—Gala es una tonta —Blake soltó un gruñido.
Levantó su rostro a las oscuras nubes de tormenta como si fuesen la cosa más interesante del mundo, dejando entrever las visibles marcas que contraían su perfecta cara muestras de su ira y frustración.
La semana había concluido, tiempo en el que la pequeña Brenton se había encargado de evitarlo en todo momento de forma magistral. Desde lo sucedido en la habitación de Gala, esta había optado por no dirigirle la palabra a menos que fuese estrictamente necesario, así como también trataba de estar el menor tiempo posible con él a solas y en el mismo espacio vital. Pero si esa niña creía que con eso se podría librar de él, así como así, estaba muy, muy equivocada. Tal y como había pasado hace algunas horas cuando los alumnos se hallaban reunidos en sus salones para dar inicio al estúpido juego de saber quién sería la persona que a partir de la próxima semana se encargaría de asistirlo en su hogar, algo que no le inquietaba en lo absoluto, conocía de antemano el resultado de esa absurda perdida de tiempo.
Las miradas acusadoras y llenas de resentimiento, los murmullos y habladurías mal intencionadas no se hicieron esperar después de que la directora les diera a conocer que Gala Brenton, sería la elegida y aún responsable de cuidar de cierto joven, quien no podía evitar sonreír victorioso al ver que la ilusión de la chica que por un instante pensó en deshacerse de él, se hacía añicos en ese par de ojos cobrizas.
La vio afianzar sus puños y sin más cogió sus pertenencias y ante la vista de todos, salió disparada a la puerta sin importarle los llamados de atención por parte de la directora para que regresara al aula.
Marchaba a zancadas no pudiendo creer aún en su mala suerte. Esa misma mañana al despertar estaba tan feliz, tan alegre y tan... ¿Tranquila?, sí. Definitivamente se sentía tranquila al haber creído que no tendría que verle la cara a Blake Riker en la privacidad de su hogar. Respiraba con tanta calma al imaginar que por fin lo tendría lejos para que no despertara en ella esas sensaciones tan extrañas y a la vez profundas que no paraban de confundirla e inquietarla, las cuales eran capaces de romper todo tipo de límite o atadura que impusiera para protegerse de ese hombre de ojos tan oscuros e intimidantes como la noche que parecía controlarla cada vez que la veía.
Estaba por girar en la esquina del pasillo que la llevaría al jardín trasero cuando de pronto sintió como su cuerpo era arrojado sin mucha delicadeza a una de las paredes contiguas. Sus quejidos de dolor no se hicieron esperar al hacer contacto con la dura superficie, paralizándose al toparse con Blake aprisionando sus manos con rudeza, en donde sus pupilas la escudriñaban minuciosamente como si deseara devorarla por entero.
Gala cerró sus ojos por mero instinto al sentir el esfuerzo que parecía hacer por respirar con normalidad frente a ella, viéndose en la necesidad de retirar su rostro de ese incauto contacto que empezaba a perturbarla. Se recriminó ante eso, no pudiendo evitar maldecir de paso a Blake. ¿Por qué rayos todo parecía complicársele desde que él había entrado en su vida? ¿¡Por qué!?
—¿Por qué te empeñas en evitarme? —Blake exigió conocer impidiendo cualquier otra acción que no fuese el que deseara por parte de Gala, recordando que era la primera vez en días que disfrutaba de su agradable calor y cercanía.
Acercó su rostro hacia el terso cuello de la castaña, permitiendo que sus sentidos se reanimaran con ese embriagante aroma que había anhelado el volver a sentir tan cerca de su propio cuerpo, tal y como lo hacía ahora.
—No lo comprendes, ¿cierto?, ya es imposible que me alejes, pequeña Brenton —le dijo él con pausa, concediéndole a sus labios la oportunidad de descansar sutilmente sobre el hueco de su hombro, desconcertando por completo a la chica ante sus palabras y, a decir verdad, de alguna extraña forma incluso a él le habían turbado, ¿la razón?, la ignoraba.
Sus memorias viajaron a días atrás cuando por unos instantes esa tentativa boca había sido toda suya, una acción que había surgido en ambos sin la necesidad de palabras de por medio. Sin notarlo soltó el agarre con una de sus manos y la llevó hacia el rostro asustadizo de Gala, quien de inmediato se removió en su puesto ante su cercanía tan repentina. Esa placentera corriente de electricidad se deslizaba por cada uno de sus poros aumentando aún más su ansiedad por acercarse a ella. Despertando en sí, el deseo de tenerla para él, sólo para él.
Contrajo sus parpados ante el mar de sensaciones que experimentaba, la desgarradora sed que día a día torturaba su garganta se intensificaba de forma agobiante con el sólo hecho de tocar sus cálidos labios entreabiertos por la intromisión que sus impetuosos dedos hacían al deslizarse una y otra vez como si reviviera ese súbito contacto entre ellos. ¡Demonios! anhelaba tanto besarla, hoy más que nunca.
—Eres como una adicción... —habló Blake con un dejo de enojo a tan solo centímetros de probar la dulce boca de la joven que sin más esquivaba su mirada.
Se sentía tan vulnerable, tan patético y tan malditamente débil ante su mera cercanía. ¡Por todos los Dioses!, ¿qué demonios le había hecho esa niña? Jamás había dependido de nada ni de nadie para vivir su vida, ¡por favor, ni siquiera del estúpido de su hermano!, pero ahora ya no era él mismo y eso era algo que francamente ya no soportaba.
—Eres una maldita enfermedad... —se lanzó hambriento a sus labios, aunque no logró tocarlos debido al movimiento de Gala que en solo milésimas de segundos había retirado su cara fuera del alcance de Blake.
Frunció el ceño al ver la reacción de Brenton y sin importarle demasiado, repitió la operación recibiendo el mismo resultado. Ella ya no permitiría que la tocara, se lo había dicho, ¡no!, más bien se lo había gritado a la cara aquella última noche.
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Editado: 19.08.2022