Aunque no te pueda ver

Capítulo 7: Marc Heredia

La leí una y otra vez.

Tenían un aprecio al apartamento que por un momento se me hizo más grande de lo que era. ¿Estaría a la altura? Pensé que era una tontería, pero después de haber leído esa carta no pude pensarlo por mucho más tiempo. Sentía que debía respetarlo.

Doblé la carta y la metí en el sobre. Abrí el cajón y la guardé allí dentro. Después miré el reloj y me sorprendí ya que debía estar en la cafetería hacía unos minutos.

Salí del apartamento sin quitarme de la cabeza esa carta y me dirigí hacia mi puesto de trabajo.

Al ser el jefe podía hacer lo que quisiera. Pero yo no podía estar de brazos cruzados, así que unas veces atendía en la cafetería junto a Paolo y otras, que era lo que realmente hacía, atendía a las personas que entraban.

El BooksN'Coffee había sido siempre muy visitado y pocas veces te encontrabas la cafetería vacía. Ni en el cierre.

Mientras ordenaba unos papeles sobre un nuevo menú que incluía además del café de siempre, otros tipos y algo de comida, sonó la campana que avisaba de la entrada de un cliente.

- Buenos tardes cielo –la voz de Anabel me sorprendió.

- ¡Hola! ¿Cómo estás? –rodeé el mostrador para saludarla.

- Hoy que es miércoles y libro, estoy como una rosa. –dijo, con una amable sonrisa.

- Siempre estás como una rosa.

Se sonrojó.

- Una ya está mayor, querido. Por cierto... -me miró frunciendo el ceño- ¿es cierto que te has ido a vivir al apartamento de arriba?

Asentí.

- Me ha llamado tu padre y me lo ha contado. Estaba un poco triste pero no sé, le notaba raro, ¿le ha pasado algo últimamente?

Me reí y volví al mostrador.

- ¿Qué crees que le ha podido pasar? –le pregunté.

Anabel se acercó a donde yo estaba y se apoyó en el mueble.

- Algo bueno seguro.

Quise reírme pero de imaginármelo con la asistenta me revolvió el estómago.

- ¿Ha encontrado una mujer? –dijo inmediatamente. Tan deprisa que me sorprendió al no esperármelo.

- Se podría decir que sí.

No quise hablar más del tema y llamé a Paolo para que la invitara a un café. Fue un poco como deshacerme de ella pero sutilmente. La adoraba y la quería como si fuese de la familia, pero cuando sentía que entraba en terreno personal la conversación y me incomodaba, prefería cortar por lo sano.

De vez en cuando la gente entraba y salía. Compraban libros, encargaban leerlos por unos días o me preguntaban si teníamos café para llevar.

Idea que apunté en la lista de cosas para mejorar el negocio.

Miré el gran reloj que había colgado en la pared y vi que eran las 19:10. Hasta las 00:00 el BooksN'Coffee no cerraba sus puertas por lo que me planteé seriamente contratar a alguien.

Paolo llevaba conmigo en la cafetería desde que la heredé de mi madre. Era amigo de la infancia pero desde que trabajábamos juntos no teníamos mayor trato que el que teníamos en BooksN'Coffee. De vez en cuando, en el cierre, nos permitíamos el lujo de tomar algo y descansar.

Fue por ese recuerdo y saber que el cierre era muy tarde, que pensé en contratar a alguien para repartir los turnos. Al menos a tres personas. Dos, ayudando a Paolo y una en el mostrador.

Lo apunté a la lista de cosas para mejorar el negocio.

De repente la campana volvió a sonar.

- Buenas tardes. Venía a tomar un Caramel Machiatto.

No me imaginé ver a Carla a escasos metros de mí, con un vestido blanco corto y su pelo largo suelto y colocado hacia un lado.

Quise decir tantas cosas, que no salió ninguna.

Se acercó sonriente y se apoyó en el mostrador mirándome fijamente.

- Hola –dijo, sin dejar de sonreír.

- Hola –respondí, por fin.

- ¿Estás muy ocupado?

- Un poco pero, enseguida acabo.

En realidad si estaba ocupado y no pensaba acabar pronto. Tenía que llamar a varias empresas para encargar el nuevo menú, colgar un anuncio para conseguir trabajadores, tenía que archivar bastante papeleo y sobre todo, atender al personal que entraba a la cafetería.

De repente apareció Anabel detrás de mí.

- Marc, es mi turno. Puedes irte.

Me giré y la vi mirándome como si no pasara nada. Como si ella fuera realmente quien trabajaba allí.

La sonreí de oreja a oreja y la di un beso en la mejilla.

- Gracias –le susurré al oído.

- ¡Vamos, vamos! –Dijo, mientras me empujaba cariñosamente para quitarme de en medio.

Me acerqué a Carla que miraba la escena riéndose.

- ¿Caramel Machiatto? –la pregunté, casi en un susurro.

- Hoy me encantaría un Anochecer en el mar.

La pedí que me esperara un momento y subí al apartamento, cogí una toalla grande de playa y bajé. Ella se encontraba charlando animadamente con Anabel. Me detuve bajo el marco de la puerta que conducía a mi apartamento y la observé detenidamente.



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En el texto hay: accion, amor

Editado: 13.03.2018

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