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El horrible confinamiento le estaba quitando el aire poco a poco, mientras mantenía la mirada al frente, Seth estaba viendo su reflejo en el grueso cristal, el lobo deseaba tener la fuerza suficiente para destrozarlo y salir de ahí.
Sudaba, sentía las manos resbaladizas mientras hacía chocar las garras, tenía el corazón acelerado, Seth podía resistir cualquier tipo de castigo, excepto el encierro, al menos la jaula de cristal en la que había despertado el primer día era más grande, pues en esta apenas cabía de pie. No tenía movimiento alguno, estaba atrapado.
Sintió un líquido tibio bajo sus pies, con horror vio el agua subir con rapidez desde abajo, ¿acaso iban a dejar que se ahogara?
— ¡¿Qué rayos me están haciendo?! —Exclamó furioso—. ¡Déjenme salir!
La respiración comenzó a desatarse, subiendo a medida que el agua trepaba más y más, estaba al borde de la hiperventilación, tenía al lobo luchando por salir y desgarrar, nadie los encerraba, nadie. Una vez quisieron hacerlo y todo terminó en sangre, mucha sangre, Seth llorando de miedo...
—Calma señor Meyer —dijo una voz femenina, amable aunque desconocida, pero él no podía verla, no era Reed, tampoco ninguna de sus asistentes—. Está bajo el proceso de desinfección.
Entonces recordó todo, la salida con Arif, el encuentro del cachorro infectado muerto que Yuri Romanov había encontrado, la explosión del laboratorio, el intento de Reed por alejarlo del peligro... Luego el recuerdo del rabioso cambiante infectado le dijo la razón por la que lo tenían ahí. Seth había entrado junto a Reed para rescatar a los científicos atrapados, la tierna y dulce Isabella estaba entre ellos, pero al final terminó con un cambiante lobo medio transformado queriendo su carne para almorzar.
Si lo había mordido o no, eso no lo sabía.
—Sáqueme de aquí —ordenó.
—Me temo que eso no es posible, no hasta que el proceso se haya completado.
Seth retrocedió apenas unos centímetros, hasta que su espalda fue detenida por el cristal frío, ya no podía respirar por la nariz, sentía que el oxígeno no era suficiente.
—No estoy infectado —aseguró—. El sujeto no me mordió.
El agua ya le llegaba a la cintura, por Dios, esto era horrible, parecía una tortura salida de una pesadilla.
—Esto es por prevención, estuvo cerca de un elemento patógeno altamente contagioso, debemos asegurar que tanto su piel cono su organismo estén libres de él.
El lobo gruñó rabioso, queriendo el control, huir del encierro, y estaba ganando. Ahora era Seth quien era dominado en su mente, tratando por todos los medios de calmar a la bestia que comenzó a golpear a puño el cristal, era una tarea inútil pues lo único que lograría era hacerse daño, pero con la desesperación y la ansiedad que sentía, era todo lo que podía hacer.
—Traigan a la doctora Reed de inmediato —ordenó la voz.
Seth podía oír los gruñidos animales que le desgarraban la garganta, su lobo había saltado al frente y a menos que le dejaran de nuevo inconsciente, no había forma segura de hacerlo retroceder, a menos que tuviera los dientes de Derek Miller en su cuello.
—Seth.
Esa voz sí era conocida, las luces se encendieron revelando un lugar muy distinto a la zona de aislamiento, a izquierda y derecha había otras cajas de cristal como la que lo tenía encerrado, vio unos tubos que se conectaban en la parte inferior, de ahí venía toda esa agua, que ya le alcanzaba al estómago.
— ¡Sácame de aquí! —Gruñó.
Giró su mirada y vio a Arif en otra, a diferencia de él, no se resistía al agua que le alcanzaba al pecho. Pero Seth tenía otros problemas, arraigados en lo profundo de su alma, el lobo jamás olvidaba, las cicatrices dejaban recuerdos que no eran fáciles de olvidar. Llevaba veinte años tratando de hacerlo.
— ¡Reed! —Apresuró con voz ronca, golpeó el cristal, arañó una y otra vez.
Ella dejó su anotador encima de una mesa de controles y se acercó, el desorden de su cabello estaba contenido en una coleta, pero esos rizos rebeldes se salían, cayendo alrededor de su rostro. El lobo de Seth se agazapó, entendiendo a la mujer humana, avivando el recuerdo, lo que siempre sintió acerca de ellos «Los humanos lastiman» pero se hallaba confundido acerca de cómo seguir, entre atacar y retroceder...
— ¡Déjame hablar con Seth! —Ordenó, con ese tono autoritario que confundía a la bestia, le hacía querer obedecer.
— ¡Libéranos!
Reed lo miró a los ojos, desde lo profundo de su mente, Seth comprendió sus pensamientos, estaba analizándolo con esa curiosidad tan propia de ella, haciéndole sentir como si fuese su experimento.
—Estás bajo un ataque de pánico —concluyó bajando su voz—. Tranquilo, mira mis ojos Seth.
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Editado: 10.07.2019