Atrapa Sueños

45. El Sastrecillo Valiente

Tras una breve explicación de todas las versiones de las aventuras a través de los espejos, incluidas varias en las que casi mueren, como Igna o Aurora, fue Simbad quien notó que alrededor de ellos, sin darse cuenta estaba lo que tanto habían buscado. 

En estanterías, como una biblioteca auténtica reposaban un montón de orbes de sueño. Parecía ser una habitación redonda y oscura en la que la luz era proporcionada por esos pobres sueños que estaban presos en ese lugar.

Aún a su alcance estaban los portales-espejo por donde habían llegado, y por detrás, en un podio acolchado con una almohada roja hallábase una caja de cristal, que en su interior ostentaba el orbe mas brillante de todos. 

Deyna se acercó al podio y leyó la placa que tenía: 

"Soy lo último que queda de un Montesco"

 

— ¿qué querrá decir? — preguntó Simbad.

— ... un Montesco— dijo Igna pensante — dado que según Georg yo soy Romeo, creo que se refiere a que es el sueño de Gema

— Pero... —empezó Sergio — "lo último que queda..." no suena nada bien

— Ay no... Gema...— mascullo entre sollozos acercándose con rapidez a la caja. 

Aurora les dijo a todos que se dieran media vuelta y dejaran a Igna solo con Deyna, quien se le acercó y le acarició la espalda en señal de empatía y respeto.

 

— Gema, Gemita — se lamentaba él — debió haberse ido mientras estabamos aquí, esto es realmente lo último que me queda de ella.

— Lo siento mucho — lo consolaba Deyna — pero tal vez no es así, no saquemos conclusiones sin motivo, tal vez la primera parte del mensaje quiere decir alguna otra cosa.

— ¿Cómo qué? — le dijo él tratando de hallar alguna solución. 

Deyna trató de pensar alguna otra alternativa al significado de esa inscripción cuando se escucharon ruidos extraños. Todos se pusieron alertas, hubo un silencio que ponía los pelos de punta.

 

— ¿quién está ahí? — dijo Aurora desafiante.

Entonces, al unismo, los niños perdidos que habían estado ocultos tras una puerta atacaron. Se veían arenillas volar de una lado a otro, todos peleaban, no había nadie sentado o asustado. Dña. Ofelia parecía haber perdido toda esa serenidad que solía caracterizarla, peleaba con la agilidad de una muchacha de 20 años. Pero ellos debieron ser la mitad, la otra parte debía estar con el otro sueño de Greten.

Todos los niños perdidos estaban irreconocibles, su rabia y su bravía, hacían que se perdiera todo rastro de los amigos que había acogido a Deyna en su hogar hace poco tiempo atrás. Siempre habían sido valientes pero nunca se habían alsado de esta manera tan atroz y despiadada  contra alguno de ellos.

Cuando la arenilla y las armas no bastaron, se fueron a los golpes, Dña. Ofelia atacó a Deyna cual fiera intentó darle con su puño por el lado derecho, ella esquivo este acto y le lanzó arenilla, pero su contrincante contrarrestó el ataque con una patada en el estómago. Deyna apenas si había entrenado en combate cuerpo a cuerpo, estaba perdida.

Mientas tanto, era José Miguel, el mayor de los muchachos quien atacaba a Ignacio. Sus espadas eran las que se enfrentaban en lugar de sus puños, por un lado y luego por el otro se atacaban como si fuera una danza, hasta que sus espadas resbalaron al chocarse poniéndose frente a frente con sus armas en medio. 

 

— Georg va a recivirme como a un dios luego de que sepa que te asesiné — le dijo José Miguel.

— Siempre estuviste celoso de mí porque Georg sabía que yo soy mejor guerrero que tú, así que dudo mucho que ser yo el muerto al final.

Separaron sus espadas, José Miguel dio un giro con la espada en sentido horizontal, Ignacio se agachó y lo empujó en cuanto estaba fuera del radar de la espada. Se subió en cima de él poniendo su pie en la muñeca que contenía el arma de su adversario. Colocó su sable en su garganta.

    — Lo en entiendo, —decía Igna a dientes cerrados— llega un tipo menor a la casa, es mejor que tú, se que da con la chica y supera al maestro, cosa que tu siempre quisiste hacer. Si, esa era tu ambición, tenerlo todo, y yo te lo arrebaté. 

 

Igna parecía sacado de sí, él nunca se atrevería a asesinar a nadie. O tal vez sí esta vez.

 

— Hazlo, — respondía José Miguel en medio estar ahorcado— ¿o acaso no tienes las agallas? ¡HAZLO!  

Y lo hizo, lo hizo. En toda guerra siempre habrán bajas.   

Igna lo miró, dio un lastimero grito y le cortó la garganta de lado a lado.  Continuó en shock, aunque llorando y gritando, no se sentía bien sus nervios de acero y su serenidad lo habían abandonado, ya no le importaba que otro mas le atacara.

En cuanto a Deyna, ella tenía su pelea con Dña. Ofelia. Fue bastante simple, la señora intentaba patear y golpear a la protagonista hasta que se arrojó al suelo, tomó su arma que se le había caído en medio de los golpes y le disparó justo en medio de los ojos.



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En el texto hay: suenos, romance, magia

Editado: 27.11.2019

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