Atrapada entre voces

Capítulo 25

 

     Fue difícil abrir mi corazón y aceptar que estaba enamorado de ella, pero una vez que lo hice se sintió bien, no sé cuando me di cuenta exactamente de lo que sentía, tal vez cuando ese jabalí la atacó, o al notar lo entera que se mostraba ante las situaciones, tal vez fue por la manera en que me trataba o tal vez ya lo sabía pero no quería aceptarlo, el punto es que se sentía realmente bien decirlo y ahora moría de ganas por saber todo de ella, su color favorito, que comida prefería, que música le gustaba escuchar, si le gustaba nadar o ir a los circos, quería saberlo todo.

Ella no dijo algo después de lo que le confesé, se quedó quieta mirándome con esos preciosos ojos verdes, alargué la mano y toqué su mejilla suavemente, moría de ganas de abrazarla, ella cerró los ojos lentamente y, naturalmente, yo disfruté al máximo la sensación de su dócil piel bajo mi mano, luego se dio media vuelta y comenzó a caminar sin decirme absolutamente nada. De alguna manera me las había arreglado para decírselo y esto era lo que ganaba por ello.

La seguí, no me importaba que nos perdiéramos en el camino, pero una pregunta atormentaba mi mente ¿Qué diablos había hecho mal?, era una mierda, sólo yo podía esperar tratar tan mal a una chica y que ella se enamorara de mi por ello, la respuesta estaba clara, Mar no me quería y de sólo pensarlo me creaba una sensación horrible en el pecho, era tan absurdo esto que estaba sintiendo que si hubiera podido meter la mano en el fondo de mi y sacarme lo que sea que me estaba provocando este dolor lo hubiera hecho. 

Mar

Tuve que contener las ganas de llorar ¿Cuántas veces había hecho eso desde que llegué aquí? Demasiadas para mi gusto, justo cuando había decidido que Cámeron no jugaría mas conmigo salía con esto, le regresé sus tratos ignorándolo por un momento y él me decía que estaba enamorado de mí, eso era bastante cruel, incluso viniendo de él, lo peor era que estuve a punto de creerle, pero luego comprendí que él me destrozaría si yo le diera la oportunidad para hacerlo y definitivamente no se la daría.

Tenía tantas ganas de que Esmeralda estuviera aquí, o de poder platicar con Eider, necesitaba de alguien que me tomara en serio, necesitaba un abrazo, un abrazo de verdad, necesitaba saber que le importaba a alguien. Cámeron caminó más rápido para adelantarme, al cabo de un momento ya estaba caminando tras de él con mis brazos cruzados sobre mi pecho para cubrirme un poco del viento helado.

– ¿Tienes frío? –Me preguntó deteniéndose y viéndome a la cara.

–No –le respondí y continué caminando.

La verdad era que tenía frío y mucho, pero no le daría el gusto de averiguarlo.

Continuamos con la extensa caminata, abrí mi mochila para sacar una de las botellas de agua y darle un trago, la temperatura helada provocaba que no tuviera mucha sed pero sabía que tenía que mantenerme hidratada. Habían lugares donde el camino se volvía muy estrecho y temía que llegáramos a un tope escarpado que impidiera que continuáramos con nuestro camino. Mientras caminábamos ahuequé mis manos y las llevé hasta mi boca para calentarlas con mi aliento.

– ¿Segura que no tienes frío? –Insistió Cámeron después de un rato, pero esta vez no dejó de caminar.

–Sí.

–No hacía falta que me respondieras así.

–Creo que me perdí, ¿Cuándo decidimos que tú me dirías que tono de voz usar? –Dije repitiendo la frase que él me había dicho anteriormente.

–Ya entendí –dijo con voz resignada.

Tenía tantas ganas de creer en lo que me había dicho y eso era lo que hacía todo esto mas difícil, tenía que concentrarme en la única cosa que me había traído hasta aquí y era saber lo que Oriol quería decirme con aquella carta que de alguna manera mis padres escondieron en aquel baúl, tenía que ser algo realmente importante y ciertamente yo quería saberlo. Nuevamente comenzó a oscurecer y yo sentí miedo, nuestros anteriores encuentros con personas y animales salvajes habían sido mientras oscurecía.

La falta de iluminación provocó que tropezara con una piedra, pero recobré el equilibrio antes de caerme, la mochila comenzaba a molestarme, así que solo quería descansar y dar por terminado este extraño día, Cecilia siempre decía que un nuevo día, era una nueva oportunidad para hacer las cosas bien, esperaba que esa ideología se aplicara también en mi compañero de viaje, estaba cansada de su infantilismo.

Llegamos a una especie de cueva y Cámeron me dijo que ahí pasaríamos la noche no antes de preguntarme nuevamente si tenía frío lo cual negué, aun así Cámeron juntó algunas ramas secas para después apilarlas, sacó cerillas de su mochila, comenzó a encender las ramas pequeñas y con gran destreza hizo una fogata en el fondo de la cueva, supuse que era seguro hacer fogatas dentro de una cueva porque en este lugar el humo no es visible y no atrae atenciones que no son deseadas. Era agradable tener el calor de la fogata en noches frías como esta.

– ¿Quieres terminar lo que queda de mi comida? –Me preguntó Cámeron, estábamos sentados lado a lado frente a la fogata.

–No, gracias –la verdad es que moría de hambre y dudaba que él se hubiera llenado.

– ¿Por qué te estás comportando así? –Preguntó seriamente.

– ¿A qué te refieres? ¿A comportarme como tú lo harías? –Inquirí mientras acercaba mis manos al calor expedido por la fogata.

–No sé que fue exactamente lo que te molestó, pero sé que eres mejor que eso, no tienes porque actuar de esta manera.

No respondí y miré como las llamas le daban un matiz dorado a mis manos, después de un momento Cámeron se levantó y fue hasta la salida.

–Iré a vigilar –fue todo lo que me dijo.

Me sentí culpable, tal vez sólo intentaba ser amable y tal vez lo que me dijo acerca de estar enamorado era verdad, por absurda que sonara la idea. Me recosté en el suelo junto a la fogata envolviendo mi propio cuerpo con mis brazos, no podía llevarme toda la culpa de lo que estaba pasando, Cámeron me orilló a actuar de esta forma, yo ya no sabía cuando hablaba en serio o cuando se estaba divirtiendo conmigo.




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