Tras una refrescante comilona de helados, volvemos al coche.
- ¡Dios que calor! - grito desesperado
Nos montamos en el coche y nos ponemos en marcha, vía a nuestro nuevo pueblo, Kwiyote. Ahí se dice que han sucedido los casos más paranormales del mundo, y nunca mejor dicho, porque nosotros vamos a la avenida que lo protagoniza todo, esa la avenida 614.
- Papá... ¿Cuanto falta? - pregunté algo cansado de estar en el coche.
- Nada, 1 hora solamente - respondió orgulloso.
A mi hermano y a mí nos encantaba contemplar los paisajes, intentando así llevar de una forma más amena el viaje, pero eso va cambiando al cabo de las horas, dado que nuestro propio trasero se terminaba cansando, y nuestros ojos de ver tantas cosas en movimiento desde un mismo ángulo.
1 hora después.
- Hemos llegado - comenta mi padre con un gran suspiro.
Apenas recibir la noticia, nos bajamos del coche, contemplando una casa medianamente grande, construida con madera, dicha construcción no nos transmitió mucha confianza a primera vista.
- Seguro que será mejor por dentro - susurré a mi hermano.
- Eh chicos, ¿Porque no me ayudáis a bajar esto? - preguntó papá, solicitando algo de ayuda.
- ¡Claro, papá! - afirmamos los dos de un grito.
- Sois encantadores - comentó nuestro padre con su gran sonrisa, mientras bajaba las primeras maletas del coche.
Nosotros fuimos corriendo a ayudarle, mi hermano y yo, nos encargamos de las maletas pequeñas, junto con nuestras mochilas, y mi padre de sus dos maletas grandes. A continuación, nos dirigimos a la casa, subimos las escaleras que conectaban con la puerta de entrada, al llegar a la puerta, pudimos ver qué era del año de la prehistoria, porque tenía un montón de grietas y defectos sin arreglar, a pesar de que seguía haciendo su función de puerta.
- Bueno...¿Preparados? - preguntó mi padre, algo nervioso pero muy alegre.
- Si - afirmamos igual de contentos, mi hermano y yo.
Al entrar pudimos ver, una gran cantidad de telaraña y polvo acumulado por todos lados, junto con un apestoso olor. Las antiguas paredes tenían un color a rojo granate, pero ya algo desgastado.
- Parece que hará falta alguna reforma - murmuro mi padre.
- Yo apostaría que hasta más de dos - comenta mi hermano, a raíz de lo que dijo mi padre.
- Y yo a que está encantada - dije nervioso, a continuación de lo que comentó mi hermano.
- Bueno, será mejor que empecemos cuánto antes - comentó mi padre.
A continuación, no pusimos manos a la obra, mi padre se encargó del salón y la cocina, Carlos de los baños y yo de las habitaciones, dejando así la nueva casa como nueva.