Las noticias del buen desempeñó escolar no se hicieron esperar y llegaron a los oídos de Francisco y María.
—¡Lo hicieron! —exclamó María.
—Solo es cuestión de tiempo que se den cuenta de que pueden mejorar su relación —agregó Francisco.
—Eso espero amor, no quiero que cuando nos casemos la casa sea un campo de batalla.
Francisco se acercó a ella, dándole un beso y un abrazo.
A medida que los meses iban pasando, Francisco y María han decidido esperar un tiempo prudente antes de casarse, para que sus hijos, Ainara y Mauro, puedan adaptarse a la idea.
Durante este tiempo, han intentado varias salidas familiares, pero cada una ha sido un desastre. Un fin de semana están en el Parque Zoológico y Botánico Bararida, esperando que esta vez sea diferente.
—Bueno, aquí estamos. ¿Listos para un día de diversión en familia? —dice Francisco, quien mira a María con cariño y una sonrisa.
—Sí, espero que esta vez todo salga bien. —responde María también con una sonrisa.
—No sé por qué seguimos intentando esto. Siempre termina mal —dice Ainara cruzando los brazos.
Para este día, Ainara había escogido usar una blusa de algodón en tono rosa, un short de mezclilla, sus zapatos deportivos. Unos lentes de sol, su cabello rojo en una cola alta y una gorra rosada.
—Sí, porque estar juntos es tan divertido —agrega Mauro en tono sarcástico.
Él también había optado por ropa cómoda, una camisa de algodón color marrón, bermudas y zapatos deportivos.
Francisco suspira al ver la actitud de los jóvenes.
—Vamos, chicos. Intentemos disfrutar el día. ¿Qué tal si empezamos con el recorrido por el zoológico? Verán que será una experiencia única con los animales.
La familia se dirige a la entrada del zoológico, donde Ainara y Mauro caminan a regañadientes detrás de sus padres. La tensión es palpable, tanto que el aire se siente pesado.
—Miren, ¡qué bonitos esos osos! ¿No les parece interesante? —dice María tratando de animar el ambiente para que no parezca un funeral.
—Sí, interesante… si no estuviera aquí —dice Ainara sacando su libro que está leyendo.
—Al menos es mejor ver a los ositos que estar en casa —dice Mauro burlándose.
De repente, Mauro empuja a Ainara ligeramente mientras caminan, haciendo que ella casi tropiece.
—¡MAURO! ¡TEN MÁS CUIDADO! —grita Ainara—. ¡Mis lentes!
—¡No fue mi culpa! ¡Tú eres la que siempre está en el medio! —dice Mauro molesto.
—Chicos, por favor, tranquilícense. No queremos que alguien se lastime —dice Francisco tratando de calmar la situación—. Hija, solamente son unos lentes, en casa tienes más.
—Pero mis favoritos eran estos —dice mientras mira los lentes rotos.
—Vamos a intentar disfrutar el día, ¿de acuerdo? —dice María—. Por favor, no son niños pequeños.
Mientras caminan, Mauro no pierde la oportunidad de hacerle bromas a Ainara, solo con pensar en esa idea se dibuja una amplia sonrisa en su rostro.
Cuando llegan a donde están los monos, Mauro los señala y le susurra a Ainara.
—Oye, Ainara, ¿no te recuerdan a alguien? Creo que tienes un pariente aquí.
—Muy gracioso, Mauro. ¿Por qué no te buscas un viaje a la luna y me dejas en paz? —dice ella fulminándolo con la mirada.
—¿Y perderme la diversión de molestarte? Ni loco —responde Mauro riéndose.
Cuando pasan por el área de las jirafas, Mauro tampoco pierde el tiempo.
—¡Que lastima! —exclama Mauro como si tuviera afligido por algo.
—¿Qué te pasa? —pregunta Ainara con el ceño fruncido.
Mauro ahora sonríe y sus ojos marrones se clavan en ella.
—Lástima que te falten unos centímetros más para que seas familia de la señora jirafa.
—¡Eres un idiota, Mauro! ¿No puedes dejar de ser tan molesto por un solo día? —la furia ardía en los ojos verdes de Ainara.
—Lo siento, pero es que no puedo evitarlo. Es demasiado divertido —responde Mauro riéndose.
—Mauro, ya basta, eres un señorito. Ainara, ignóralo. Vamos a seguir disfrutando del día, por favor —interviene María.
La familia continúa su recorrido y finalmente llegan al serpentario. Ainara, que tiene miedo a las serpientes, se pone nerviosa al entrar.
—Papá, no me gustan las serpientes. ¿Podemos irnos rápido? —dice tomando el brazo de Francisco a la vez que mira a su alrededor con desconfianza.
—¿Qué pasa, Ainara? ¿Tienes miedo? Mira, esa parece que te está mirando —dice Mauro con una sonrisa maliciosa.
—¡Mauro, deja de molestarme! —se queja Ainara dando un paso atrás.
—Hija, ellas no te harán nada, mira las vitrinas están seguras —dice Francisco.
Ainara, asiente, tratando de disfrutar, se acerca para poder observar a una de ellas.
—¡Cuidado, Ainara! ¡Esa serpiente parece que va a salir! —exclama Mauro también acercándose a la vitrina justo al lado de ella.
—¡Basta, Mauro! ¡No es gracioso! —grita Ainara a punto de llorar, el miedo que sintió logró ese efecto.
—Mauro, deja de molestar a tu hermana —Francisco interviene antes que empeoren las cosas—. Ainara, tranquila, te dije que las serpientes están seguras en sus vitrinas.
—¡Esa ser no es mi hermana! —murmura Mauro.
—Vamos a seguir adelante. No queremos que nadie se sienta incómodo —dice María, pero dándole una mirada a su hijo.
La familia sale del serpentario, con Ainara visiblemente molesta y Mauro tratando de contener la risa. Aunque la tensión sigue presente, Francisco y María intentan mantener la calma y disfrutar de lo que queda del día.
—Esto va a ser más difícil de lo que pensé —murmura Ainara.
«Tal vez debería dejar de molestarla tanto… pero es tan fácil hacerla enojar y se ve tan linda» piensa Mauro.
El resto del recorrido transcurre en silencio, con Ainara y Mauro evitando mirarse. Después, la familia decide hacer un pícnic en una de las áreas designadas, pero las cosas no mejoran.
—¿De verdad trajeron ensalada? ¿No podían traer algo más normal? —dice Ainara mirando la comida, no es que no me guste, solamente no quiere comer en el mismo lugar que él.
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Editado: 22.10.2024