Los días pasaban y aunque no se decían palabras, con la mirada lo decían todo. Lo poco que habían avanzado en el proyecto de Biología, se había estancado.
—Necesitamos decidir cómo vamos a seguir con el trabajo que tenemos pendiente. ¿Prefieres hacer la investigación o la presentación? —pregunto Ainara mientras se sentaba al lado de Mauro.
—No me importa. Solo quiero terminar esto lo más rápido posible —dijo Mauro cruzándose de brazos, luego recordó algo—. Dijiste que me encargará de la presentación porque según tú te trabas la lengua
Ainara apretó los dientes y sus puños se cerraron con fuerza haciendo que los nudillos se pusieran blancos.
—Bien, seguiré a cargo de la investigación y tú te encargas de la presentación. ¿Te parece?
—Claro, lo que sea para no tener que hablar contigo más de lo necesario —dijo Mauro en tono sarcástico.
—¿Sabes qué? Esto no va a funcionar si sigues con esa actitud —Los ojos de Ainara brillaron con una mezcla de enojo y frustración.
—¡Mi actitud! ¡Tú eres la que siempre actúa como si supiera todo! —dijo Mauro, elevando el tono de su voz.
—¡Porque al menos yo trato de hacer las cosas bien! ¡Tú solo te quejas y no haces nada! —Ainara hizo lo mismo, el enojo hervía en su sangre.
—¡Eso no es cierto! Solo estoy harto de todo esto. No pedí que nuestros padres se casaran —dijo Mauro dando un golpe en el banco.
—Yo tampoco, pero aquí estamos. Así que, ¿podemos intentar trabajar juntos sin matarnos? —dijo Ainara.
—Está bien, lo intentaré. Pero no prometo nada —respondió Mauro respirando hondo.
Ambos vuelven otra vez a reunirse donde se sumergen en su trabajo, pero la tensión sigue presente. Cada pequeño desacuerdo se convierte en una discusión, y el progreso es lento.
Cuando la próxima clase de Biología llega, la profesora anuncia que los proyectos deben ser presentados en una semana. Ainara y Mauro se miran, sabiendo que tienen mucho trabajo por delante.
—Espero que todos estén trabajando bien en sus proyectos. Recuerden que la colaboración es clave —dice la profesora, pero su vista se fija en Ainara y Mauro.
—Necesitamos encontrar una manera de hacer esto funcionar. No quiero fallar en este proyecto —susurra Ainara, ya que es la única clase donde se ven obligados a sentarse juntos.
—Lo sé. Tal vez podamos reunirnos después de clases y tratar de trabajar sin discutir —dice Mauro asintiendo, aunque no está muy seguro que eso sea posible.
—Vale, intentémoslo. Pero esta vez, sin sarcasmo —Ainara sonríe.
—Trato hecho —dice Mauro sonriendo ligeramente—. La maestra creerá que nos llevamos bien.
—¿Qué? —Ainara lo mira, ya que no entendía del todo a que se refiere.
—Por nuestras estúpidas sonrisas —dice Mauro fijando sus ojos en ella y sonriendo más amplio.
La sonrisa se borró en el rostro de Ainara y sus ojos brillaron de ira. Mauro no soportó como esas esmeraldas lo fulminaron, así que desvío su mirada.
Ambos saben que la verdadera prueba será si pueden dejar de lado sus diferencias y trabajar juntos para completar el proyecto.
Esa tarde, mientras revisaban sus notas en la biblioteca, Ainara decidió intentar una conversación más amigable, de alguna manera se sentía agobiada de tantas peleas con Mauro.
—¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre? —preguntó, tratando de romper el hielo.
Mauro la miró, sorprendido por la pregunta, nunca se esperó que le preguntara tal cosa.
—Me gusta jugar béisbol y leer —respondió, con un tono más relajado. —¿Y tú?
—Me gusta bailar y leer —dijo Ainara, sonriendo ligeramente. —Es una buena manera de liberar el estrés.
Mauro asintió, y por primera vez, Ainara vio una chispa de interés en sus ojos.
—Tal vez no seamos tan diferentes después de todo —dijo Mauro, con una sonrisa tímida.
Ainara se sorprendió, pero no pudo evitar sonreír también.
—Tal vez no —respondió.
A medida que avanzaban con el proyecto, Ainara y Mauro comenzaron a encontrar un ritmo de trabajo más armonioso. Aunque todavía había momentos de tensión, empezaban a entenderse mejor en cuanto a los estudios y a respetar las habilidades del otro.
Finalmente, llegó el día de la presentación. Ainara y Mauro estaban nerviosos, pero sabían que habían trabajado duro y estaban preparados. La profesora los llamó al frente de la clase, y ambos se levantaron, intercambiando una mirada de determinación.
La presentación fue un éxito. Ainara y Mauro trabajaron en perfecta sincronía, complementando las ideas del otro y respondiendo a las preguntas de sus compañeros con confianza. Al final, la clase aplaudió y la profesora los felicitó por su excelente trabajo en equipo.
Después de la clase, Ainara y Mauro se encontraron en el pasillo, había sido un día agotador para ambos por el esfuerzo de trabajar juntos, pero también sentían una extraña sensación de logro.
—Hicimos un buen trabajo —dijo Ainara, sonriendo.
—Sí, lo hicimos —respondió Mauro, devolviéndole la sonrisa. —Tal vez podamos seguir trabajando juntos en el futuro.
Ainara asintió, en su corazón estaba feliz por el resultado.
—ja, ja, ja, tal vez —dijo, con una sonrisa esperanzada, sentía que algo había cambiado entre ellos, solo que no podía identificar que era.
—Si aún seguimos vivos —agregó Mauro—. Aunque no sé cómo sobreviví a tu constante necesidad de tener todo perfecto.
—Y yo no sé cómo soporté tu actitud de “me da igual”. Pero, al final, lo logramos —respondió Ainara rodando los ojos.
Mauro sonrió con sarcasmo.
—Pero no chilles, sacamos un veinte, de seguro los próximos trabajos será igual.
—Pero solo si prometes no ser tan insoportable.
—Trato hecho —Mauro sonrió y se cruzó de brazos—. Y tú, trata de relajarte un poco. No todo tiene que ser perfecto, princesita.
—Ja, ja, ja, tal vez. Veremos qué podemos hacer.
Y ahí estaba de nuevo el sarcasmo, dejando en claro que todavía había mucho que resolver entre ellos, era como un constante recordatorio que el camino es incierto y ninguno de los dos se imaginan lo que les espera. Pero este momento les enseño que sí podían trabajar en unidad a pesar de todo.
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Editado: 22.10.2024