Otis
Para Tobby,
Está nevando y me acordé que a ti te encantaba la nieve. Solíamos a hacer muñecos de nieves y nos empezábamos a tirar bolas de nieve entre los tres. Definitivamente la mejor época de mi vida. O cuando los dos nos quedamos en el primer puesto y ganamos tres trofeos en una misma noche y luego de eso salimos a festejar con los muchachos. También te gustaba esquiar, a mí también pero no era tan bueno como tú. Uno de nuestros juegos favoritos: el billar. Siempre te ganaba y tú, me culpabas de tramposo. Pasábamos horas riendo y contando lo que nos pasó en nuestro día. Recuerdo la primera vez que nos escapamos de la escuela, llovía muy fuerte y pasamos por desapercibidos. Aunque al otro día la conserje se fue a quejar y quedamos castigado los dos por tres días. Momentos inolvidables, con una persona inolvidable. Quizás nunca leas esto, pero te recuerdo que eres como mi hermano y solo anhelo el día en que nos reencontraremos. Puede parecer raro, pero en mi mente no es tan turbio como se lee.
Con mucho cariño, Elmo.
Guardo la carta en un sobre rojo dentro de una caja donde hay muchas más. Algún día las contaré todas para llevar la cuenta. Quiero saber que tan loco estoy, para no quedar peor. Salgo de mi habitación y enseguida siento algo frío en mis pies. Miro para abajo, y era pis de Chubby. Conté hasta diez y maldecí internamente a Zara por adoptarlo. Al parecer la dueña lo dejó ahí porque no tenía con que mantenerlo y ahora los nuevos dueños, somos nosotros. Los perros no me desagradan, pero esta parte, la detesto. Me limpio el pie como puedo, en el baño, y regreso para limpiar su desastre. Debería dejar que lo haga la señorita, pero seré bueno y lo haré yo. Escucho el abrir de una puerta, y por los ladridos del perrito, me pude imaginar quien era. Me asomo por el pasillo y efectivamente, era ella. Traía un suéter gris bajo un abrigo beige, un pantalón ajustado, botas del mismo color que el abrigo, gorro de lana y guantes, no puede faltar su bufanda y cartera. Dejó a Chubby en el piso y colgó el abrigo junto a su cartera en el perchero y se sentó. Yo no dije nada y le preparé su café. Habíamos creado un ambiente muy silencioso juntos y eso me agradaba. Respetaba mi silencio y yo sus charlas largas y a veces aburridas, pero era la única persona con la que ella podía charlar sin parar.
- Hoy tuve un día menos cansador. Cameron me ayudó bastante la verdad.
Arrugué el ceño. No me sonaba ese nombre. Jamás habló de una persona, siempre habla de los perritos y que se quiere traer a todos. Al parecer piensa que mi casa es una perrería o algo así.
- ¿Cameron? – pregunté mientras pasaba de página a mi libro.
- Oh… me olvidé de hablarte sobre él. Si, bueno, es un compañero nuevo. Ya hace una semana que trabajamos juntos y es de gran ayuda. Además de que es muy agradable y eso.
-Que bien.
- Y también sabe armar frases…
- Perfecto.
- Y me invitó a cenar.
Como si me importara que el camarón saliera con la ricitos de oro. Pensé que me contaría cosas de su trabajo, no de sus relaciones con los empleados de ahí. Se me fueron las ganas de leer, cerré el libro y lo dejé en la biblioteca. No estaba enfadado, no tenía razón, solo me sentó mal que insinuara algo raro con su tono de hablar. Solamente busqué una película para ver, solo, ya que Zara se fue a duchar. Chubby me hacía ojitos desde la pata de la mesa, era tan chiquito que apenas se veía. Le hice un gesto para que se acercara, y cuando lo tenía a mi alancé, lo senté en el sofá. Apoyó sus patitas delanteras y su cabecita en mi pierna izquierda. Mientras miraba “Rápidos y Furiosos 7” le hacía masajes, se estaba quedando dormido y por lo menos así, no me ensuciaría tanto la casa. Pero se despertó cuando escuchó las pisadas de unos tacones avecinándose por el pasillo. Apareció la rubia con un vestido rojo, unas medias negras, botas negras, chaqueta de jean y el pelo suelto. Sus dientes parecían mas blancos que de lo común con el labial rojo.
- ¿Qué tal? – preguntó dando una vuelta sobre sus pies.
- Aceptable – mentí. Estaba más que aceptable, pero no se lo diría.
- Hasta parezco un mueble mas de tu casa.
Reí internamente por el comentario. Era verdad, todo era tan rojo, todo era tan él. Ignoré el hecho que no pude ocultar del todo que me agradó su chiste y volví a mirarla. Se estaba despidiendo de Chubby y al instante, la puerta sonó.
- Chau Otis. Que tengas una bonita cena – dice mientras mueve la mano y cierra la puerta.
Muy bonita… Y muy solo también, solo este perro y yo.
Me acerco a la ventana y muevo un poco la cortina para poder ver bien. Un tipo con un gorro bastante feo, le abre la puerta y ella le sonríe como idiota. Eso ni siquiera era romántico. Dejé las cortinas como estaban y me fui directo a preparar la cena. Tenía una dieta que seguir y no la iba a abandonar, ni, aunque sea sábado y se me antojara mas una pizza… Al carajo. Marqué el número de mi pizzería favorita y a la media hora, estaba acá. Mañana tenía el día libre, si quería me podía quedar hasta las tantas despierto mirando muchas películas. Mi pierna se sentía caliente, era Chubby durmiendo muy cómodamente sobre ella. No voy a negar que me provoca ternura, pero no mas de ahí. No soy fan de los animales. Lo acomodo para poder levantarme y no despertarlo. Aprovecharía para limpiar y ordenar todo para mañana no hacerlo. Comencé con el salón y luego con la cocina. Mi habitación ya estaba correcta pero la de Zara… Quizás no debía entrar ya que era su espacio, pero no estaba, no se enteraría, o si. Da igual. Apenas entré y lo primero que vi fue el closet con toda la ropa en el piso. En mi opinión, la ropa, es algo muy íntimo y no debería tocarlo, pero también está mi lado obsesionista por querer tener todo en orden. Después de dejárselo mas que perfecto, continué con su cama y sin querer – no porque me guste chismear – terminé con su mesa de luz. Ahí encontré varias cartas diciendo cosas sin sentido que no entendí, y un par de fotografías, siempre eran las misma: una mujer adulta rubia, abrazando a dos niñas del mismo color de pelo. Entre ellas se parecían bastante, tal vez era su familia. No quise investigar mas, se podría enojar y me quedaría sin el cuento de la peluquería, hay algunos que me hacen gracia y otros no tanto.