Azrael: Redención Eterna (bilogía Arcángel - Libro ll)

Capítulo 33: La Profecía del Alba

El amanecer se alzó con una luz inusualmente dorada, como si el cielo contuviera el aliento ante lo que estaba por suceder. En el corazón del santuario, Isabella despertó con una sensación extraña en el pecho: una mezcla de paz y urgencia.

Azrael no estaba en la cama, pero esta vez no corrió alarmada. Lo encontró afuera, en el claro, con la mirada fija en el horizonte. Su silueta recortada contra el cielo parecía parte del paisaje, y sin embargo, más viva que nunca.

—Lo sientes, ¿verdad? —preguntó él sin mirarla.

Isabella se acercó, abrazando su torso por la espalda. El calor de su cuerpo la envolvió, pero era su presencia lo que le daba seguridad.

—Sí. Algo se está moviendo. Como si el mundo estuviera conteniendo la respiración.

—Porque está a punto de exhalar.

Ambos guardaron silencio. El rocío brillaba sobre la hierba, y en el viento flotaba una vibración que no pertenecía a la naturaleza. Algo antiguo… algo que había esperado siglos para despertar.

Kael se agitó en su vientre. No era un simple movimiento; era un pulso, una llamada.

—Azrael… —susurró Isabella, con los ojos abiertos por la sorpresa—. Él… está intentando comunicarse.

Azrael giró lentamente, llevando una mano a su abdomen. Cerró los ojos. Entonces la escucharon.

Una voz.

“El equilibrio ha sido roto. Pero aún hay tiempo… si se restaura la alianza sagrada.”

—¿Qué significa eso? —preguntó Isabella, con la respiración agitada.

Azrael alzó la mirada. Ya no era solo un guerrero. Ahora era padre, protector… y algo más.

—Significa que no solo debemos detener a Sariel… debemos restaurar la esencia misma del pacto original. El que unía al cielo, la tierra… y a los guardianes de ambos mundos.

—¿Los arcángeles?

—Los que quedan. Pero no bastará con fuerza. Necesitaremos la verdad. La completa.

Justo en ese momento, una figura emergió del bosque. Era Elías.

—Han comenzado a moverse —dijo, sin necesidad de preámbulos—. Sariel y Lilith han cruzado el umbral. No atacarán el santuario. No todavía. Quieren que vayas a ellos.

Azrael frunció el ceño.

—¿Por qué?

—Porque hay alguien que quiere hablar contigo antes de que todo comience.

—¿Quién?

Elías dudó. Y entonces lo dijo:

—Mikael.

Isabella contuvo el aliento. Azrael dio un paso atrás, como si el nombre le hubiese golpeado en el pecho.

—Eso no es posible. Mikael… fue sellado.

—Ya no —respondió Elías—. Y si realmente quieres comprender lo que está en juego… debes verlo antes del amanecer de mañana.

Horas más tarde, Isabella observaba a Azrael mientras él preparaba sus armas. No era el mismo ángel que conoció. Y aun así, lo era completamente.

—¿Tienes miedo? —preguntó ella.

—Sí —respondió él con sinceridad—. Porque por primera vez, tengo algo que perder.

Ella sonrió suavemente.

—Entonces lucha por eso.

Azrael asintió.

—¿Y tú?

—Yo protegeré lo nuestro. Pase lo que pase.

Se besaron con una intensidad silenciosa. No había necesidad de palabras. Sabían que cada segundo era un regalo.

Mientras Azrael se preparaba para partir al encuentro de Mikael, el cielo comenzaba a tornarse más gris. Las sombras se alargaban. Y en los límites del mundo visible, el eco de antiguas verdades comenzaba a resquebrajar las mentiras que habían sostenido siglos de conflicto.

El tiempo del juicio estaba cerca. Pero también… el tiempo de la revelación.




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