El comedor del Colegio Inmaculada Concepción está lleno de estudiantes disfrutando de su almuerzo. Ainara está sentada en una mesa, revisando sus apuntes, cuando Mauro se acerca con una bandeja de comida.
—¿Estudiando otra vez, Ainara? No sabía que querías ser la próxima Einstein —dice Mauro con una sonrisa sarcástica.
—Y yo no sabía que tú sabías quién es Einstein. ¡Qué sorpresa, genio! —responde Ainara, pero sin levantar la vista.
—Touche. Pero en serio, ¿no te cansas de estudiar tanto? —pregunta Mauro sentándose frente a ella.
—¿Y tú no te cansas de ser tan… tú? —dice Ainara mirándolo con una ceja levantada y mirándolo con una mezcla de diversión y exasperación.
—Nunca —dijo Mauro riendo—. Es un trabajo a tiempo completo. Pero hablando en serio, deberías tomarte un descanso de vez en cuando, ya vamos a mitad de año escolar.
Ainara suspiró, dejando caer el bolígrafo sobre la mesa.
—Lo sé, pero no olvides que tenemos un examen importante la próxima semana. No todos podemos pasar con solo una sonrisa encantadora.
—¿Estás diciendo que paso mis exámenes solo por mi encanto? Estoy herido, Ainara. Muy herido —dijo Mauro llevándose una mano al pecho en un gesto dramático.
—Bueno, tal vez no solo por eso. Pero definitivamente ayuda —dijo Ainara con una sonrisa.
Ambos se ríen, disfrutando del momento. La tensión habitual entre ellos parece haberse disipado, al menos por ahora, una vez más.
—¿Qué estás estudiando, de todos modos? —pregunto Mauro mirando los apuntes de ella.
—Historia. Tengo que memorizar todas estas fechas y eventos —responde Ainara mostrándole el cuaderno.
—Suena aburrido —Mauro hace una mueca—. Pero si necesitas ayuda, puedo ofrecer mis servicios de tutoría. Por un precio, claro.
—Oh, claro. ¿Y cuál sería tu tarifa, señor tutor? —dice Ainara con sarcasmo.
Mauro se queda pensando unos segundos.
—Hmm… ¿Qué tal una salida al cine este fin de semana?
Ainara sonríe ante su sugerencia.
Trato hecho. Pero solo si prometes no hablar durante la película y obviamente pagarás todos los gastos.
—Lo prometo. Aunque no puedo garantizar que no haga comentarios sarcásticos, después —dice Mauro levantando la mano como si estuviera haciendo un juramento solemne.
—Eso lo puedo manejar —responde Ainara riendo.
Ambos se miran con una sonrisa, disfrutando de la compañía del otro. Aunque el sarcasmo sigue presente, hay una nueva sensación de camaradería entre ellos.
La tarde pasó rápidamente, y antes de que se dieran cuenta, la campana sonó, indicando el final del almuerzo.
—Nos vemos en clase —dijo Mauro, levantándose y recogiendo su bandeja.
—Sí, nos vemos —respondió Ainara, guardando sus apuntes en la mochila.
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Mauro se acercó a la cocina donde su mamá, estaba preparando la cena. El aroma de las especias llenaba el aire, y el sonido del cuchillo cortando verduras resonaba en la habitación.
—Mamá, ¿puedo pedirte un favor? —dijo Mauro, apoyándose en el marco de la puerta.
María levantó la vista y sonrió.
—Claro, hijo. ¿Qué necesitas?
—Quería saber si podrías darme un poco de dinero. Quiero ir al cine este fin de semana —respondió Mauro, tratando de sonar casual.
María dejó el cuchillo y se giró para mirarlo, con una ceja levantada.
—¿Vas a ir solo o con alguien más? —preguntó, su tono curioso.
—Voy a salir con una chica —dijo Mauro, evitando dar más detalles.
María sonrió, divertida.
—¿Una chica, eh? ¿Y quién es ella? ¿Novia?
—Solo una amiga, mamá —respondió Mauro, encogiéndose de hombros.
María lo miró por un momento antes de sacar su billetera y darle algo de dinero.
—Está bien, pero cuídate y no llegues tarde —dijo, entregándole el dinero.
—Gracias, mamá. Prometo no llegar tarde —respondió Mauro, dándole un beso en la mejilla antes de salir de la cocina.
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Mientras tanto, Ainara estaba en la sala de estar con su padre, quien estaba leyendo el periódico. Ainara se acercó y se sentó a su lado.
—Papá, ¿puedo pedirte algo? —dijo Ainara, mirando a su padre con una sonrisa.
Francisco bajó el periódico y la miró.
—Claro, hija. ¿Qué necesitas?
—Quería saber si puedo ir al cine el sábado. Hay una película que quiero ver —respondió Ainara, tratando de sonar casual.
—¿Vas a ir sola o con alguien más? —preguntó Francisco, curioso.
—Voy a ir con una amiga —dijo Ainara, evitando mencionar a Mauro—. Ya tú las conoces.
Francisco asintió y sacó su billetera.
—Está bien, pero no llegues tarde. Y ten cuidado —dijo, entregándole algo de dinero.
—Gracias, papá. Prometo no llegar tarde —respondió Ainara, dándole un beso en la mejilla antes de levantarse.
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El sábado por la tarde, Ainara se preparaba para su salida al cine con Mauro. Se miró en el espejo, ajustando su cabello rojizo y asegurándose de que su atuendo estuviera perfecto. Sentía una mezcla de emoción y nerviosismo, algo que no solía experimentar con frecuencia.
Mauro la esperaba en la sala de estar, sentado en el sofá, llevaba una chaqueta de cuero que le daba un aire rebelde. Ainara no pudo evitar sonreír al verlo.
—¿Lista para nuestra cita de tutoría? —bromeó Mauro, levantando una ceja cuando Ainara bajó las escaleras.
—Claro, señor tutor. Espero que esté preparado para una sesión intensiva de aprendizaje —respondió Ainara con una sonrisa.
Salieron de la casa y caminaron juntos por las calles de Barquisimeto, disfrutando del aire fresco de la tarde. Las calles estaban llenas de gente, y el bullicio de la ciudad creaba un ambiente animado. Al llegar al cine, compraron sus boletos y se dirigieron a la sala.
—¿Qué película vamos a ver? —preguntó Ainara, mirando la cartelera.
—Una de acción, por supuesto. No querría que te aburrieras con algo demasiado intelectual —dijo Mauro con una sonrisa traviesa.
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Editado: 22.10.2024