La mujer se pasó toda la tarde limpiando. El piso debía estar impecable para cuando su marido llegara. Ernesto llegó nervioso a casa. Romina, su amante, le había llamado para avisarle que ese día iría a su casa, y le contaría todo a su esposa.
No estaba seguro si lo había cumplido, así que se armó de valor y, mientras tragaba saliva, preguntó:
-Amor, de casualidad…tú, eh… ¿recibiste alguna visita hoy?
La mujer dirigió los ojos al piso, y miró una mancha de sangre que no había alcanzado a limpiar. Dio un paso a la izquierda, y la cubrió con el pie.
-No, cariño… no vino nadie – dijo con un tono dulce, y a la vez perturbador.
Editado: 04.05.2023