Capítulo 41: San Valentin
Kathleen.
Recuerdo cuando inicié en mi trabajo como niñera para la familia Janssen. La primera impresión que me produjeron fue, sin duda alguna, que sería una pesadilla trabajar para ellos. No solo por el escuincle con rostro de ángel sensualón, sino también por sus hermanos con rostros de muñecos de pastel. Han pasado alrededor de seis meses desde que les conocí, y aunque en un principio me maldije a mi misma por no renunciar en el primer minuto, ahora agradezco no haberme retirado. Los ancianos del geriátrico en el que trabajaba tenían razón, si no lo intentas, nunca sabrás que hubiese sucedido. Claro, ellos lo usaban en otros conceptos que no deseo mencionar justo ahora...
Katherine me ha pedido que pase por ella después de las clases, y aunque había quedado en ir a estudiar en casa de Jules, preferí obedecer a mi frustrante hermana. Desconozco la razón de su mal humor durante los últimos días, pero ha sido una difícil tarea el tener que soportar sus ataques de furia sin previo aviso.
Camino sobre la acera con mi mochila colgando en mis hombros, y mi cabello atado en una coleta floja que me recuerda a un trapeador. Empujo la puerta del restaurante en el que trabajaba Katherine, y su fiel compañero de linda sonrisa me saluda con un gesto de manos. Echo un vistazo a mi alrededor para encontrar a mi hermana, y logro identificar su cabello revuelto adentro de su gorra amarilla. Tiene una mueca en los labios, y las cejas ligeramente fruncidas mientras discute con una comensal, o eso me parece desde este ángulo.
—¿Cuantas veces debo decirle que no tenemos Mc combos? No somos Mc Donalds, señora —le espeta Katherine, y puedo fijarme en la manera en la que sus dedos aplican presión alrededor del bolígrafo.
—Entonces, ¿qué venden en este lugar, niña?
—Le he leído el menú más de diez jodidas veces, ¿sabe una cosa? —Katherine suelta el bolígrafo junto a la libreta para proceder a quitarse el delantal de color crema que hace juego con el resto de su uniforme—. No queremos su sucio dinero, vaya a gastarlo en cualquier otro restaurante, señora.
La anciana le mira fulminante antes de soltar unas cuantas ofensas que sólo logran enloquecer aun más a Katherine.
—Eres una mal educada. Exijo hablar con el jefe. ¡Deberían despedirte por insolente!
Katherine aprieta sus labios, y abre su boca levemente para el ataque. Sin embargo, prefiero intervenir junto a Jerry, el compañero de Katherine.
—¿Quiere ver cuán insolente puedo llegar a ser, jodida vieja de...?
—Ey, señora, tranquilícese —le pide Jerry con amabilidad, guiandola hasta una de las mesas para alejarla de una explosiva Katherine.
—Puta mierda —maldice Katherine por lo bajo, terminando de cambiarse el uniforme para entregar su turno a otra de sus compañeras de trabajo. La sigo como perrito perdido a través del almacén en el que descuelga su bolso para lanzarlo sobre su hombro.
—Me parece que alguien está teniendo un día difícil —musito con inocencia mientras detallo la pequeña habitación con estantes a cada rincón.
Katherine enarca las cejas de mal humor.
—¿No me digas, Kathleen? ¿de veritas?
Ella termina de recoger sus cosas para abandonar el lugar, no sin antes lanzarle una mirada venenosa a la señora que sigue discutiendo con un apacible Jerry. Admiro su paciencia, no podría actuar de la misma manera.
La campanilla sobre la puerta chilla cuando Katherine procede a empujar la puerta con brusquedad. Ella camina a pasos de liebre sin si quiera molestarse en esperarme. Ruedo los ojos. Culparé a la monstruación, para no aventarle un golpe en la teta.
—¡Katherine! ¡Katherine, no estamos compitiendo en un maratón cuyo premio es una cita con Brad Pitt! —le anuncio, y ella frena un poco.
—Brad Pitt es el hombre más sensual que existe sobre este planeta, no me detendría por más que me lo suplicaras —responde suavizando su timbre desdeñoso de voz.
Ruedo los ojos un poco dolida.
—¿Y si me están secuestrando unos piratas? —llevo una mano a mi pecho indignada, y ella menea la cabeza.
—No debes preocuparte. Siempre has sido fan de Jack Sparrow.
—Correción, Johnny Depp. Odio a Jack Sparrow —aclaro, y ella alza las cejas para restarle importancia. Aprovecho la oportunidad para preguntarle la razón de su mal humor, aunque sé que podría estar empeorando la situación—. Katherine... ¿Se encuentra todo en orden?
Ella continúa caminando sin mirarme, su vista clavada en las personas que se mueven alrededor de los vehículos, y sus oídos parecen aislados de la realidad. Me pregunto en qué tormenta mental estará metida.
—El hospital llamó esta mañana. Tania necesita la operación con urgencia, Kath —se sincera, mirándome de refilón. Mi pecho se contrae. Visito a nuestra nana todos los finés de semana, la idea de pensar que puede estar empeorando, me inquieta.
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Editado: 17.11.2021