Cuando regresé de Delidio mi móvil recobró la señal, eran las 7:15 y me di cuenta de que tenía tres llamadas perdidas y un mensaje de Matías, no fue hasta que leí el mensaje que recordé que lo vería hoy en mi casa para ir a cenar y no estuve ahí. Con todo el asunto de la carta lo olvidé por completo, intenté llamarle varias veces pero nunca respondió, le envié un mensaje; De verdad lo siento, quisiera poder tener una excusa mejor pero la verdad es que lo olvidé, no fue mi intención, de nuevo disculpa. Pensé en ir a su casa pero ya era demasiado tarde, tendría que esperar hasta mañana.
Cuando me fui a la cama no pude dejar de pensar en la historia que me contó Cámeron acerca de su familia, al parecer el confiaba en mi al igual que yo en el, me molestó un poco la idea de que mañana sería el día en que Luciana se iría a Delidio y yo no tenía que ir a entrenar por esa razón, lo que significaba que no vería a Cámeron, quería verlo.
Al día siguiente en el instituto parecía que Matías se estaba esforzando arduamente en ignorarme, y la verdad es que no podía culparlo, en clases se sentó lo mas apartado de mi posible y salió rápido al corredor para que no pudiera alcanzarlo, pero yo no iba a darme por vencida tan fácilmente, además, tenía un plan.
Hacía ya más de un año que conocía a Matías, antes de eso lo había visto algunas veces y lo había sorprendido mirándome en los pasillos pero nunca nos habíamos hablado. La forma en que nos conocimos fue bastante extraña, yo me encontraba caminando por la acera con un periódico en manos, estaba buscando empleo pero hasta el momento, ningún lugar había funcionado, Matías corría en dirección opuesta con un ramo de flores, ambos estábamos tan distraídos que no notamos la presencia del otro hasta que chocamos, yo me agaché para recoger las flores. Eran unos hermosos geranios color lavanda, Matías fue por el periódico y me lo entregó con su hermosa sonrisa grabada en el rostro.
— ¿Buscando empleo? —Recordé que me dijo mientras miraba el periódico.
Yo asentí, me sorprendió que adivinara lo que estaba haciendo, le entregué las flores, le dije que eran hermosas y el a su vez me dijo que era el cumpleaños de su madre y las flores eran para ella, nos reímos y luego sacó una flor del ramillete y me la entregó.
—Para ti —había dicho mostrándome por segunda vez esa sonrisa.
Al día siguiente me habló en el instituto como si fuéramos amigos de toda la vida, me dijo que tenía un empleo para mí en el restaurante de su familia, era fácil estar con Matías, el siempre se mostraba alegre, habíamos bromeado un par de veces sobre la manera en que nos conocimos, el decía que era como una señal.
Me mordí el labio, sintiéndome culpable del enojo de Matías y de hecho lo era, el no se acercó al restaurante mientras estuve trabajando lo cual no me sorprendió, siempre se pasaba por ahí con la intención de alegrarme el día, pero hoy no, estaba molesto y era mi turno de alegrar su día.
Bajé la vista a el ramo de geranios color lavanda que descansaba en mi mano, eran doce flores envueltas en papel de celofán transparente y contenían unas gotas de agua de rociador en sus pétalos, sonreí para mí misma, lo que estaba haciendo era ridículo, pero él lo merecía, después de recorrer caminando el trayecto hasta su casa, me paré frente a su puerta y tomé aire sintiéndome un poco incomoda, luego llamé a la puerta, tuve que esperar unos segundos antes de que abrieran y me llevaran a su habitación.
Llamé a la puerta esperando a que él abriera.
—No lo puedo creer —me dijo con una sonrisa, podía ver a Matías sonreír muchas veces, pero no de esa forma, una forma que podía cortarme la respiración.
—Son para ti —le dije extendiendo el ramo, el soltó una carcajada y me uní a ella.
— ¿Qué voy a hacer contigo? —Preguntó sonriendo mientras tomaba las flores.
—Perdonarme y tal vez dejarme pasar —respondí juguetonamente.
El se hizo a un lado para que entrara, caminó a mi espalda, dejó el ramo de geranios sobre su escritorio y se pasó la mano por sus rizos.
—No me esperaba esto —confesó viendo en mi dirección.
—Ese era el punto —le sonreí mientras me senté en su cama.
Pasamos alrededor de dos horas platicando, de vez en cuando mientras conversábamos volteaba a su escritorio, miraba el ramillete de geranios sobre él y sonreía mientras negaba con la cabeza. Recordamos como nos conocimos y me contó que ese día su madre le preguntó porque eran sólo once flores, me reí, esa parte no la sabía, fue muy agradable pasar el tiempo con él, al final le dije que ya era tarde y él se ofreció en llevarme a casa, me tomó la mano cuando íbamos camino a su Nissan y yo no la aparté.
Mis padres sabían que pasaría la tarde en casa de Matías así que no dijeron nada cuando llegué. Entré en mi habitación, saqué un pantalón de mezclilla y una blusa amarilla bastante holgada, metí mi ropa dentro de mi mochila, me la iba a poner mañana cuando me encontrara con Cámeron, también dejé dentro un pequeño suéter, sopesé sobre si era una buena idea llevar el diario, al final decidí que no, no había necesidad de ello, tampoco llevé mi móvil, dejé las aspirinas que había comprado esa tarde junto con las flores de Matías dentro y las dos botellas de agua natural (una botella para mí y la otra también para mí), también había comprado algo de carne y fruta seca, terminé de empacar mis artículos de higiene personal y cerré mi mochila.
Intenté imaginar qué pensarían Cecilia y Federico cuando no volviera del instituto, o mis amigos al no verme ahí y cuando no respondiera sus llamadas, sin duda iban a preocuparse, pude haber esperado hasta el fin de semana y haberles dicho a Cecilia y Federico que dormiría en la casa de Esmeralda, pero tal vez tardaba más del fin de semana en volver y además tarde o temprano todas las mentiras se descubrían, eso lo sabía de sobra, me sentí culpable, pero Cámeron me dijo que nos iríamos mañana temprano, además esto era algo que yo sabía que tenía que hacer, ya había llegado demasiado lejos como para tirarlo todo a la borda.
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Editado: 13.07.2022