Cuando terminé de vestirme para el trabajo dejé mi mochila del instituto en uno de los cubículos de la parte baja, ya que los altos se ocupaban rápido.
Apenas iba saliendo de los baños con toda la intención de comenzar mi jornada cuando miré a Matías caminando en mi dirección.
—Mar, aquí estas, quería invitarte a comer... ya sabes apenas y probaste bocado en la cafetería, creo que no te haría mal algo extra.
—Gracias, Matías, pero te diré que no, tu padre es muy amable al dejarme llegar tarde a mi turno por el camino que hago del instituto hasta acá, no me quiero aprovechar más de él, además no tengo hambre, de verdad –hacía días que no podía comer bien.
— ¿De verdad?
—De verdad.
Le di la espalda y comencé a caminar.
Tomé los menús, comencé a repartirlos y presentarme en las mesas como lo hacía siempre, llevando ordenes de aquí para allá, pero mi concentración estaba puesta en que Cámeron pasaría por mí al salir, además quería saber lo que pasaba con eso de la telepatía, algo en mi interior me decía que era parte de algo realmente grande aun más de lo que podría imaginar y él me daría las respuestas o al menos eso había dicho y yo quería creerle, de verdad quería confiar en él.
Estaba tan distraída que llevé el pedido equivocado a una mesa, tuve que disculparme y rogar internamente para que los clientes no se quejaran de mi intromisión, el sueño donde mis padres biológicos morían también atormentaba una parte de mi cabeza. Después de dejar unos platos sucios en la cocina relajé mi espalda, estaba un poco tensa, salí de la cocina y miré el reloj de la pared 6:10 me había pasado por diez minutos de mi turno. Sentí pasar el tiempo realmente rápido.
Caminé ligeramente hasta el baño de empleados donde había dejado mi mochila, la colgué en uno de mis hombros y la dejé suelta del otro, salí del baño, marqué el fin de mi jornada en el lector electrónico de huellas digitales y después caminé por el pasillo hasta encontrarme en la puerta, respiré hondo, abrí y no tuve que esforzarme mucho para notar a Cámeron a una corta distancia de la puerta con expresión ausente, salí del restaurante y cuando me vislumbró se aproximó a mi.
Me sentí vulnerable cuando me recorrió con la mirada sin una pizca de decoro. Vaya.
—Me estuve preguntando cómo te verías con el uniforme de mesera —sin previo aviso deslizó la mochila de mi hombro y la colgó en el suyo.
Estaba tan sorprendida que no pude reaccionar para detenerlo.
—Puedo cargarla yo —rodé los ojos mientras ignoraba su comentario, su hubiera tenido el valor suficiente, tal vez le hubiera reclamado por su intromisión.
—Mi coche está en el estacionamiento —esta vez fue él quien ignoró mi comentario.
No necesité mas señal, me adelante para llegar al estacionamiento y dejarlo atrás, no me detuve hasta que estuve al lado del porsche descapotable, pero este tenía las puertas aseguradas y Cámeron no se molestó en desbloquearlo hasta que llegó a el. Abrí la puerta del copiloto y la cerré con más fuerza de la necesaria, no fue apropósito, fue porque estaba acostumbrada a coches más toscos.
Minutos después estábamos de camino a mi casa y sinceramente no le veía intención de aclararme mi duda sobre la telepatía, haciendo acopio de mi valor decidí romper el silencio antes de que llegáramos, tenía la intención de sacarle algo provechoso a este viaje y tal vez eso ayudaría de algo.
—Dijiste que me hablarías acerca de la telepatía —le recordé.
—Mañana en mi casa —afirmó.
— ¿Y que si no puedo ir? —Pregunté rápidamente, me molestó la confianza que se filtraba en su voz.
Bueno, señor arrogante, creo que necesitas una dosis de humildad.
— ¿Tienes planes? —Repuso.
—No —mordí mi labio—. Sólo tal vez no quiera ir.
—Mañana saliendo del instituto en mi casa, ahí estarás —dijo con voz realmente severa, quise estrangularlo por hablarme así.
¿Qué tenía él que me hacía sentir tan extraña y vulnerable? Como si pudiera atravesar mis escudos mentales, ¿por qué me seguía?, ¿por qué estaba tan interesado en mi?
—Matías tiene razón, no debería subirme al coche contigo, ni siquiera te conozco —bueno, tal vez Matías no dijo todo eso, pero él no necesitaba saberlo.
Frenó tan bruscamente que mi cuerpo se fue ligeramente hacia adelante.
—Llegamos —Informó.
Quería probar lo de la telepetía una vez más sólo para asegurarme que todo esto estaba pasando.
¿Cámeron?
Probé hablar a su mente.
¿Mar?
Enarcó una ceja y casi parecía que iba a sonreír, no podía ver ese rostro por mucho tiempo sin pensar en un montón de cosas locas. Miré hacia otro lado.
Bueno la telepatía no había sido un sueño después de todo.
Ya que había bajado del Porsche (sin agradecerle a Cámeron por el viaje), fui hasta mi habitación, me quité el uniforme y me puse una blusa de tirantes y un pantalón de tela gastada que me gustaba usar para dormir, saqué de mi mochila mi móvil, oprimí una tecla y vi la pantalla.
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¿Recuerdas el lápiz que me pediste en clase? Olvidaste devolvérmelo, sólo quería recordártelo. Sofía.
Ignoré ese último mensaje, y aunque mi estomago protestaba por algo de comida, hice mis tareas del instituto y luego decidí irme a dormir, había tenido suficiente por un día.
...
Entré a la vieja cafetería como todos los martes para encontrarme con Esmeralda, como siempre, ella ya estaba ahí, me senté frente a mi amiga en la silla de plástico blanco justo a tiempo para ver a la desaliñada mesera llamada Sally reventar una bomba de chicle en su boca y dejar unos huevos y un vaso de jugo de naranja en el lugar que Esmeralda estaba ocupando.
— ¿Quieres lo de siempre, Mar? —Me preguntó la mesera.
—Sí —asentí—. Gracias, Sally.
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Editado: 13.07.2022