Anneth terminó en unos pocos minutos con su comida, la cual estaba realmente deliciosa. Sin duda, les daría las cinco estrellas.
—Eso estuvo genial —suspiró.
Ambas terminaron de comer, pagaron y salieron de nuevo al frio de la noche. Anneth echó de menos el espacio junto a la chimenea, por lo que no tuvo más que cerrar bien su abrigo y colocar correctamente su gorro. Milagrosamente, Madison no le había dicho nada sobre este.
—Está bien, ahora iremos a ver la ropa en la zona...
—No, ya te dije el plan. Es la única manera en que me quede con ustedes, ¿de acuerdo?
Anneth acabó con los planes de Madison inmediatamente. Ella no tenía ganas de ser arrastrada de nuevo a las tiendas de moda. Entre que no tenían dinero y odiaba hacerlo estaban las razones de su decisión.
Madison tuvo que aceptar a regañadientes y caminar junto a Anneth hasta la zona T de la ciudad, la favorita de ella. En esta, podían encontrar todo tipo de artefactos; televisores, celulares y computadoras, así como un producto especial que era la instalación de un pequeño procesador en el cerebro. Pietro estaba completamente en contra de eso, pero no era escuchado por los demás.
—Esto sigue siendo fantástico.
—Realmente no te entiendo, bueno, sí lo hago, pero eres algo extraña. No había ninguna mujer que se resista a las compras.
Anneth le dedicó una mirada a Madison mientras ella hablaba. Aunque la propia Madison había hecho cientos de estudios sobre la genética de diversos grupos de personas, nunca logró comprobar de manera científica sus palabras sobre la afinidad de una mujer por las compras.
Como sea, Anneth simplemente no estaba interesada en ello.
Ya con el rumbo decidido, ambas caminaron por las calles de la ciudad. La zona T estaba ubicada a unas diez cuadras de la torre de Central, por lo que no tenían que caminar mucho.
Las luces neón que distinguían a la zona T aparecieron frente a las chicas después de doblar una esquina. Madison pudo notar que los ojos de Anneth se abrían al observar a su alrededor.
—Supongo que el baño y dormir podrá esperar por un momento, ¿verdad?
—Si —contestó algo desganada Madison.
Al observar su reloj, vio que aún les quedaban dos horas para continuar su aventura.
Ambas caminaron por las calles concurridas mientras observaban todos los locales. Algunos tenían anuncios brillantes frente a los establecimientos, anunciando lo que vendían, mientras que otros tan solo tenían anuncios holográficos. Era difícil saber cual estaba en mejor estado económico, ya que los anuncios de neón no eran tan baratos, pero eran muy antiguos, mientras que los holográficos llamaban poco la atención y eran más económicos, pero denotaban mucha más modernidad.
En fin, Anneth decidió entrar a un local con el último de los tipos de publicidad. No alcanzó a leer el nombre, pero eso ni siquiera le importaba.
El dueño de la tienda salió rápidamente a atenderlas en el momento en que las vio entrar. Sabía del frío que hacía afuera, así que activó el sistema de calefacción de la tienda, algo que Anneth agradeció en silencio.
—Bienvenidas, ¿qué puedo ofrecerles? ¿Buscan algo en especial? —preguntó el dueño.
—Estaba buscando lo más nuevo que tengas, ¿podrías sorprenderme? —contestó Anneth con brillo en sus ojos.
La razón por la que había entrado a ese lugar es especial era porque había visto que, en su anuncio, estaba que eran los primeros en recibir los productos de cierta compañía que Anneth prefería. Aunque el nombre de Sirus Company no era muy conocido, para ella lo era todo. Había usado sus productos desde que era niña y les tenía cierto cariño.
El dueño pareció entender lo que Anneth le decía y caminó hacia la parte trasera de su tienda. Las chicas comenzaron a ver los productos que exhibían mientras esperaban.
En cada una de las paredes de la tienda, habían repisas que contenían los artefactos que la tienda vendía. Ninguno llamó la atención de Madison, mientras que Anneth se sentía como niña en dulcería. Había un brillo especial en sus ojos mientras registraba todas las formas de las cosas en venta.
Madison simplemente no lo entendía, aunque, si le preguntara a Anneth qué tenía de especial ese lugar, sin duda le contestaría que ella hace lo mismo cuando visitan una tienda de ropa.
—Tengo esto.
El dueño regresó con una pequeña caja en sus manos, adornada con el logo de la compañía Sirus.
—Espero que te guste.
Anneth tenía una idea de lo que el empaque contenía en su interior, después de todo, Sirus Company era la tapadera para una industria de creación de armas. Aunque esta compañía creaba e importaba artefactos tecnológicos en general, solo un pequeño número de sus empaques eran armas.
—Lo disfrutaré, háblame de esta. Maddy, lo que escucharás, tendrás que guardarlo, ¿no es así, dueño?
—Pareces saber mucho del tema, esto te gustará.
El dueño abrió la caja, revelando un pequeño anillo de color blanco puro con un grabado. Anneth abrió los ojos al momento de ver el contenido.
—Me gusta, ¿cuánto puede traer?
—Casi diez kilos —respondió el dueño.
—Me gusta, ¿trae su propio complemento? Me gustaría algo que se adapte a mi mano.
—Anny, me estás asustando realmente. ¿Estás segura que estarás bien?
Madison lucía algo confundida, ella no conocía esa parte de Anneth. Todo lo que sabía de ella es que no le gustaba la ropa que ella elegía y que no le gustaba relacionarse con la gente que ella no conocía. Algo simple, ¿no lo creen?
El dueño, ante la petición de Anneth, sacó un segundo fondo de la caja, dentro de la cual había una pequeña pistola de color beige. Parecía estar hecha en un plástico resistente, ya que el peso era mínimo. Anneth miró algo confundida cómo es que el arma no poseía un cargador. El vendedor rápidamente entendió y comenzó a explicarle.
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Editado: 15.05.2021