Atrévete

Capítulo 22

No encontrábamos ni a mis amigos ni a los amigos de Alessio, no ayudaba el hecho de que esta feria era enorme y que cada vez había más gente, demasiada a decir verdad. Ya había confundido dos veces a mi hermana con otras chicas que había visto de espalda y que llevaban el mismo vestido verde floreado que traía Gabriela. 

La música, los gritos, todos los bullicios se hacían cada vez más altos, ya entendía por qué la feria abriría sólo de noche, pues claro, venía mucha más gente, como si fuera una fiesta. 

Alessio buscaba al igual que yo en todas las direcciones para hallarlos en un puesto, juego o lo que sea, pero no dábamos con nadie. Incluso los dos les habíamos mandado mensaje a todos para que nos dijeran dónde estaban pero nada, casualmente ninguno contestaba, por lo que supuse que han de estar en alguna atracción. 

—¿Qué hora es? —pregunté, un poco desesperada. 

Alessio se detuvo un momento y sacó su celular para checar la hora. 

—Las nueve. —Volvió a meter su celular en el bolsillo trasero de su jeans, y continuamos buscando. 

Hasta que… ¡Bingo!, visualicé a la prima de Alessio que, por cierto, continuaba pegada a Sebastián, él ya tenía cara de hastiado. 

—¡Mira!, ahí está tu prima con Sebastián —informé, señalándolos. 

Nos dirigimos hasta la fila muy larga en la que ellos dos estaban formados para subir a los carritos chocones. 

—¡Sebastián! —le llamé. Llegamos hasta la mitad de la fila donde ambos estaban. 

En cuanto él me vio, se le reflejó alivio, seguro me vio como su salvación a la tortura que le estaba haciendo pasar Letzy. 

—¡Primo! —exclamó Letzy en cuanto vio a Alessio a mi lado—. ¡Nos vamos a subir a los carritos chocones!  

—¿Dónde están los demás? —pregunté apresuradamente. 

—Mikaela y Gabriela acaban de irse al baño, me hicieron apartar su lugar en la fila. Y Martin fue por un hot dog —masculló con cara de hastío. 

—¿Y dónde está Lee y Lucas? —preguntó Alessio dirigiéndose a Sebastián.  

—No sé —respondió con un encogimiento de hombros—. Los vi con Noah hace rato, estaban vomitando en un bote de basura.  

—¿Qué? ¿Por qué? —intervine con preocupación.  

—No sé, Lira —bufó, irritado—, estaban vomitando, no me iba a acercar a preguntarles el porqué y que me salpicaran de su asqueroso vómito, joder. 

Vaya que Letzy sí lo estaba poniendo de mal humor, estaba más gruñón que de costumbre.  

—¿Y hace cuánto tiempo pasó eso? —inquirió Alessio. 

—¿Crees que cuento los minutos desde que los vi vomitando? —musitó, con las cejas hundidas. Sebastián sí que estaba irritable. 

Me giré un poco para ver si ese comentario había molestado a Alessio, pero no, sólo tenía su inexpresividad.  

—¿Por qué no contestabas los mensajes? —cuestioné hacia Sebastián. 

—Porque no traigo celular. 

—¿Y los demás por qué no contestaron? —Fruncí el ceño. 

—¿Y yo qué voy a saber? —bramó—. No estoy al pendiente de que contesten sus mensajes. 

Qué pesado. 

—¿Tú por qué no contestaste? —le preguntó Alessio a su prima. 

—No estaba pendiente del celular —respondió ella sin mirarlo porque estaba ensimismada con Sebastián. 

—¿Puedes quitarme a tu prima? —vociferó mi amigo, se estaba enojando cada vez más. 

—Letzy, suéltalo —le ordenó seriamente Alessio. A lo que ella negó repetidamente con la cabeza. 

—No quiero. —Hizo un mohín y se aferró más al brazo de mi enfadado amigo. 

—Ya lo intenté —soltó Alessio con un encogimiento de hombros hacia Sebastián. 

—Uy sí hombre, no te hubieras cansado por intentar tanto, no te fatigues —expresó con sarcasmo.  

—A ver, tenemos que buscar a Noah, Lee y Lucas —intervine—. Ustedes quédense aquí a esperar a que los demás regresen, mientras Alessio y yo vamos por los chicos.  

Los dejamos ahí y empezamos a buscar a los chicos, ojalá no estén muy lejos. 

—¿Y si buscamos en todos los botes de basura? —sugerí. 

—No creo que sigan ahí. 

—Pero mínimo podemos encontrar el vómito —puntualicé. 

—¿Para qué quieres encontrar el vómito? —Frunció el ceño. 

—Porque significarían que pueden estar cerca de… 

—¡LIRA! —escucho a Noah gritar a mis espaldas, y antes de que pueda voltear, él ya está parado frente a mí con la respiración agitada. Lucas y Lee venían igual—. ¡No lo vas a creer! ¡Estuvo divertidísimo! ¡El paseo del diablo es increíble! ¡Vomité y… 

—Para tu tren, maquinista. —Reí ante su entusiasmo—. ¿Qué pasó?  

—Bueno, primero fuimos al paseo del diablo, luego vomitamos en un bote de basura, esa fue la parte más divertida. El que ganó fui yo, fui el que más tardó en vomitar luego de que bajáramos, y andamos viendo qué premio me darán. Y el que perdió fue Lucas así que también estamos viendo qué castigo ponerle —explicó tan rápido que me sorprendió que no se trabara. 

—Y de ahí fuimos al juego de arcos, mira Lira. —Lucas me extendió un peluche chiquito—. Gané este peluche, es para ti. 

Oh. 

—Vaya, muchas gracias, Lucas. —Tomé el unicornio de peluche—. Ya que tuvieron su aventura, hay que ir con los demás. 

—Alessio, ¿son orejas de Mickey Mouse? —habló Lee con incredulidad, y señaló la diadema que Alessio traía puesta. 

—Sí —respondió él a secas.  

—Oh ya entendí, son la parejita. — Lee soltó una carcajada, mientras nos señalaba a ambos—. Son la señora y el señor Mouse, qué tiernos. 

Ambos ignoramos su burla, y ya todos regresamos a la fila de los carritos chocones, Mika, Martin y Gabriela ya estaban ahí, nos metimos nosotros también a la fila a pesar de que recibimos varios abucheos por la gente de atrás ya que nuestros amigos nos dejaron colarnos. Íbamos a subirnos en este juego porque ya sería el último. Ya casi eran las nueve y media, y teníamos que irnos a esa hora para poder llegar a tiempo a mi casa como habíamos acordado con mamá. 

Mikaela y Noah en todo el rato estuvieron dándome miradas de complicidad, estoy segura que se morían para que les contara lo que pasó, pero no me lo decían ahí porque atrás estaba Alessio con sus amigos. 

Llegó nuestro turno, cada carrito eran de dos puestos así que a mí me tocó con Noah, a Mika con Martin, Alessio con Lucas, Sebastián con Letzy, y Gabriela con Lee. 

Reímos mucho en el juego, varias veces chocábamos entre nosotros.  

Estuvo muy divertido y me la pasé genial. Lamentablemente hasta aquí llegaba la experiencia. 

Fuimos al coche de Alessio, en el camino me despedí de Mikaela y Martin porque ellos venían en otro auto. Y también Sebastián que suspiró cuando al fin pudo separarse de Letzy, ella también se iría por separado. 

Entramos al coche de Alessio, en los mismos puestos que antes. Nadie hablaba, pero no era un silencio incómodo. 

Miré en varias ocasiones por el espejo retrovisor a Alessio, él iba concentrado en la carretera así que no se daba cuenta de que lo miraba. 

Y extrañamente así fue todo el camino a mi casa, nadie hablaba, había puro silencio, incluso la boca parlanchina de Gabriela se mantenía callada, pero porque ya se iba durmiendo, no paraba de bostezar, y mira, según ella quería quedarse más horas. 

En poco tiempo llegamos, aquí sí era una parte incomoda: la despedida. 

—Adiós chicos. —Gabriela fue la primera que se bajó, sus ojos luchaban por no cerrarse.  

—Me deben mi premio, eh —recalcó Noah, y se bajó—Nos vemos. 

Bien, era mi incomodo turno. 

—Mmm… adiós y gracias. —Miré por instinto el espejo retrovisor y me encontré con la mirada de Alessio, me bajé rápidamente. 

El auto se marchó de inmediato.  

Estaba a punto de tocar la puerta, pero mi madre nos abrió antes que de pudiera.  

—¡Llegaron! —exclamó con alivio. Traía un delantal para lavar trastes—. ¿Se divirtieron? ¿Cómo es la feria? —Nos dejó pasar. 

—Mañana te cuento, mamá. —bostezó mi hermana—. Ya me voy a dormir. 

—Está bien, hija, descansa. —Mi madre le dio su beso en la frente de buenas noches—. ¿Y tú Lira? ¿Cómo te la pasaste? 

—Muy bien mamá, gracias. —Sonreí.  

—Me alegro, cariño. —Me dio también mi beso—. Noah, preparé una habitación para que te quedes esta noche. 

—No, no quiero molestar señora Jones —negó—. Tomaré un taxi, no se preocupe. 

—De ninguna manera, te quedarás esta noche —ordenó con seriedad—. Tu mochila la dejé en la habitación que preparé, que Lira te llevé. 

—Está bien señora, muchas gracias. 

Me puse feliz, Noah se iba a quedar a dormir, pocas veces se ha quedado a dormir aquí, y fue cuando estábamos pequeños y hacíamos pijamadas. 

—¿Ya cenaron?  

—Sí mamá, gracias. 

—Muy bien, todos están en la sala viendo una película, pueden ir un rato o ya a dormir. 

—Iremos a dormir. —Bostecé—. Buenas noches. 

—Buenas noches, descansen. —Se fue a la cocina.  

Estábamos por subir las escaleras, pero alguien nos detuvo. 

—Hermanita, llegaste. —Owen venia bajando por las escaleras.  

¡Owen! ¡Se me olvidó Owen!  

Maldita sea. 

Definitivamente no puedo dejar que Noah se quede en mi casa, no con Owen aquí. 

—¿Él es el famoso Noah? —Lo señaló—. Mamá me habló mucho del mejor amigo de mi pequeña Piglet.  

Apreté los puños e ignoré a Owen. 

—Noah, yo creo que sería mejor que te vayas, ven, te pago el taxi. —Lo tomé del brazo para llevarlo a la puerta, pero se resistió.  

—Pero tu mamá dijo que podía quedarme —subrayó. 

—Lo sé, pero yo creo que será mejor que te vayas porque… —Tengo que inventar una excusa rápido— porque… puedes preocupar a tu mamá por no llegar a casa, sí. 

—No te preocupes, le puedo decir que me quedaré en tu casa a dormir, no me regañará —sostuvo. 

Tengo que inventar otra cosa, no puedo dejar que se quede. 

Abrí la boca dispuesta a insistir, pero Owen me interrumpió. 

—No me he presentado bien. —Sonrió asquerosamente—. Soy Owen, el hermano mayor de Lira.  

Lo miré con odio.  

A Noah se le cayó la boca. Alzó las cejas con sorpresa. Maldición. 

—¡¿Su hermano?! —soltó con incredulidad—. ¿Tu hermano no estaba en un internado?  

—Sí, pero ya regresé —le contestó el idiota de Owen. 

—¿Por qué no me dijiste que tu hermano ya había regresado? —Noah me miró con recelo.  

—Seguramente se le olvidó —dijo entre risas Owen—. Mi hermanita es muy olvidadiza. 

Me tragué la impotencia de golpearlo. 

Noah me miraba con incertidumbre.  

—Vamos. —Agarré el brazo de Noah y lo arrastré a mi habitación. 

—¿Por qué no me dijiste que tu hermano había regresado? —habló—. Se llama Owen, ¿no? 

Asentí. Y ahora cómo le haré para que no pregunte tanto por él.  

—¿Y cuándo regresó? —inquirió. 

—Hace… casi unas tres semanas —suspiré. Me senté en el borde de la cama. 

—¡¿Qué?! —Casi se le salen los ojos de sus orbitas—. Ya tiene mucho y hasta ahorita me vengo enterando. ¿Por qué no me dijiste?  

—Bueno, pues es que no se conocen, no pensé que te importaría saberlo. —Me tallé la cara con frustración.  

—Pasa algo, ¿no? —Se puso de cuclillas para estar a mi altura—. ¿Por qué siento que no te llevas bien con tu hermano?  

—¿Por qué piensas eso? —Reí con nervios—. Nos llevamos igual que todos los hermanos. 

—No me pasó desapercibida la manera en que tú lo veías, como si lo odiaras. Además, siempre que preguntaba por tu hermano, te ponías nerviosa, como ahorita. —Me miró con recelo—. ¿Qué pasa? 

Evadí la mirada, no puedo decirle. Si se lo digo, es evidente que no lo mantendrá en secreto. Y entonces estaremos ambos en problemas, sobre todo yo. 

Tengo que inventar algo. 

—Es que… —Busqué en mi cerebro alguna excusa buena—, no me llevo muy bien con mi hermano porque…, porque nos peleamos hace poco porque él es de esos hermanos sobreprotectores que no quieren que su hermana crezca. —Tragué saliva—. De hecho, nos peleamos porque le dije que iríamos con varios chicos a la feria, eso le molestó porque es muy sobreprotector, ya sabes, como todos los hermanos, y por eso nos molestamos porque ya me harta que me proteja tanto, digo, ya casi tengo diecisiete años, no soy una niña y Owen me sigue viendo como una, así que me molesta que no me deje crecer y salir con chicos, y yo quiero salir para ya sabes…  

—Hasta el más ciego se da cuenta de que mientes, eres bastante obvia —me interrumpe—. Hasta se te ponen las orejas rojas. —Alzó un poco mi pelo para dejar al descubierto mis orejas calientes. 

—¡Eso no es cierto! —Le di un manotazo y me cubrí las orejas. 

—Mira, si por ahora no me quieres contar por cualquier razón que te lo impida, no hay problema, pero ten la seguridad de que puedes decírmelo en cualquier momento. Así sea sobre tu hermano, o sobre otra cosa.  

—Está bien, gracias. —Sonreí. 

Asintió. 

—Y ahora… —Se levantó y frotó sus manos—. ¿Hacemos una pijamada? 

—Creo que ya estamos muy grandes para eso. —Reí. 

—Uy, perdón, señora adulta, no se le vaya a caer los años por hacer una pijamada. —Alzó las manos. Solté una carcajada. 

—Ven, mejor te mostraré tu habitación. —Abrí la puerta y lo dirigí hasta el fondo del pasillo, en la última habitación. 

—Esta es —Señalé donde se quedaría a dormir—. Ahí está tu mochila. Por cierto, me preocupa que no hicimos las tareas por andar en la feria. 

—No importa. —Hizo un ademán—. Mañana las hacemos en las clases. 

—Bien. —Asentí—. Bueno, ya es tarde, así que buenas noches. 

—Hasta mañana. Descansa. —Me dio un beso en la mejilla. 

Lo dejé y me fui a mi habitación. Iba a quitarme la blusa para cambiarme con el pijama, pero me sobresalté cuando vi a Owen sentado en mi escritorio.  

—¿Ya se durmió tu amigo? —Entré en pánico. 

—¡¿Qué haces aquí?! —vociferé—. Owen, no estoy de humor para soportarte, déjame en paz y vete si no quieres que le diga a mamá todo lo que haces. 

Grave error. Solté un grito en cuanto sentí una fuerte y sonora bofetada. Mi mejilla no tardó en arder y palpitar. 

Owen me había golpeado, mi hermano me había pegado por primera vez.  

Toqué mi mejilla, estaba caliente y podía sentir los dedos marcados de Owen. Mis ojos se aguaron. 

—Lira, ¿tú gritaste? —Escuché a Noah al otro lado de la puerta—. ¿Estás bien? 

Miré a Owen y, en todo este tiempo y por sobre todas las cosas que me ha hecho, jamás había sentido tanto terror como ahora.  

—¿Lira? —Tocó la puerta. 

Un ardor se instaló en mi pecho haciéndome difícil respirar. 

—Sí, estoy bien. —Reprimí un sollozo—. Sólo me tropecé. 

—Me lo imaginé, descansa. —Escuché su risa y sus pasos alejarse. 

No retuve más las lágrimas. Lloré. 

—No. No llores. —Owen se acercó a mí y tomó mi cara entre sus manos—. Hermanita, lo siento, me enojé porque tú nunca me hablas así, sólo no lo vuelvas a haces. ¿Me perdonas? 

Lo miré con el odio y rencor que se merecía, pero suavicé mi expresión o si no me iría peor. 

—Está bien, te perdono —murmuré.   

Me dio un beso en la boca que me obligó a corresponderle. Sonrió y salió de la habitación.  

Me derrumbé en el suelo.  
 



#32610 en Novela romántica

En el texto hay: drama, amor, amoradolescente

Editado: 01.12.2020

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