Desperté muy temprano esta mañana, estaba emocionada, este día comenzaba un nuevo capítulo en mi vida. A partir de hoy seré la doctora, Isabella Fonseca; ya planché mi bata de médico hasta dejarla sin una arruga y mi mamá le había bordado mi nombre en una hermosa letra cursiva por encima de la insignia del hospital, no quise decirle que me darían una plaquita con el nombre, no me atreví a quitarle esa ilusión, esa placa se la pondría a la otra bata.
Me bañé, me vestí de forma sencilla como solía hacerlo siempre, con un vaquero azul claro, una camisa básica blanca, una chaqueta azul marino y unos zapatos deportivos, amo los zapatos deportivos, siempre que puedo compro nuevos. Recogí mi cabello en una cola alta con una trenza, así evitaría que se soltara, porque al tener el cabello tan lacio mantener una cola en su sitio era todo un desafío.
Mis turnos en este semestre serían diarios de doce horas, salvo los viernes que nos corresponde ir a la universidad, ya los últimos seis meses sí me tocará horarios de medio turno de lunes a viernes porque tendremos que hacer la tesis de grado para podernos graduar. Deseaba que llegaran pronto esos últimos seis meses para poder estar únicamente en el área de Neumonología.
Iba de salida cuando mi mamá venía llegando, nos dimos un fuerte abrazo mientras me daba su bendición y salí, rumbo a la estación del metro. Como el hospital estaba cerca del café de Celina, me tocaba recorrer las mismas cuatro estaciones de siempre. Me hubiese gustado ir por un café y saludarla, pero era mi primer día, no quería arriesgarme a llegar tarde.
Cuatro estaciones y tres cuadras después, estaba al frente del gran Hospital General de la ciudad, sintiendo miles de mariposas en mi estómago, era como una niña pequeña cumpliendo sus sueños. Inhalé profundo llenando mis pulmones de aire, sintiendo la presencia de papá aquí conmigo.
—Vamos Isa, tú puedes— me animé en un susurro valiente.
Con paso decidido pasé por las puertas del hospital encontrándome a varios de mis compañeros de facultad, ahí pude ver como Arturo venía sonriendo hacia mí.
—Doctora Fonseca, qué gusto verla. —me divertí con su juego, le seguiría la corriente.
—Doctor Castro, también estoy feliz de verlo —reímos como tontos—. ¿Cómo estás?
—Ansioso, he esperado esto por mucho tiempo, es hora de demostrar lo que sabemos, Isa.
—Así es, es hora.
—¡Hey chicos! —nos gritó Karla, quien venía caminando hacia nosotros—. ¿Cómo están?, ¿ya se enteraron?
—No, ¿qué pasó? —preguntó Arturo.
De nosotros era, claramente, el más competitivo y ansioso.
—Me enteré de que nos van a dividir en dos grupos, estaremos a cargo de excelentes médicos en el área, pero eso no es lo mejor. —hizo silencio, manejando el suspenso, a Karla le encantaba el drama.
—¡Ay, ya, dinos! Vas a matar a este hombre de un ataque de ansiedad. —se divertía, podía verlo.
—Uno de esos doctores es nada más y nada menos que Sebastián Arismendi.
—¡Woow!, no lo puedo creer, ojalá me toque con él. —ok, oficialmente me sentía como una ignorante, no tenía idea de quién era él.
—Chicos, disculpen, ¿quién es él? Hasta donde sé, por ese apellido solo me suena el famoso médico, Raimundo Arismendi. —comenté tratando de encontrar en mi cabeza si conocía a ese doctor.
—Siempre tan perdida mi adorada Isabella. Sebastián es el hijo de Raimundo y se puede decir que ha demostrado ser incluso mejor que su papá. Ejerció muchos años en el exterior y ahora está de regreso aquí ocupándose del legado y la clínica de su padre, lo malo es que se dice que es muy duro con los pasantes y no le gusta la debilidad. —explicó, frunciendo la boca.
—Bueno, ya descubriremos realmente como es el doctor, Sebastián Arismendi. —dije mientras mis amigos afirmaban con la cabeza.
En eso vimos a una mujer algo mayor, pero bien conservada, de quizás cuarenta y cinco años más o menos, vestida con su bata de médico sin usar uniforme. Era muy bella, a decir verdad; elegante, alta, estilizada, y con gracia caminó hacia nosotros.
—Doctores, buenos días, sean bienvenidos todos al Hospital Central. Soy la doctora, Janet Aponte, subdirectora de este hospital. Espero que entiendan la responsabilidad y el compromiso que adquieren a partir de hoy, confío en ustedes, en su amor y en su vocación por esta carrera. Por favor, vayan todos con la enferma Estela, ellas los guiará a los lockers para que se cambien y guarden sus pertenencias, nos vemos aquí en un rato.
La enfermera Estela resultó ser una señora rellenita muy amable, la cual nos guió hasta nuestros lockers, allí nos cambiamos y nos pusimos nuestro muy ansiado uniforme. Todos reían e intercambiaban palabras, pero yo solo podía estar concentrada, sumida en un profundo silencio.
Nos dirigimos de nuevo al punto de partida, encontrándonos otra vez con la doctora Janet. A su lado estaba otro doctor relativamente joven, pero este sí tenía puesto el uniforme de color azul oscuro, era un rubio, alto y apuesto, al llegar hasta ellos nos saludó con una sonrisa.
—Buenos días, doctores, sean bienvenidos. Soy el doctor, Rodrigo Muñoz, estaré a cargo de la mitad de ustedes, la otra mitad o el otro grupo, será guiado por el doctor Arismendi que debido a un contratiempo en el quirófano viene con algo de demora, ya debe estar por bajar, esperemos un poco, pueden ir por un café si así lo quieren, nos veremos aquí en treinta minutos.
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Editado: 30.03.2024