Atrapa mi alma

Capítulo 20

Si Michael hubiera tenido alguna mínima duda de la magia en su niño, esa murió cuando sus labios chocaron en un beso. Un perfecto beso.

Sus ojos se habían cerrado, viendo en el último momento los celestes de Alejandro ocultarse también tras sus párpados.

Hubo una explosión en su cuerpo, en su interior, cada célula pareció explotar literalmente. Las dichosas mariposas de su estómago volaron hasta su pecho, envolviendo su corazón, presionando y liberando una sensación nueva para él, una que con ningún beso había sentido antes en su larga vida, y entonces se dio cuenta también que era real el sentimiento que durante años se desarrolló por su niño. Con cada día que pasaba cerca de él, el sentimiento protector hacia él se había ido transformando en algo más. Sus ganas de proteger al niño del mundo que lo rodeaba cambió a orgullo, admiración, atracción, y finalmente un amor platónico que hoy se estaba consolidando y que lo estaba perdiendo.

Su respiración se atascó en su garganta, sintiendo los labios ahora húmedos e hinchados de Alex, saboreando el dulce sabor de su boca, y sintiendo esas suaves manos en su cuello y rostro. Su niño se estaba entregando sin reservas al beso, derritiéndose contra él, y arrastro a Michael con él también.

Cuando se separaron, Michael no abrió los ojos ni separó sus manos del cuerpo contrario, permaneció cerca, sintiendo el aliento de ambos mezclarse mientras recuperaban la respiración. 

Estaba perdido ahora. Ya no había vuelta atrás.

Nunca pensó en simplemente usar a Alex, nunca le haría eso a su precioso niño. Pretendía dejar que lo dibujara y, mientras se conocían o él lo llegaba a conocer, le hablaría de su hermano, su historia, la situación en la que se vio envuelto, la injusticia que se cometió con él, y esperaba que Alejandro decidiera ayudarlo porque era lo correcto...

Pero ahora, ahora no creía posible traer de vuelta a su hermano y alejarse de su niño. No podría simplemente volver a vivir en las sombras de su mundo, a un lado de su camino, ahora que había probado un poco de él, necesitaba más. 

Las manos de Alejandro cayeron y se quedó mirándolas en lugar de ver a Owl, no podía mirar esos ojos ahora. No se arrepentía de haberlo dejado besarlo, ese beso había sido mucho mejor de lo que la gente decía, ¿Owl había querido demostrarle que la magia existía? ¡Pues lo había logrado!, porque lo que sintió con sólo un roce de labios tenía que ser mágico, no era normal como sintió no sólo su cuerpo reaccionar, era algo más, ¿su alma, tal vez?

No quería que viera en sus ojos cuánto le afectó. Seguramente Owl besaba a todos igual y para él no significó nada.

¿Y si ya no quería que lo dibujara? ¿Si lo alejaba ahora que se habían besado? O peor, ¿si lo intentaba de nuevo?

Michael cortó sus pensamientos rápidamente. —Perdón, por eso, pero creo que si hay algo que logre crear magia es un buen beso, uno real. Especial. Y así creer en ella.

Sólo entonces Alejandro se atrevió a mirarlo. —¿Especial? -odiaba como su corazón se estaba acelerando de nuevo.

—¡Claro! Si tú sentiste al menos una milésima parte de lo que yo sentí, entonces sabes que hay magia en el mundo, donde menos te lo esperas. Nada como cerrar los ojos y dejar de la magia de un beso te llene completamente.

Alex quería preguntar si él también lo había sentido, ¿era eso normal?, ¿sucedía con todos los besos?, pero no podía hacerlo o Owl sabría que él nunca había besado a nadie antes. 

Michael acarició el labio inferior de Alejandro con su pulgar y sonrió, su voz era dulce cuando recitó "Hay besos silenciosos, besos nobles, hay besos enigmáticos, sinceros, hay besos que se dan sólo las almas, hay besos por prohibidos, verdaderos."

Alejandro parpadeó, perdido un momento en la caricia y las palabras, después sonrió y siguió el poema:

Hay besos que calcinan y que hieren, 
hay besos que arrebatan los sentidos, 
hay besos misteriosos que han dejado 
mil sueños errantes y perdidos... 

Michael estaba claramente sorprendido, se rió feliz, su risa provocando escalofríos en la columna de Alex. 

—Dios, Alejandro Atevens, cásate conmigo -esta vez Alex se unió a su risa, reconociendo la broma en su voz-. Nunca nadie había continuado una de mis citas. Ya nadie lee.

—Yo lo hago -Alejandro sonrió un poco apenado, a punto de decir escribo también-. Ese poema de Gabriela Mistral es hermoso.

—Lo es -Michael estuvo de acuerdo. Amaba a este humano, a este niño mágico y talentoso, y creyó que ese amor podía convertirse en algo romántico si esto seguía así, iba a enamorarse irremediablemente porque Alejandro era perfecto, cada vez más con cada detalle nuevo que descubría de él.

—Entonces -Alejandro tenía que estar seguro-, sigue en pie lo de dibujante, ¿verdad?



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En el texto hay: un amor imposible rodeado de magia

Editado: 12.07.2018

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