Aunque ya no estés

Señor musculitos

Otis

Y es aquí cuando uno se da cuenta la diferencia entre el bien y el mal. Cuando descubrimos que todo tiene una doble cara; algo bueno para mí, puede ser algo malo para otro. La subjetividad viene de la mano con todos. De ella aprendemos que todos somos diferentes, que nadie te verá, te amará, te deseará como lo hizo otro. Amar y odiar son distintos al experimentarlos, pero en algo se parecen: lo hacemos con cada parte de nuestro cuerpo, alma. Para decir que amamos a alguien, tenemos que hacerlo cuando nuestro corazón lo desea y nuestra anatomía se enloquece por completo, con un roce, caricia… Y si odiamos lo hacemos estando cociente que nada que haga esa persona, cambiará nuestra opinión, porque si no, no estaríamos experimentando la sensación de odiar. No son simples palabras, estas abarcan mucho, son demasiado complejas para ser usadas por alguien ignorante.

Yo no odio a mi padre, porque en un pasado lo amé con cada parte de mí, y se me hace imposible decir algo así cuando sé que es mentira. Para odiarlo no tuve que amarlo. Pero si estoy enojado, decepcionado, furioso, desconsolado por lo que le hizo a mi madre. Jamás lo perdonaré ni olvidaré, aunque el perdón sirva para avanzar y dejar todo lo malo en el pasado, no puedo. No soy lo suficientemente fuerte para eso. Suspiro. Estoy agotado de todo esto, de siempre tener que estar a la defensiva. Seco mi cabello y me envuelvo en la toalla. Cuando llego a mi habitación, veo a mi novia dormir sobre un libro. Lo retiro cuidadosamente para no despertarla, pero fallo.

- Shhh, duerme – le susurro y beso su frente.

- Te estaba esperando – dice en voz baja mientras acomoda su pelo.

- ¿Y se puede saber para qué? – pregunto divertido mientras me coloco mi ropa interior.

- He estado pensando sobre muchas cosas – comenta y yo entro a la cama.

- Te escucho.

- Mi hermana siempre tuvo el sueño de convertirse en una buena profesora para niños, ella los adora y… – hace una pausa para mirarme –, creo que la anotaré en una universidad, ¿qué dices?

- Me parece muy bien, pimpollo. Si es lo que Zaira desea – dejo un corto beso en sus labios, pero no sonríe. Parece algo triste – ¿Qué pasa?

- Ella no puede ir sola…

- Pero, Zara… La universidad de aquí sirve, ¿o no?

- Si, pero no es la que ella quería. Quiero darle la mejor vida.

- Y lo haces, pero no puedes irte cuando aquí hay una muy buena universidad y pública.

- Debería hablarlo con ella… Y si me dice que no, tendré que llevarla a Harvard.

¡Harvard! Joder… No queda tan lejos pero no sería lo mismo. Si ella se va ¿Qué sucederá conmigo? ¿Con nosotros? Es algo que no quiero pensar en este momento y en lo posible nunca. Me acomodo y la abrazo por detrás, acariciando su brazo.

- No soportaría estar lejos de ti… – susurro a su oído.

- Sabes que yo tampoco, pero mi hermana es lo único que me queda. Lo menos que quiero es perderla.

- Nada de eso sucederá. Si es necesario conducir por horas para verte todos los días, lo haría sin pensarlo dos veces – se da vuelta y con sus manos acuna mi rostro.

- Buenas noches, Otis – deja un beso en la punta de mi nariz.

- Buenas noches, Zara – la rozo con la suya.

 

Hace mucho tiempo que no presencio una pelea ni muchos menos participo. Hoy, junto a Lucas, hemos decidido venir a ver una, para pasar mas rato y charlar sobre muchas cosas. Cuando entramos al lugar los gritos de los espectadores dan la bienvenida. Tomamos asiento entre toda la multitud con buena vista al ring. Al parecer el partido ya estaba empezado y el de short azul va ganando. Pedimos algo para tomar con mi amigo y comer. Otra vez yo y mi dieta que ya no es tan dieta.

- Oye Otis – Lucas me golpea con su brazo en el mío – Mira aquella chica de allí.

- ¿Dónde? – pregunto intentado seguir su mirada.

- La que está en frente nuestro.

Cuando miro hacia donde me indicó, veo a mi novia sentada al lado de su amigo. ¿Pero qué mierda? ¿Qué hacen estos aquí? Inmediatamente me levanto y pidiendo permiso, trato de llegar hacia ellos. Mi amigo me sigue. Carraspeo para llamar su atención y de su cara de diversión pasó al terror. Esto era muy divertido.

- Otis…

- Zara – la saludo y luego miro al castaño de feo olor – Cameron.

- Un gusto verlo de nuevo.

- ¿Qué haces aquí, cariño? – tomo asiento a su lado y trato de agarrar su mano, pero la aparta.

- ¿Qué haces tú aquí, cariño? – me desafía con la mirada.

Escucho risitas a mi costado y era Lucas. Lo aniquilo con la mirada para que cierre la boca.

- Pues yo vine a pasar un buen rato con mi colega. ¿Y tú? ¿Desde cuándo te gusta el boxeo?

- Desde siempre – dice antes de darle un sorbo a su cerveza.

- ¿Ah, si? No lo sabía, pero siempre es bueno saber cosas nuevas – le guiño un ojo y noto como aprieta la mandíbula.

- Otis ¿por qué no vas con tu colega y me dejas disfrutar de este evento con mi amigo?

- Claro, espero que no les moleste que nos quedemos acá. Allá había mucho murmullo.

Rueda los ojos y deja de mirarme, para prestarle atención a los jugadores. Me comienzo a aburrir y como tengo a mi novia al lado y me encanta provocarla, con mi brazo derecho la abrazo. Me mira confundida pero no se aparta. Toma mi mano y entrelaza nuestros dedos.

- ¿Qué haces con este aquí? – le pregunto bien cerca de su oído, para que solo ella pueda escucharme.

- Me invitó y acepté. No hay mas misterio.

- ¿Te sostuvo la mano?

- ¿Qué?

- ¿Te tocó? ¿Te abrazó? – juego con su cabello para ponerla nerviosa.

- No… Si…

Arrugo mi ceño.

- ¿Y por qué lo permitiste? ¿No sabe que no estás disponible? – hablo muy bajo. Ella cierra los ojos y traga saliva.

- Es un amigo… Basta – pide cuando comienzo a pasar mis dedos por sus piernas desnudas.




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