La Traicion
La noche paso de repente ya era de madrugada, aunque parezca extraño era algo ameno charlar con él, sin embargo no podía salir de mi mente todo lo que había pasado y hecho, a cada momento me venía repulsión por este ser.
Me encontraba encogida sobre mi cama, mientras que él seguía en un rincón de mi habitación.
- ¿Por qué eres así? ¿Qué tenías contra mis padres?- lo pregunte con algo de temor.
- Estaba hambriento, salí a cenar y cuando salí de ese callejón solo los vi a ti y a tus padres, y no me pude contener, cuando estoy así no hay nada que me contenga, ni nada que me detenga, escucho voces en mi cabeza que me hacen hacer cosas que no me doy cuenta hasta que las hago, y simplemente me siento saciado.
- No entiendo, porque yo sigo viva.
- Lo que pasa es que cuando estabas inconsciente también reaccione, me sentí satisfecho, toda mi hambre se me paso y solo te vi ahí votada en el piso, de ahí solo me fui.
- Y ¿fuiste al hospital?
- Si, ese fui yo, estaba en un estado del que no podía salir, estaba hambriento y bueno desde que te sentí, no pude resistirme a tu olor.
- A ¿mi olor?
- Si, tienes un olor demasiado delicioso, peculiar.
- No entiendo ¿por que al final no me mataste?
- Porque desde que te conocí, siento que si tu desapareces… seria complicado para explicarte.
Yo me sentía tonta haciéndole preguntas tan sin importancia, hasta que se me ocurrió una sola pregunta que sería buena, y me ayudaría a comprender más su naturaleza.
- ¿qué es lo que eres?- él me miro a los ojos muy directamente y se fue acercando a mí.
- ¿Quieres saber realmente que soy?- yo solo asentí con la cabeza, mientras que se me acercaba aun mas.
- ¿enserio quieres saber quién soy? – se fue apoyando en mi cama mientras se iba acercando hacia a mí.
- Si - esa mirada que, no era de furia pero tampoco era de paz, era inescrutable su expresión.
- Soy un ser despreciable, soy el peor ser sobre la tierra, soy maldito por todos, soy un demonio.
Yo solo me quede pasmada al ver en sus ojos ese pesar de su naturaleza, se notaba que no estaba contento por aquello, ni mucho menos en paz.
- ¿Por qué eres eso?
- Porque era esto o era la muerte, si hubiera sabido de lo que realmente se trataba, hubiera escogido la muerte- Yo solo me quede tonta al escuchar su respuesta, la verdad no sabía que responder, solo me quede ahí mirándolo hasta que volvió a hablar.
- Preferiría que no cuentes esto a nadie, por tu bien- Yo cruce los dedos detrás de mi espalda.
- Te lo juro.
Él solo se acercó un poco más a mí, yo me asuste un poco y retrocedí un poco más, pero se acercó más como para darme un beso sin embargo no lo hizo, en un parpadear desapareció.
Yo solo me recosté, pensé un poco en lo que había hecho, la verdad nunca jure pero como podía hacerle un favor al ser que mato a mis padres, me parecía tonto y estúpido, así que haría todo para hacerle vivir un infierno mientras yo pudiera, me quede sin padres por su culpa, y no lo iría a perdonar; me dormí a la mañana siguiente una de las novicias me despertó, me cambie a una ropa de diario, y fui a ayudar en la cocina, ya que todos los que vivíamos ahí teníamos que ayudar, hasta que llego la hora del almuerzo, los tres chicos que se me acercaron el día anterior volvieron a sentarse en la misma mesa que ayer, no pude contenerme más.
- Muchachos, no sé cómo decirles esto tengo que decirles una cosa.
- ¿Qué cosa?- pregunto Tom
- Bueno, ustedes ¿saben cómo detener a ese ser que mato a sus padres?
- La verdad no, pero estamos preparados, sabemos cómo paralizarlo.- asintieron el resto con mucha seguridad.
- Bueno, la verdad es que me sigue persiguiendo, no les dije esto el otro día pero me viene persiguiendo desde que estuve en el hospital, ayer vino en la noche a atacarme otra vez, pero estaba un poco mas pasivo, así que lo más probable es que venga de nuevo a mi habitación esta noche.
- Está bien, lo agarraremos nosotros esta noche, y haremos lo que sea para destruirlo, si no las monjas pueda que nos ayuden, de todas maneras son religiosas, es posible que sepan más de estas cosas.
Estuvimos planeando lo de esa noche, toda la tarde mientras paseábamos a los alrededores del orfanato, hasta que una de las monjas nos encontró.
- ¿Qué hacen por acá?
- Estábamos paseando- respondí, pero ella me miro como si me faltara decir algo, y no se me ocurría que decir, hasta que Ernesto me interrumpió.
- Estábamos paseando por el lugar Sor Piedad.
- Bueno, pero recuerde joven Ernesto, a las cinco tiene que ayudarnos a limpiar el comedor.
- Está bien Sor Piedad.- La monja se fue y yo lo único que hice fue mirar raro a Ernesto, total no entiendo porque solo se refirió a él y no a nosotros tres también.
- Mira Isabel, esa monja tiene el fetiche de que al terminar una oración se le diga “Sor Piedad”, que de piedad no tiene ni la “o”.
- Pero piedad no tiene “o”
- Exacto, y segundo te habrás podido dar cuenta que soy el mayor que todos, es porque tengo veintiún años.
- ¿no se supone que dejas el orfanato cuando cumples la mayoría de edad que son dieciocho?
- Se supone, pero si no tienes dinero, ni una gran profesión ni nadie que quiso pagarte un curso de ¿cómo vivir en el mundo?, así que tienes que hacer caridad o tener un buen trabajo que no necesitar un título, y la monja fue muy amable de darme empleo aquí, si es que se puede decir amable.
- Tiene un poco más de sentido.