Aunque ya no estés

Llamada desconocida

Zara

No entiendo nada de él. Es tan difícil como un laberinto. ¿Por dónde debo de empezar? ¿Cuál es su salida? Esto es agobiante. Entender a alguien que ni el mismo se entiende, me estresa. Hace unos días le agarró un ataque raro de celos y ahora… parezco un mueble mas de su casa. No me habla, no me mira, no me toca… No nada. Quizás por un lado está bien, para que las cosas no se confundan y se pongan tensas, pero por el otro… extraño su cercanía. Su olor exquisito. Dejo escapar un largo suspiro antes de seguir con el pastel de mi cumpleaños. Lo festejaría sola, ya que ni mi familia está acá, y mucho menos mis amigos. A Chubby le compré un hueso y un moño rojo. Yo me coloqué un vestido negro con mangas largas y unos tacones rojos. Íbamos combinados. No me podía faltar, un moño del mismo color encima de la ropa. Me causa gracia, porque cada vez que digo que parezco otro mueble de estos, realmente me parezco. Llevo el pastel al horno y lo dejo cocinar por cuarenta minutos. Aprovecho para llenar unas planillas que me dieron en el trabajo y observar unas grabaciones del ensayo de ayer. Grababa a las bailarinas para poder recordar exactamente cada uno de sus pasos. Al día siguiente, ya me lo sabía de memoria y las clases avanzaban cada vez mas rápido, para no decir que en dos semanas teníamos nuestra primera competencia. Realmente estaba emocionada por volver a sentir esa sensación donde el mundo gira a mi alrededor por tan solo unos minutos. Donde los problemas dejan de existir y el baile es la prioridad. Salgo de mis pensamientos cuando escucho la sirena del horno, la cual me indicaba que estaba en su punto perfecto. La retiro con mucho cuidado y la coloco encima de la barra. Ya la había terminado de decorar, solo le faltaba las velas, pero antes de que pueda hacer algo, la puerta se abre y deja a la vista a un hombre alto, con poco abrigo para la estación y un bolso, el cual queda en el piso a los pocos segundos. El perro corre y salta sobre él. Deja de jugar con el canino cuando posa su vista en mí, al igual que yo. No sé porque, pero involuntariamente le sonreí… y él me la devolvió.

- ¿Qué es todo esto? – pregunta mientras se acerca al pastel con algo de desconfianza.

- Chubby y yo estamos de festejo… – digo colocando la primera vela de diecinueve más.

- ¿Sobre qué exactamente? – dudé en decirle.

- Mi cumpleaños. – abrió mucho los ojos y la boca al mismo tiempo.

- ¿Cuándo esperabas decirme? ¿O era un secreto de los tuyos…?

Niego divertida y Otis también. Termino de colocar las velas y llevo el pastel a la sala, para dejarlo sobre la mesa de madera que hay en el centro. Otis trae los bocadillos que preparé anteriormente y los ordena. Chubby nos mira mientras mueve la cola. Se ve tan precioso que me dan ganas de sacarle una foto… Inmediatamente saco mi teléfono y le saco un millón de fotos. Otis renegaba atrás con algo que no entendía, pero cuando volteo, quedo sorprendida por completo.

- Hace bastante que no uso este tipo de ropa.

No sabía en que momento se fue, pero estaba con un traje y el mismo moño que yo. Su pelo estaba húmedo y bien peinado hacia un costado. Y ni que hablar de su olor. Me acerco a él con una sonrisa en mi rostro.

- Luces como un mueble más.

- Pero mucho más atractivo.

Ambos reímos y nos detenemos. ¿Qué estaba haciendo? No, ¿qué me estaba sucediendo? Realmente, minutos atrás me sentía mal por pasar otro cumpleaños sin mis seres queridos, pero ahora, es angustia que me pinchaba, desapareció de la nada. Es como si Otis cada vez que me hablara, me mirara o me tocara, curara una grieta. Como si fuera esa pastilla analgésica que siempre sabe donde nos duele. Mágico en pocas palabras. 

- ¿No vendrá nadie? – niego – Mejor así.

Para entrar a un ambiente tranquilo y de cumpleaños coloqué una canción de mi playlist. Me la sabía de memoria.

- Maybe I should stop and start confessing…

- Confessing, yeah – la continua Otis.

- Oh, I´ve been shaking…

- … I love it when you go crazy.

- You take me places…

- … baby, there´s nothing holding me back.

No podíamos parar de reírnos mientras cantábamos y “bailábamos” ya que la única persona que bailaba era yo. Él solo cantaba mientras me veía a mí bailar. Se reía en vez en cuando. La música cambiaba aleatoriamente, pero nos la sabíamos todas. Cuando mis pies me comenzaron a doler nos sentamos. Sabía que como consistía la dieta de Otis, así que preparé todo para que él pueda comer, menos el pastel de cumpleaños. En un principio prepararé todo pensando en que le estaría haciendo un favor, pero luego lo hice porque yo quería. Me estaba acostumbrando a este modo de vida y no me molestaba en absoluto. Mientras Otis se sirve un poco de jugo natural, yo saco mi celular para recordar este momento. Obligo al pelinegro a posar mientras sostiene a Chubby en sus brazos.

- A la cuenta de 3. – alzo el brazo y los tres quedamos dentro del margen – 1…2… y…3.

Chicks

 

Me despierto de madrugada porque siento mi garganta ceca. Miro la hora y me indica que son mas de las dos. Trato de hacer el menos ruido y llego a la cocina, a continuación, me sirvo agua en un vaso rojo… como no. Dejo de hacer lo que hacía cuando escuché mi teléfono sonar. Lo levanto de la barra donde lo dejé hace unos minutos y veo la pantalla.

“Número desconocido”

- ¿Hola? – silencio ­– ¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

- ¿Zahara… eres tú?

Tiro el vaso al suelo cuando no siento ninguno de mis músculos. Olvido como se respira y como se camina. La voz conocida sigue hablando, pero yo solo escucho un pitido que cada vez, es mas fuerte. Dejo el teléfono en la mesa y llevo mis manos a mis oídos. Intento poder volver a la normalidad, pero no funciona. Y la voz seguía y seguía. Quería gritar. Romper algo. Y de repente todo es blanco. Me veo a mí misma caminando hacía una puerta en el medio de la nada. Intento abrirla, pero soy incapaz ya que está cerrada con llave. De la nada, en las paredes sumamente blancas, aparecen letras negras desordenadas.




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