Otis
Vida sin ella, no es vida.
Hace una semana que no salgo de mi casa. Hace una semana que me importa una mierda comer saludable. Hace una semana que no contesto llamadas ni respondo mensajes. Lo único que se hacer es llorar hasta quedarme dormido. Las horas pasan y el dolor no se va. No tengo ganas de seguir existiendo, pero lo haré por ella. Porque me enseñó que siempre hay que volver a reencontrarnos con nosotros mismo, aunque la cosa esté fea, pero es tan difícil… Siento como si me hayan robado algo muy preciado para mí, en realidad, eso pasó. Me alejaron de la mujer de mi vida. Cuando creí que todo estaba comenzando a mejorar, que por fin seríamos felices, que solo seríamos nosotros dos contra el mundo… todo se va a la jodida mierda.
Entierro mi cabeza en la almohada y comienzo a desahogarme.
Un mes sin ella.
Su entierro fue algo muy doloroso de ver. No quería que la enterraran metros bajo tierra cuando ella debería de estar conmigo, en nuestra casa o en nuestra luna de miel. Mi madre intentó acercarse a mí varias veces, pero la alejé. Junto a Zaira regresamos a la casa, y como siempre, ninguno dijo nada. Alimento a mi perro y subo a mi habitación de paredes rojas.
Lloro sin parar.
Tres meses sin ella.
Por fin logro despintar aquellas paredes que tanto me lastimaba ver. Antes de ducharme, me veo un poco en el espejo. Estoy realmente mal y lo peor, es que no me importa. La barba me creció, me salieron ojeras y algún que otro grano por abandonar la estúpida dieta que me autoexigía.
Cinco meses sin ella.
Es tiempo de sacarme esta horrenda barba. Me afeito y decido que también es momento para hablar con Zaira. Todo sigue doliendo como el día uno, pero ahora mi sufrimiento, es mas controlable. Me encuentro a la rubia comiendo cereal en la enorme sala de mi casa. Me siento a su lado y no me mira.
- ¿Aun quieres ir a la universidad?
- No.
- Bien.
No la iba a presionar. Todo llega a su momento. Preparo el almuerzo y me encierro en mi habitación.
Siete meses sin ella.
¿Duele? Un montón, pero cada día el dolor es un poco menos, pero siempre duele y dolerá. Hoy por fin pude ir a visitar a mi familia la cual no han parado de llamarme todos los días y yo como un idiota no he atendido. Ellas me reciben con un fuerte abrazo y me invitan a comer, accedo y paso el resto de la tarde aquí. Me niego a dormir en esa cama donde sobran recuerdos y de vuelta en mi casa.
Un año sin ella.
Un año desde que no la he vuelto a mirar, a besar, a tocar. Que no he aspirado su olor a frutilla. Hace un año que ya no cocinamos juntos ni fregamos, los cuales eran pequeños momentos con grandes significados. Para recordarla en todo momento decidí enmarcar algunas de nuestras fotos por el salón y nuestra habitación, pero también hice algo muy importante: me tatúe la fecha en la que nos conocimos y en la que nos casamos. Llego al cementerio y lo primero que hago es dejarle un enorme ramo de tulipanes amarillos. Limpio su lapida, concretamente donde dice “Zahara Hyland. 2002-2022”.
- Hace un año que no paro de extrañarte, de llorarte y de amarte. En el momento que te fuiste sabía lo que vendría. Sabía que otra vez me desarmaría por completo y tardaría años en armarme… ¿Pero sabes qué? No fue así del todo. Si estuve negado a continuar con mi vida durante muchos meses, pero luego recordé a mi hermosa mujer y lo fuerte que es. Ella no se rindió cuando perdió a Juliette, a su padre y a su madre, o cuando nos secuestraron y no durmió hasta encontrarnos. Entonces dije: “Yo también debo ser así de fuerte, es lo que ella querría, que continuara con mi vida”. Y es lo que estoy intentado hacer, amor… – me detengo cuando mi voz se quiebra y mis ojos se inundan de lágrimas que dejo caer – Prometo que cuidaré a tú hermana y a nuestro perro. Llevaré a Zaira a la universidad que ella quiera y seguirá con las terapias, yo haré lo mismo.
Toco suavemente su lapida y antes de irme digo:
- Aunque ya no estés, la llama seguirá prendida. Te amo, pimpollo.
FIN