Capítulo 38: Inesperadas Sorpresas
Mikhail.
Despertar al lado de la persona que te gusta es una de las mejores sensaciones que puede existir en la vida. Su cabellera negra se encuentra desparramada sobre las almohadas, tiene sus gruesos labios entreabiertos, y sus pestañas reposan con suavidad sobre sus párpados. Ella desprende inocencia, y dulzura. El edredón cubre sus hombros, pero permite ver un poco de piel.
Muerdo mi labio, y me paso las manos por el rostro con brusquedad. La noche anterior fue...
Alguien toca la puerta con apremio, y desesperación. Los sonidos no se detienen, así que opto por ponerme de pie para dirigirme a la puerta. No demoro en abrirla, para encontrarme con una cabellera rubia hecha un desastre, además de litros de máscara de pestañas embarrando el rostro de Lana. Su nariz roja me confirma lo que, de por sí, no es complicado deducir. Ha estado llorando.
Me alarma verla de esta manera, es mi mejor amiga, y lo que menos quiero es verla llorar. Debo admitir que desde el momento del juego, no he parado de sentirme culpable, y reprocharme a mi mismo porqué demonios acepte ese maldito reto, cuando bien sabía los sentimientos encontrados de Lana.
—Ey, bonita —suelto con delicadeza, cerrando la puerta a mis espaldas. Ella me observa con tristeza, como si estuviese mordiéndose las mejillas para apaciguar las lágrimas.
Quiero pensar que esto no es por mí.
—¿Qué sucede, Lana? —acerco una mano a su rostro, y limpio una gruesa gota negra debajo de sus pestañas inferiores.
Ella menea la cabeza con tristeza, y puedo notar el sufrimiento en su mirada turbia.
—No quería acudir a ti —se sincera. Su voz es una bolita que se deshace—. Sabes que no quiero causarte problemas ahora que encontraste a Kath —se pasa una mano por el cabello, y con la otra cubre su boca.
—No digas eso, Lan. Tú jamás serías un problema para mí, no digas estupideces —le asevero.
Lana aprieta los labios, mirándome con demasiada fijeza. Intento acercarme pero ella coloca su mano en mi torso desnudo para impedirlo.
—Mikhail, tengo que confesarte algo —masculla con la voz casi inaudible. Ella aprieta los párpados, y toma una bocanada de aire antes de hablar. Desvía su mirada, y gira la cabeza—. Yo...
Siento mi corazón latir con fuerza, la incertidumbre me ataca, y siento el aire cortarse en mi entorno.
—¿Qué sucede, Lana? —me intento acercar, o si quiera soltar más palabras para presionarla—. ¿Qué demonios ocurre? ¿Puedes hablar de una vez?
Ella suelta un prolongado suspiro que me estremece, y con la mirada clavada en el suelo, suelta:
—Tendré un bebé, Mikhail —rompe en llanto, e intento reaccionar pero mi cerebro se ha quedado en blanco—. Estoy embarazada.
Mis cejas se elevan, y mi pulso se detiene. No me esperaba esa respuesta. Ella cubre su rostro entre sus manos, mientras solloza en voz alta. Me acerco a ella, y estrecho su cuerpo entre mis brazos. Puedo sentir su corazón latir con fuerza mientras sus lágrimas humedecen la piel de mi pecho. Tiene miedo, y su tristeza se me resulta desgarradora.
—¿Cómo...? —me aclaro la garganta. Las palabras no salen de mi boca—. ¿Quién es el padre?
Ella se detiene, y se aparta un poco para evitarme. Oh, no.
¿Qué demonios has hecho, Lana?
Siento mi instinto sobreprotector luchar con la razón para no reprocharle. Lo que menos debe querer escuchar en un momento así, son reproches. Estoy consciente de que su familia no lo aceptará bajo ninguna circunstancia, no podrán perdonarselo.
—¿Quién es el papá, Lana? —le enfrento, ahuecando su cara entre las palmas de mis manos—. ¡¿Quién coño es el padre, Lana?!
Ella se muerde el labio, y reprime un sollozo. Pero a la mierda el llanto.
—Yo no lo sé... —confiesa, soltando una que otra lágrima. Siento el corazón comprimido adentro de mi pecho, el enojo ruge en mi interior, y solamente quiero golpear al desgraciado que no uso protección con ella—. Tengo miedo, Mikhail. No, no le he dicho nada a mis padres, ellos no lo aceptarán, y...
—Ya sé eso, Lan. Desde luego que no lo aceptarán. ¿Cómo mierda vas a explicarles que mientras ibas a estudiar a casa de tus amigas te escapabas para irte de fiestas por la vida? —mi tono de voz es rabioso, reprochante, y sin compasión—. Y que para colmo, quedaste embarazada de qué coño irá a saber quién —agrego manteniendo el mismo tono acusador.
Niego con la cabeza, y ella lloriquea en silencio.
—Te ayudaré con... —masajeo mis sienes, antes de centrar mi mirada en su abdomen plano—. Te ayudaré con esto, Lana.
Su mirada se ilumina, y trata de extender una pequeña sonrisita que se decae lentamente. Aprecio su esfuerzo, al menos.
— ¿Qué sucederá con Kathleen? ¿No va a enfadarse? Ya te dije que no quiero arruinarle la felicidad a los demás.
Me rasco la barbilla.
—Kathleen no es así, Lana. Ella lo entenderá —o eso ruego a Dios. Lana asiente con su cabeza, limpiándose una que otra lágrima, y me mira casi impaciente—. No puedes decírselo a tus padres, no aún.
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Editado: 17.11.2021