Mientras estaba en el desayunador con unos huevos revueltos y un café para acompañarlos sobre la mesa, Cecilia y Federico mi miraban con demasiada atención. Bajé la vista y tomé la cucharita del café para darle vueltas al líquido y formar pequeños remolinos con ella, estuve así un momento hasta que noté que no podría posponerlo mas, tenía que enfrentarlos.
– ¿Sucede algo? –Pregunté mientras entornaba los ojos.
–Nada, es sólo que normalmente eres más... relajada –dijo Cecilia con una nota de sospecha en su voz.
– ¿Qué quieres decir con eso? –No es que no lo supiera realmente, solo quería hacer algo de tiempo para pensar en que responder.
–Sales mucho, con ese nuevo amiguito tuyo, ¿cómo se llama?
–Héctor –intervino Federico.
–Ya les expliqué que es nuevo en el instituto –rodé los ojos–. Y le doy tutorías para ponerlo al corriente
Inventé esa excusa justo el miércoles, fue la primera vez que me reuní en la casa de los chicos y sabia que necesitaría seguir haciéndolo así que mas me valía decir algo que me asegurara recibir más permisos.
–Lo sé, cariño, pero ¿Tiene que ser todos los días?, además pasas demasiado tiempo impartiendo esas tutorías.
–Es normal –le quité importancia–. Hay mucho que retomar.
–Por cierto –me mordí mi labio, había algo que no les había mencionado y era un perfecto cambio de tema–. Mi móvil murió.
– ¿Qué le hiciste? –Preguntó rápidamente Federico.
–Fue un accidente –miré con fijeza mi desayuno–. Además, ya era muy viejo.
–Supongo que quieres otro.
–No es eso, solo quería que lo supieran.
Revolví mi café con la pequeña cucharita una vez más.
– ¿No pasa nada entre ese muchachito y tú? –Preguntó Cecilia, volviendo a la conversación original.
Sentí como mi cara se ponía caliente.
Obvio que no pasa algo. Para nada. Amigos. Iugh, sólo eso.
–No, sólo somos amigos –mis padres me miraron con escepticismo y yo fui lo suficientemente inteligente como para ignorarlos, prestarles atención solo les haría deducir que el tema me importaba.
Comencé a desayunar con exagerada lentitud, así ellos terminarían primero y se irían antes de que pudieran seguir preguntando acerca de las supuestas tutorías. Cuando terminé de comer y me dirigía al instituto tuve que caminar mas rápido de lo normal hacia la parada de autobuses, tenía que recuperar el tiempo perdido en el desayuno.
Esa misma tarde, mientras estaba en la cafetería del instituto me di cuenta de que mi apetito había regresado a la normalidad lo cual me alegró, deseaba tanto que las cosas fueran como se suponía que tenían que ser, pero también estaba el asunto de mis padres biológicos, algo en mi cabeza me decía que estaba tomando la decisión correcta en creer en Delidio pero al mismo tiempo, la parte racional de mi cabeza me decía que eso sonaba imposible, fue una suerte que mis amigos del instituto ya no mencionaran nada acerca de Cameron, por lo menos así podía fingir que tenía una vida normal, al menos por un tiempo.
El martes, antes de cenar Federico me entregó un nuevo móvil, era uno de los económicos pero por lo menos podría hacer llamadas y enviar mensajes.
–Cuida bien de éste, si algo le pasa tu misma tendrás que comprar otro con tu sueldo del restaurante –anunció mi padre adoptivo cuando me lo entregó.
–No te preocupes, nada le pasará –besé su mejilla, realmente agradecida, yo ni siquiera la había pedido otro móvil, simplemente le avisé que el anterior ya no funcionaba.
...
En el instituto, mi desempeño seguía siendo muy bueno, ningún incidente parecido a la exposición en la clase de biología volvió a ocurrir y el sueño de mis padres muriendo en una casucha de madera no volvió a repetirse, en teoría toda iba bien.
Por otro lado (El menos normal) continuaba asistiendo a los entrenamientos, cada día más ansiosa, tomando en cuenta que el sábado tendría que visitar Delidio, el viernes por la noche traté de ignorar todo a lo que me enfrentaría al día siguiente mientras me acurrucaba en mi cama, no podía dar marcha atrás, no me lo permitirían, además ya había llegado demasiado lejos como para hacerlo, tras un buen rato de forcejear con la almohada y las mantas me rendí al sueño.
–Buenos días –les dije a Cecilia y Federico cuando los vi por la mañana.
Estaban en el desayunador de la cocina con unos panqueques en sus platos.
–Buenos días –respondió Cecilia.
– ¿Hay algo de esos panqueques para mí? –Pregunté con una sonrisa.
–La mezcla esta en el frigorífico –me informó–. Puedes hacerlos.
Encendí la llama de la estufa y coloqué el comal encima, una vez que estuvo caliente vertí la mezcla y preparé mis panqueques, ya que estuvieron listos saqué un plato de la alacena y ahí puse dos panqueques para después ir a sentarme en el desayunador, Cecilia ya no estaba.
–Supongo que tienes planes para hoy –razonó Federico.
–Sí, ya sabes tutorías –dije mientras derramaba miel de maple en mis panqueques.
– ¿Volverás temprano? –Dio un trago a su zumo de naranja–. Hay que hacer limpieza en la casa, ya sabes, el invierno está por llegar.
–No lo sé –me encogí de hombros–. Pero estoy dispuesta a quedarme toda la noche aseando si es necesario.
Por la expresión en su rostro me di cuenta de que mi respuesta no pareció complacerle, pero no dijo nada al respecto.
–Sólo limpia la mesa y podrás irte –suspiró con frustración.
–Gracias.
Cuando terminé con mi desayuno, levanté los trastos y los llevé hasta el fregadero donde los lavé, guardé la mezcla sobrante de los panqueques en el frigorífico y la miel de maple en la despensa.
Como de costumbre Héctor pasó por mí, al parecer en algún momento se dio por sentado que Héctor entrenaba conmigo y Marcus con Luciana, a pesar de que ellos eran gemelos su forma de ser no podía ser más diferente, mientras estábamos en la furgoneta negra intenté controlar mis nervios, después de todo nada me iba a pasar, esto era normal y ahí es donde pertenecía, o al menos eso había dicho Cameron.
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Editado: 13.07.2022