EPÍLOGO
—¡Kathleen!
La voz de mi hermana me hace despertar. He estado alerta últimamente, cualquier grito de mi hermana podría significar que el bebé se acerca o algo por el estilo. Me apresuro en conducirme hasta la planta baja. Ella tiene puesta su ropa de trabajo, por lo que deduzco que se le ha presentado un imprevisto antes de marcharse al trabajo.
Por suerte, Katherine ahora dirige la sucursal de las tiendas de Roney en California. Se me ha hecho complejo asimilar el cambio que ha dado nuestras vidas, viviendo ahora en una enorme mansión al sur de California. Después de graduarme, consideré seriamente la idea de obtener alguna otra vacante como niñera antes de ser admitida en alguna universidad, pero tomando en cuenta mis antecedentes, preferí dedicarme a ayudar a mi hermana a manejar las tiendas.
Sobre la mesa en el centro de la sala, yacen dos sobres. Uno blanco y el otro amarillo. Ambos poseen distintas estampillas a lo que contraigo que han de ser de direcciones distintas. Me coloco frente a mi hermana, enarcando ambas cejas.
—¿Por qué has gritado? ¿Pretendes hacer explotar a mis tímpanos? —demando, dirigiéndome hasta los muebles de cuero. Ella mueve la cabeza con frenetismo.
—Ha llegado una carta para ti… ¡Es de la UCC! —exclama emocionada.
He intentado enviar solicitudes de admisión a la Universidad Central de California con la aspiración de poder cursar ciencias políticas. Envié la solicitud hace más de tres meses tan pronto me gradué; sin embargo, no he recibido noticias hasta el momento.
Los nervios magullan mi estomago con fuerza mientras me acerco a coger el sobre. Le echo una ojeada a las estampillas fijándome que precede de la sede central de California. Con mil ganas de desgarrar el sobre para conocer mi respuesta, mi vista repara en el siguiente sobre.
—¿Y ese? —señalo el sobre con mis labios.
Katherine exhala un suspiro mientras se muerde las uñas.
—Es el género del bebé.
Mis ojos se agrandan con rudeza, mientras tomo el sobre entre mis dedos. Lo examino con mi mirada antes de extendérselo a mi hermana.
—¡Vamos! ¡Ábrelo! —intento animarle pero se mantiene ofuscada en negarse a saber el género de su bebé.
—Prefiero saberlo cuando dé a luz —se niega.
Una mueca se desliza en mis labios como si no pudiese creer lo que ha dicho. ¿Es en serio? ¿Esperar ocho meses?
Patrañas.
—Katherine —le suplico, juntando mis manos mientras ella toma el sobre y lo coloca debajo de uno de los muebles. Entendiendo que no planea cambiar de opinión, exhalo un bufido antes de subir las escaleras hasta mi habitación.
Al entrar, escucho la suave melodía proveniente de mi portátil. Procedo a encenderla, levantando la tapa superior para pulsar el botón verde. Es una llamada de Mikhail vía Skype.
El contesta rápidamente. Sus ojos azules aparecen frente a la pantalla, no trae puesta su camiseta y su maraña de cabello dorado cae desenfadada sobre su frente. Está ligeramente más larga y abundante que desde la última vez que le vi.
—¡Ninfa! —me saluda con energía.
—¡Ojizarco! —le devuelvo el saludo con una sonrisa.
Sus ojazos azulados escrudiñan la pantalla con interés. Repara en el sobre que tengo entre los brazos antes de señalarle con su dedo.
—¿Qué es eso? —pregunta, señalando la cámara con su dedo índice.
—¿Eso? ¿Te refieres a mis pechos? —le guiño un ojo, y él se ríe, negando con la cabeza—. La UCC me ha respondido —le espeto.
—¿Qué? ¡Eso es fantástico! —aplaude frente a la cámara antes de pasarse una camiseta por la cabeza. Deslizo una mueca triste por ver su torso ahora cubierto de tela—. ¿Qué te han dicho? ¿Has ingresado?
Meneo la cabeza, estirando las piernas frente a la portátil.
—No he querido… No me siento preparada —confieso, aminorando el timbre de mi voz.
Mikhail chasquea la lengua, soltando un bufido.
—¡Gallina!
—No soy una gallina, solo…
Mikhail imita el sonido de una gallina haciéndome soltar una carcajada. Muevo la cabeza repetidas veces para asentir, tomando el sobre para echarle un vistazo.
Mis dedos despliegan el papel adherido por pegamento. Consigo abrirlo al cabo de un par de minutos para disponerme a extraer el papel de adentro. Mis temblorosos dedos lo expanden frente a mi rostro antes de disponerme a leerlo en voz alta:
“Estimada, sra. Kathleen Taylor.
Hemos recibido su solicitud de admisión para la facultad de ciencias políticas. Agradecemos su interés por ingresar a la Universidad Central de California. Por tanto, nos complace darle la noticia de que su solicitud ha sido aprobada.
Le esperamos con ansías”
Mi corazón rebota en mi pecho debido a la emoción. No lo puedo creer. ¡Me han aceptado! ¡No puedo creerlo!
Mikhail aplaude eufórico mientras me dice que sabía que lo iba a lograr. Me siento increíblemente feliz. De verdad, no me lo esperaba…
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Editado: 17.11.2021