Ausencia

Asencia

No te vayas... 

Escúchame... 

Estoy en el infierno, o algo parecido. No estoy seguro de estar soñando o estar cien porciento despierto, recuerdo haber tomado un montón de pastillas que mis padres tenían en el baño, sentí nauseas, cerré los ojos y desperté en nuestro departamento. Nuestro departamento estaba en el sexto piso de un edificio con otros siete pisos arriba del de nosotros. Traté de buscar a mis familiares, de llamar a emergencias, de mandarle un mensaje a mis amigos, a ella, ninguna de esas cosas con éxito. Recuerdo que estaba muy triste, vacío, como si algo me faltara. 

No traigo la ropa que tenía cuando me “fui a dormir”, traigo un suéter gris y un pantalón del mismo color, mis zapatos desaparecieron y fueron reempladazos con unas calcetas blancas. El infierno siempre me lo pintaron como un cono en espiral rodeado de fuego y diferentes tipos de castigos para las diferentes fechorías de personas, así como lo describió Dante. Y si mal no recuerdo, los suicidas eran convertidos en árboles secos que en sus ramas resguardaban el alma del “culpable” o varias almas al mismo tiempo, y que del cielo caían aves rapaces a hacerte sufrir arrancando tus ramas (toma en cuenta que eres parte del árbol), y creo recordar también que de la herida que te producía el ave brotaba sangre o el sonido de tus lamentos. 

Para empezar, no estoy ni seguro de estar muerto, ni de estar en el infierno, ni de nada en realidad. Todo está gris aquí adentro, la mesa del comedor que tenemos normalmente es color negro, y siempre tiene un mantel colorido tejido con hilo o estambre delgado encima; ahora está gris y no hay mantel alguno. Las paredes normalmente son verdes, y ahora la pintura se ve como si hubiesen pasado muchos años, la mayor parte está gris, con zonas de “pintura” despegada, y zonas en donde sí se puede apreciar un poco del tono verde que tenían antes. Mi madre pinta, le gusta mucho pintar paisajes o plantas, rara vez pinta personas porque dice que el resultado de esto son deformidades, y siempre que termina uno y le encanta, lo manda enmarcar y colgar en la pared, en nuestro comedor y cocina había dos, están ladeados y el vidrio de estos está roto; nuevamente el colorido de dichas pinturas se ha ido, uno de ellos es un árbol de moras, se pueden ver bien el detalle de los frutos del árbol, algunos rojos, algunos morados, algunos todavía verdes, otros tantos ya en el suelo, de fondo se ve que se está alejando una leona. Otro es un campo con la mitad de maíz y la otra mitad de trigo, el cielo tiene nubes espesas y que da la sensación de que cuando se junten van a descargar una tormenta violenta, un par de rayos de sol escapan por entre las nubes y si ves con cuidado las espigas y las milpas parece ser que se mueven al compás de un viento que te puedes imaginar. La alacena de la cocina está irreconocible, pareciera que el tiempo ya soltó su fuerza desgastadora y despreciable dejando una madera que a la vista se ve está podrida, unos vidrios llenos de polvo que logra esconder lo que hay dentro, un mueble de madera que tenemos junto al comedor se ha podrido y tengo la sensación de que si lo toco o pongo mi mano encima de él para apoyarme, o si trato de abrir su cajón o sus puertas, va a colapsar...  

Hay una ventana y al mirar hacia afuera puedo ver que en algunas partes hay más color que aquí adentro. En particular un cuarto del edificio que se ve en frente, está lleno de color, sus paredes son de color rosa y la ventana tiene unas cortinas bastante bonitas con la imagen de unas amapolas rojas. Quisiera recordar haber visto a las personas que están adentro de ese cuarto, pero la verdad es que no puedo, sé que vi algo, algo me convence de que lo hice, pero ese recuerdo se vuelve nebuloso en mi cabeza al mismo tiempo que se revuelve con otros recuerdos de un pasado lejano. 

Me duele la cabeza mientras estoy viendo por la ventana, en la ventana del color hay una fiesta, hasta acá puedo escuchar los gritos y las celebraciones. Junto a dicho cuarto hay uno igual, solo que éste es también color gris. Entrecierro mis ojos para tratar de ver bien qué hay adentro, hay cuatro sogas que cuelgan del techo, tienen en el extremo que cuelga un nudo como el que se usaba para ejecutar personas. Un escalofrío recorre mi espalda y empiezo a sentir un miedo paralizante mientras mis piernas y mis manos empiezan a temblar y noto un sudor frio que recorre mi espalda, comienza a humedecer mi frente y empapa enseguida mis axilas. Escucho entonces más aullidos y exclamaciones de felicidad, miro hacia abajo y veo que hay un desfile. Hay un carro con flores negras y blancas (en mi vida había visto flores de color negro), muchas personas que van festejando, lo lidera una mujer con una máscara de gas y falda, cabello rizado y esponjado, delgada, con lindas piernas cubiertas con medias negras un poco desgastadas, detrás de ella va un tipo con camisa de rayas blancas y negras; como la del “rock de la cárcel”, y un pantalón negro muy pegado a sus delgadas piernas y a su vez, detrás del sujeto ambientado en el “rock de la cárcel” va un hombre sin cabello, tan delgado que sus piernas parecen cerbatanas de bambú de alguna tribu de nativos, su mandíbula se puede ver fácilmente debajo de su piel, tiene una sonrisa nerviosa en la cara, va arrastrando un listón grueso de color rojo, no puedo ver dónde termina, el hombre se frota nerviosamente las manos mientras mira hacia todos lados, mira a los dos que están delante de él, mira los carros y banda que tiene detrás, y en uno de sus recorridos hacia arriba con la mirada parece que me mira a mí, me transmitió mucha tristeza y la sensación de que algo me falta, de que me falta algo por hacer, de que aún tengo pendientes... Me pregunto por qué no estoy yo ahí, parecen ir a un buen lugar… A uno mejor que este, quizás. 



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En el texto hay: soledad, infierno, depresion y suicidio

Editado: 04.05.2019

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