más ahora que se había dado cuenta de un sorprende e inesperado amor hacia Kiara. Mickey, bueno el es sólo un niño que puede disfrutar libremente de buena compañía.
Todos estaban sumergidos en sus propias tormentas. Y yo, supongo que también tenía esa maldita nube gris incrustada sobre mi cabeza.
Me encontraba en un pequeño parque en algún lugar de la ciudad. El cielo oscuro, tintado del mismo color gris del humo del cigarro, las nubes dispersas en la anchura del mismo como si el destino estuviese recordandome el pésimo cauce que estaba llevando mi día.
Pequeñas pero grotescas gotas de agua comenzaron a descender del cielo, obligándome a esbozar una mueca.
¿En qué demonios te has convertido, Mikhail?
Ni yo mismo lo sé.
. . .
Tardé en llegar a casa por muchas razones: primeramente, no estaba de ánimos para entablar conversaciones con ningún ser viviente. Segundo, quería darme una larga ducha para desplomarme sobre mi enorme cama e intentar dormir. Y tercero, me sentía, literalmente, como una chica en su menstruación.
Debería darte verguenza. Estás actuando como una maldita niña.
Pues, quizás era una maldita niña y aún no lo había descubierto.
Ruedo los ojos sorprendiendome a mi mismo por tener pensamientos que un hombre con aparato reproductor masculino no debería tener. Necesitaba una revista pornografía para recordarme cual era mi verdadera orientación sexual. No tenía nada en contra de los homosexuales, incluso, un día un homosexual me confesó su extraordinaria atracción hacia mí. Fue el día más extraño de toda mi jodida existencia. Luego intentó seducirme, pero como siempre, Lana me salvó el trasero.
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Editado: 17.11.2021