Pueblo Riting
Noviembre ocho
11:56 pm.
La cabaña se encontraba completamente oscura y fría, el invierno había llegado mas pronto de lo que debería al igual que la lluvia. Y gracias a la tormenta eléctrica la oscuridad se había apoderado de toda la cabaña.
Los ojos azules de Evangeline se encontraban completamente abiertos, cubiertos de miedo, de terror, pánico. Se arrastraba a duras penas por la alfombra del primer piso, cerca de la sala. Tenia la esperanza de llegar hasta la salida trasera y pedir ayuda.
La madera del piso de arriba crujía con cada paso, y las escaleras se encontraban próximas a aquellos pasos. Lágrimas empezaron a brotar de sus ojos mientras seguía arrastrándose. Trato de levantarse pero temía que sus piernas no se lo permitieran luego de caer del techo. Le dolían. Sus manos estaban cubiertas de sangre pero no era suya y no sabía a quien perecía.
Corre
— Mamá, Papá, Eitan. Lo siento, lo siento mucho.— Susurro al borde del colapsó, pero no podía quedarse, no más.
Llego hasta la manija de las puertas de vidrio e intento levantarse. No pudo. Escuchó los aquellos pasos bajar una a una las escaleras al otro lado de la habitación. No dudo mas y lo intentó nuevamente, el dolor era grotesco pero podía soportarlo, podía mantenerse de pie, alcanzó el seguro en la parte de arriba y ambas puertas se abrieron de par en par. Haciéndola caer nuevamente al suelo.
Sintió el aire frío sobre sus mejias y la lluvia mojar su rostro, un trueno resonó por toda la cabaña, Evangeline cerro sus ojos con fuerza. Varias imágenes pasaron frente a sus ojos cuando escucho los últimos tres escalones y un sin fin de suposiciones de como acabaría todo.
El crucifijo en su cuello le quemaba y las palabras de su progenitor resonaron en su cabeza. “Llegara el día en él que todo acabara, ten fe.” “Dios te ama mas de lo que creés.” “Cuando debas escapar, házlo. Pero cuando debas luchar, lucha, lucha con todas tus fuerzas, con fé, con Dios de tu lado.” Se puso de pie una vez más y aunque sus piernas flanquearan empezó a avanzar, viendo el bosque como su única opción.
— ¿Adonde vas Evangeline?— grito. — ¿Por qué te empeñas en siquiera intentarlo? No puedes escapar. De ellos, de todos nosotros.
Aquella voz tan escalofriante le hizo detenerse, apenas volteó y su apariencia le hizo retroceder varios pasos, observó cautelosa aquella bestia tan horripilante. Podía ver la sangre cayendo por sus largas uñas. Una sangre demasiado negra. Gracias a la iluminación de los truenos.
— ¿¡Ayúdame a escapar!?— Grito cuando algo rozo su espalda, algo filoso. Que cortaba su piel y dolía. Pero no se lo decía al moustró frente a ella, pedía ayuda a alguien más .
Aquel demonio disfrutaba todo su dolor, su sufrimiento, su miedo. Las luces parpadearon cuando Evangeline sujeto con fuerza aquel crucifijo y quedo incada en medio de aquellas puertas. Vio como estas se comenzaron a cerrar tan lentamente, y las lágrimas brotar desesperadas de sus ojos.
Los vidrios rozaron su piel al salir disparados en todas direcciones, pero se quedo ahí. Sintiendo abierta su piel, estaba destrozada. No podía más y aunque corriera no podría llegar muy lejos con eso siguiéndole.— Lo ves Evangeline, se acabo. Ni siquiera tu Dios podrá salvarte, la muerte te reclama y debes ir con ella para servirle.
— No.
De nuevo las luces parpadearon y todo comenzó a temblar, los ojos de aquel moustro se en blanquecieron mientras salia sangre de ellos, las uñas y dedos deformados se comenzaron a acercar a ella.— ¿Quieres saber quién asesinó a tu familia Evangeline?— Rio con fuerza y de una forma tan escalofriante que la hizo perder el control y se dejo caer contra el suelo, mientras lloraba desesperada.
— Basta por favor, por favor.— Grito cerrando sus ojos con fuerza.
Todo dejo de temblar y por un momento todo quedó en completo silenció. Evangeline levanto su rostro poco a poco, abrió sus ojos con el mismo miedo en el que los cerro. Una figura se encontraba delante de ella, interponiéndose entre el moustro que quería dañarla.
Huye,— le hablo mentalmente,— Huye antes de que sea demasiado tarde Evangeline.
Ella miro sorprendida la escena. Y recordó lo que le había dicho aquella mujer tiempo atrás. “Solo él que te salve podrá ayudarte a escapar, y solo a él le temerán inclusive la misma muerte.”
— Si no creés en Dios espero y puedas rezar, porqué ni siquiera él podrá ayudarte.— La voz del nuevo individuo hizo eco en la habitación al igual que la risa de aquel moustro despiadado.