La semana había pasado en un abrir y cerrar de ojos cuando Francisco y María regresaron a su hogar en Barquisimeto después de una luna de miel maravillosa. Entraron a la casa con una sonrisa radiante, con un brillo de amor reflejado en los ojos.
La tarde estaba cálida y luminosa, y la casa se llenaba de una sensación de renovación. Ainara y Mauro, estaban en la sala de estar, pero cada uno en su propio rincón. Ainara, estaba leyendo un libro, mientras que Mauro jugaba en su consola portátil, con una expresión de concentración en su rostro.
Era un día lunes y ninguno tenía planes. El timbre de la casa sonó sacando a los jóvenes de sus pensamientos, la mujer que estaba a cargo de la limpieza salió con rapidez abrir la puerta.
—¡Hola, chicos! ¡Ya estamos de vuelta! —anunció María con una sonrisa, entrando con Francisco y varias maletas.
—¡Bienvenidos de vuelta! —exclamó Ainara, levantándose y corriendo, abrazando a su padre y luego a María, quien se sorprendió de tal muestra de afecto.
—¿Cómo estuvo el viaje? —preguntó Mauro, tratando de sonar casual mientras apagaba el juego.
—Fue maravilloso —respondió María, con una sonrisa que iluminaba toda la sala—. Visitamos lugares increíbles y tuvimos tiempo para relajarnos y disfrutar.
Francisco asintió, colocando las maletas en el suelo.
—Pero también pensamos mucho en ustedes dos. Queríamos compartir algunas ideas que tuvimos para pasar tiempo en familia para las próximas semanas e incluso en unos meses y próximos años.
Ainara y Mauro intercambiaron miradas de desagrado. La idea de pasar más tiempo juntos no les entusiasmaba, pero intentaron ocultar su descontento por el bien de sus padres.
—¡Llegaron! —intervino Rosa que estaba en el jardín.
—Hola mamá, ¿cómo has estado? —María, la abrazo.
—Bien, por lo que veo ustedes están mejores, ya ansió volver a mi rancho.
—¿tan mala fue la estadía aquí suegra? —dijo Francisco—. ¿Le dieron dolores de cabeza estos jóvenes?
—Para nada, hijo, fue un placer cuidar de estos polluelos, y su comportamiento estuvo bien dentro de los límites, pero entenderán que extraño a mi pueblo, la ciudad no es lo mío, aparte ya estoy anciana.
—Lo entendemos mama, y muchas gracias por tu ayuda, pero sabes que puedes quedarte, a veces no puedo viajar mucho para ayudarte allá.
—No te preocupes por eso, ya saben que mi salud está estable, mejor Iré a encargarme de la cena para que comamos todos.
—Está bien mamá.
—¿Qué tipo de salidas? —preguntó Ainara, tratando de sonar interesada en cuanto Rosa se fue a la cocina.
—Bueno —comenzó Francisco, sentándose en el sofá—. Pensamos que sería una buena manera de fortalecer nuestros lazos y crear nuevos recuerdos juntos, por eso planificamos estas salidas.
—Exacto —añadió María, sentándose junto a Francisco, en su voz había entusiasmo—. Por ejemplo, el próximo sábado iremos al Parque del Este, a hacer un pícnic y alguna actividad que podamos hacer al aire libre nos caería bien a todos.
—Quizás una escapada de fin de semana a la playa en Tucacas, lo que queremos es aprovechar el tiempo antes de que empiecen las clases, ya ustedes comenzaran el tercer año de bachillerato, y sabemos perfectamente que será más exigente este año que los otros anteriores —agregó María con una sonrisa.
—Y también hemos reservado un fin de semana en una posada en las montañas de Cubiro para el último fin de semana de octubre —continuó Francisco—. Será una oportunidad para desconectar de la rutina y disfrutar de la naturaleza, sobre todo para ustedes porque no han salido en estas vacaciones.
Mauro suspiró, pero asintió.
—Está bien —dijo, aunque su tono no era del todo convincente—. Será divertido hacer algo diferente.
Francisco notó la tensión, así que agregó:
—Sabemos que no siempre es fácil llevarse bien con otras personas, pero creemos que estas salidas pueden ayudarnos a conocernos mejor y a fortalecer nuestra relación como familia.
Ainara y Mauro asintieron lentamente. Aunque no estaban convencidos, sabían que sus padres tenían buenas intenciones. Tal vez, solo tal vez, estas salidas podrían ser una oportunidad para encontrar algún punto en común y, con suerte, reducir la tensión entre ellos.
—Está bien, papá, María. Vamos a intentarlo —dijo Ainara finalmente, mirando a Mauro, quien asintió en señal de acuerdo.
Francisco y María sonrieron, esperanzados. Sabían que el camino no sería fácil, pero estaban dispuestos a intentarlo, juntos como familia, fue un tema que ellos habían hablado en su viaje.
—Nos alegra que les guste la idea —dijo María—. Queremos que sepan que, aunque somos una familia nueva, estamos comprometidos a hacer que funcione y a disfrutar juntos.
Francisco asintió.
—Así que, prepárense para algunas aventuras. Será un tiempo especial para todos nosotros, ya verán que serán muchas cosas bellas.
—Eso suena muy genial —dijo Mauro sin tanta emoción.
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El sábado llegó, el clima era soleado en Barquisimeto, y Francisco y María habían decidido que era el día perfecto para la primera salida familiar al Parque del Este. Ainara y Mauro, aunque no estaban entusiasmados con la idea de pasar tiempo juntos, aceptaron ir por el bien de sus padres.
El parque estaba lleno de vida, había muchas familias haciendo pícnics, niños jugando y personas de todas las edades disfrutando de caminatas y ejercicios al aire libre. Ainara, con su cabello pelirrojo recogido en una coleta, llevaba una mochila con los dulces y una manta para el pícnic. Mauro, con su habitual expresión de desinterés, caminaba unos pasos detrás de ella.
Aunque al principio la tensión era palpable, poco a poco comenzaron a relajarse. Ainara incluso sonrió cuando Mauro hizo una broma sobre la estrategia de su padre mientras jugaban un partido de cartas.
Más tarde, decidieron dar un paseo por el parque. Ainara y Mauro caminaron juntos, aunque en silencio, mientras sus padres iban unos pasos adelante. El parque estaba lleno de árboles frondosos y senderos bien cuidados, y el aire fresco les ayudaba a despejar la mente.
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Editado: 22.10.2024