Azalea: Bienvenida a Oneiro

7- actala

—Deberíamos darle té de mineos, cuando la encontraste estaba igual y eso hizo que despertara.

Por segunda vez en mucho tiempo, había vuelto a oír la voz del padre de Ileos. Parecía ser que ese hombre solo aparecía en las peores situaciones. 

—Padre, ya te he dicho que no creo que eso sea necesario, esta ocasión no es como la anterior, solo se ha golpeado al caer al suelo, no ha viajado de su mundo al nuestro. 

Aquel era Ileos, ya comenzaba a preguntarme dónde estaba, no me apetecía tener que hablar con su padre a solas. Aquel hombre, que era igual a su hijo, tenía una presencia mucho más imponente y una mirada más fría que Ileos; él parecía más una imitación en comparación a su padre.

—Ileos, serás mi sucesor, pero aún no tiene mi conocimiento. Lo mejor será darle el té. 

—Padre…  

—No se hable más, Ileos. 

Escuché los pasos del padre de Ileos alejarse, fue entonces que decidí que era momento de abrir los ojos, sentía curiosidad por el té, pero no quería probarlo. Cuando abrí los ojos, lo primero que vi fue a Ileos, que estaba de pie junto a la cama en la que estaba tumbada, cuando vio que abría los ojos me hizo un gesto de silencio, sabía que se refería, era obvio que no quería que dijera nada sobre lo que me había mostrado ni hiciera ninguna pregunta delante de su padre. 

—La universal ha despertado, padre. 

Me incorporé en la cama y vi como Taraxak, el padre de Ileos, volvía a entrar en la habitación. 

 —Azalea, bienvenida a Oneiro de nuevo. Mi hijo ya me ha contado que te caíste en tu cuarto, él escuchó tu grito mientras caías y corrió a socorrerte. 

Asentí con la cabeza, mordiéndome la cara interior del labio en un intento de aguantar la risa. 

—Visto que estás bien, mi hijo y yo nos marchamos. Además, por esta ocasión, dejaremos la puerta abierta, por si llegases a necesitar algo o vuelves a sentirte mal. Recuerda que mi habitación está al fondo del pasillo, y en caso de emergencia, la de Ileos está frente a la tuya. 

No supe qué decir, así que simplemente asentí con la cabeza. Taraxak, tan serio como lo recordaba, no parecía estar muy dispuesta a charlar. Mientras se marchaban, Ileos me hizo un casi imperceptible gesto con la mano indicándome que volvería más tarde. Moría de ganas de hacerle preguntas, pero sabía que debía esperar el momento indicado. 

******

La chica que había venido las últimas veces había vuelto a quitar la tabla. Eso significaba que ya había pasado un buen rato desde que Ileos y su padre se habían marchado y yo, como una idiota, seguía pegada a la puerta, esperando a que el ángel volviera y respondiera a todas las preguntas que quería hacerle. Cuando la chica se marchó decidí que era hora de tomar cartas en el asunto y cumplir con una de esas ideas que solo a mí se me ocurrirían.

Iba a colarme en la habitación de Ileos. No podía prmitir que se marchara y me dejara con todas las dudas. Taraxak había dicho que por esta vez dejarían mi habitación sin el pestillo echado, y la de Ileos estaba justo enfrente, ¿qué riesgo había? 

La habitación de Ileos podría estar cerrada. 

Que alguien me viera saliendo de mi habitación y entrando en la de Ileos. 

Que Ileos estuviera con alguien en su habitación. 

Que alguien fuera a buscarme mientras no estaba.

Sonreí, el riesgo valdría la pena. Con sigilo, agarré el pomo de la puerta y, echándole un último vistazo a la ventana por la que el día antes había intentado escapar, abrí la puerta. 

Asomé la cabeza, rezando mentalmente porque no hubiera nadie para ver cómo huía de mi habitación. Suspiré al ver que no había nadie, salí a toda prisa, manteniendo la puerta abierta, y me lancé a coger el pomo de la puerta de Ileos, efectivamente, estaba abierta. Si no fuera porque era una misión sigilosa, habría saltado de alegría. Cerré la puerta de mi habitación y entré en la de Ileos, cerrando la puerta detrás de mí. 

Miré a mi alrededor, buscando a Ileos con la mirada; no estaba. Observé los muebles, era de un tamaño parecido a la mía, incluso había un árbol tapando la ventana. Pero la decoración mostraba que, al contrario que yo, Ileos llevaba toda su vida viviendo en esa habitación. La cama estaba deshecha y una de las almohadas estaba apunto de caer. Tenía algunas estanterías con libros, las paredes eran iguales a las mías, pero tenían distintas cosas colgadas, había distintas figuras sobre la cómoda y un montón de fotos. Me acerqué a ellas, queriendo observar a las personas que salían en las fotos, pero, antes de poder hacer nada, escuché pasos en el pasillo. Por instinto me arrojé al suelo y rodé debajo de la cama. La puerta de la habitación de Ileos se abrió, dejándome ver unos pies que se movían por la habitación y escuchar la voz de una personas hablando en otro idioma. Escuché atenta lo que decía hasta que oí mi nombre “Azalea”. 

Yo había escuchado a esa misma voz decir mi nombre. 

Había escuchado al dueño de la habitación en la que estaba decir mi nombre. 

Suspiré, dejando ir todo el estrés por la idea de poder ser descubierta y rodé hasta salir de mi escondite debajo de la cama, choqué contra los pies de Ileos, que miró hacia abajo de forma instantánea. 

—¡Azalea! —murmuró al verme. Extendió una mano hacia mí para ayudarme a levantarme. La tomé y me incorporé. Cuando estuvimos frente a frente (aunque no exactamente, porque él era más alto que yo) pareció darse cuenta de la situación— ¡¿Qué haces aquí?! ¿Eres consciente de lo peligroso que es lo que estás haciendo? 

Ileos no dejaba de murmurar, no sabía por qué, cuando él estaba en mi habitación no nos molestábamos en controlar el volumen de la voz, así que yo también hablé en voz baja. 

—Quería respuestas y tú no aparecías por ningún lado, así que decidí tomar medidas drásticas. 

—¡Pues toma medidas drásticas cuando solo te influyan a ti y no a mí! ¿Sabes lo que me pasarías si te vieran en mi cuarto?



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En el texto hay: fantasia, mentiras, romance

Editado: 19.03.2022

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