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Esa mañana al levantarse dolió más que antes, la punzada en el corazón fue ardua y certera a pesar del rígido bloqueo que mantenía sobre el vínculo.
Seth se quedó sentado sobre el borde de la cama, mirando a la nada misma del silencio que invadía su habitación, nunca, jamás en su vida se había sentido tan solo en su propio nido. El lobo la extrañaba a más no poder, y cada momento desde que se despertaba hasta que regresaba a dormir era una lucha constante contra el bloqueo que la alejaba de él, Seth estaba agotado mental y emocionalmente, el desgaste comenzaba a notarse en su falta de ánimo y energía.
Y se encontró a sí mismo sonriendo por lo absurdo que se veía al pensar que siquiera podría ocultarlo por más de veinticuatro horas.
El sol se alzaba iluminando la habitación, a través de las cortinas blancas las sombras de los árboles se proyectaban como figuras inmóviles, el polvo se dejaba ver flotando en un camino sin rumbo, tal como lo estaba él, en piloto automático, sin un camino definido ni las ganas suficientes como para correr y encarar sus deseos.
Seth la extrañaba a pesar de todo, y eso era confuso como el mismísimo infierno.
—Soy patético.
Puso los pies en el suelo frío y se acomodó un poco el cabello, quitándose los restos del escaso sueño que había logrado conseguir. Arrastrando los pasos, fue hasta el armario y sacó el uniforme de rastreador, iba a reincorporarse a sus tareas habituales, y aunque debería sentirse emocionado, ahora que veía la ropa estirada sobre la cama lo único que sentía era un vacío en el centro de su pecho.
Luego de cambiarse con la camisa verde oscura y el pantalón de caza a juego, Seth terminó por lavarse y componer un poco su cara sumida en el cansancio más puro. Odiaba con todas sus fuerzas verse como un muerto viviente, pero esto escapaba a su control, el apego de su lobo por Reed estaba llegando a su límite, y si no se apresuraba a romper la conexión, lo más probable era que lo perdiera, eso sería doloroso, en su vida en una sola ocasión había sido el aterrado espectador de un cambiante cuya mente animal se había ido por completo, era la viva imagen de un desposeído, sin alma, sin alegría, esperando la muerte en sus ojos.
El escalofrío recorrió su columna arrancando un trémulo temblor, Seth se miró en el espejo, probándose a sí mismo que era fuerte, que podía con cualquier cosa, era un Beta Moon Fighter, no un lobezno débil. Saldría y arreglaría lo que estaba mal en su vida para poder seguir adelante y volver a ser lo que era.
Afuera el otoño se veía en su apogeo, los colores vibrantes se mezclaban con la tierra fría, el bosque en esta estación era hermoso, porque parecía encenderse en llamas con los colores del fuego, amarillo, rojo, naranja, le hacía pensar que caminaba entre energías potentes que crujían bajos sus pisadas.
La mañana estaba en calma, Seth arribó al lugar donde se encontraba con los rastreadores que se encargaban de la instrucción a jóvenes y cachorros, la puntualidad era habitual, un rasgo necesario de aprender desde pequeños para adaptarse al clan.
Sin embargo en esa ocasión, Seth solo se encontró con cuatro de sus diez instructores.
— ¿Qué rayos pasó con los demás?
—También nos alegra verte Seth —dijo Dashiell en un tono molesto—. ¿Ha mejorado tu humor?
—Dash, no lo molestes —intervino Arabelle, la mujer sostuvo las tiras de su mochila y dirigió su mirada gris hacia él—. Derek ocupó a los demás en una misión especial.
Seth enarcó una ceja, intrigado.
—No sé lo que tiene en mente pero pretendo averiguarlo.
Girando el cuello suavemente hasta oír el crujido de huesos, Seth reformuló el plan a seguir. Se suponía que todos los instructores le darían los respectivos informes acerca del progreso de los nuevos rastreadores, en dos semanas y media pasaban muchas cosas en el clan, por lo que, no podía pasar alto todo lo que había ocurrido desde que desapareció. Sin embargo, no podía llegar a un buen análisis si no tenía todos los informes en mano.
— ¿Tienes idea de en cuánto tiempo estarán de regreso? —Le preguntó a Arabelle.
La mujer morena negó.
—De acuerdo, supongo que tendremos que posponer la reunión hasta que todos estén en el territorio.
Seth miró a los cuatro instructores, veía la duda en todos ellos, mezclada con la molesta curiosidad que emanaban igual que un grupo de cachorros.
—Pueden irse.
No sabía qué era mejor, si ocultarse en su casa todo el día o salir y enfrentarse a sus compañeros metiches hurgando desesperados por un poco de información. Tarde o temprano, todos supieron que ya estaba vinculado, el problema era que no podían averiguar con quién y eso les hacía picar las lenguas.
Seth no podía culparlos por querer saber, todos le demostraron su alegría y le dieron regalos y felicitaciones, para los lobos el vincularse era motivo de celebración y euforia, la felicidad de saber que uno de ellos encontró su pareja de vida, pero para Seth parte de esa alegría se veía opacada por la realidad de saberse traicionado por la que todavía era su pareja. Una mujer humana, una espía que no dudó en vender todo lo que dijo al enemigo, una mujer que había hecho lo incorrecto por las razones correctas, por la protección y el amor hacia una niña, pero usando los medios equivocados.
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Editado: 10.07.2019