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Seth exhibió su mejor sonrisa a la mujer que custodiaba la entrada, portaba un uniforme de seguridad negro, con un cinturón de armas cargados con equipo de seguridad anti-cambiantes y mirada dura. Era la perfecta guardia de seguridad que se veían en las prisiones que mantenían reos cambiantes, y apenas la vio sintió un escalofrío recorrer su espina.
Por un lado, tenía al lobo en el borde, percibía el ligero olor a plomo que indicaba que ella tenía balas en alguna parte y eso le hizo querer entrar en alerta, pero por otro lado, Isabella necesitaba ayuda, aunque fuera un lobo, él no iba a negarse a darle algunas lecciones de cómo ser cambiante. Sabía que no podía abarcar todo en un solo día, pues no recordaba de una forma exacta las enseñanzas que adquirió para aprender a controlar a su animal, Seth creció dentro de un clan, con una familia de apoyo que le enseñó cómo manejar el cambio, cómo lidiar con los impulsos, cómo utilizar sus sentidos en ambas formas.
Isabella ya era una mujer adulta que no tuvo la oportunidad de tener eso, ya se podía imaginar lo difícil que debía ser su situación.
—Ya le dije que las visitas de la paciente están restringidas al personal autorizado.
Ante esa respuesta casi mecánica, Seth relajó los hombros y le miró directo a los ojos, ella los tenía de un tono oscuro, que de alguna forma se le hicieron parecidos a los de Sean Wells.
—Reed Dickson me autorizó a visitarla.
Ella movió la cabeza, su mirada era demasiado seria, dura, bien podía convertirlo en piedra.
—A menos que tenga una tarjeta de pase autorizado, no puedo permitirle la entrada.
—Vamos, por favor —Seth insistió.
La mujer llevó una mano a la funda de una de sus pistolas.
—He dicho que no —replicó levantando su voz.
Seth retrocedió a la defensiva, el gruñido del lobo se filtró en el aire, lo que hizo que ella sacara una pistola negra.
—Tikho, Anya, volk pomozhet Izabelle (tranquila, Anya, el lobo será de ayuda para Isabella)
Ante ese idioma raro, Seth giró y encontró a Yuri Romanov caminando por el pasillo hacia ellos.
—U nego net prokhoda, on ne mozhet voyti. Eto v protokole Yuriya Romanova, ya ne mogu eto ignorirovat' (No tiene pase, no puede entrar. Está en el protocolo Yuri Romanov, no puedo pasarlo por alto)
Seth miró a uno y otro, tragándose una maldición al no poder entender ese maldito idioma ruso, sin embargo, reconocía el desafío cuando lo veía y esos dos estaban en un duelo silencioso de miradas, la tensión se acrecentó cuando la pantera se acercó a Seth y de un bolsillo sacó una tarjeta de autorización.
—Ahora ya tiene la maldita tarjeta, déjalo entrar antes de que la mujer se vuelva salvaje.
La mujer le dio una severa mirada, por su actitud Seth podía asegurar que ella era cambiante, pero su olor era humano, ya estaba confundido.
—Adelante —masculló y se movió de la entrada.
En silencio le agradeció a Yuri, y a ella, no esperó movimiento alguno de parte de la mujer, así que tomando aire, puso la tarjeta en la ranura electrónica que luego de un análisis se tornó verde y un sonido mecánico acompañó el deslizamiento de la puerta, que de forma inmediata se cerró tras de sí cuando entró.
El lugar era pequeño, blanco y pulcramente ordenado, Seth respiró el intenso aroma a miedo que se elevaba en el aire y vio cómo Isabella se retraía en un ovillo sobre la camilla. Por dentro, sintió ganas de destrozar la puerta a golpes para sacarla de ahí, pues ese no era el entorno adecuado para un cambiante, mucho menos para uno que recién estaba empezando a controlarse.
«Hay muchas cosas que arreglar aquí»
Pero primero debía sacarle su temor.
—Hola, pequeña Isabella.
Su cabellera roja se movió a medida que levantaba su mirada, saliendo de su posición fetal, el color verde lima pasó a un profundo dorado que hizo a su lobo agazaparse.
— ¿Qué haces aquí?
Su voz tenía un arrastre animal, signo de lo cerca que estaba su tigre.
—Tranquila, no te haré daño.
Ella negó.
—Eso no es lo que me preocupa.
Seth alzó una ceja.
— ¿No?
—El tigre quiere destripar al lobo.
Tragó duro, esa era una respuesta muy gráfica y directa, ya podía imaginarse las enormes zarpas del tigre desgarrando su estómago.
«Concéntrate, muestra tus encantos»
—Tú no me harás daño, yo te agrado, ¿no es así?
Isabella se mordió el labio y desvió la mirada.
—Sí.
Seth se permitió bajar la guardia, solo un poco.
—Excelente, entonces podemos comenzar.
Isabella frunció el ceño un poco y se incorporó en la cama mientras él movía una silla blanca para sentarse.
— ¿Qué estás haciendo aquí?
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Editado: 10.07.2019