—¡Chicos, despierten, vamos a llegar tarde a clases! —grité, luego de percatarme la hora en mí celular.
— ¡Ah!, ¿qué sucede? ¿acaso viene el presidente? —dijo Nathaniel.
—Muy gracioso—rodé los ojos—. ¿Acaso no escuchas lo que te digo? Vamos a llegar tarde a clases—repetí una vez, ofuscada.
—¿Qué sucede chicos? —se quejó Danielle, somnolienta—, ¿por qué están gritando tanto?
—¡Ay, no puede ser! —vociferé—, ¿otra vez debo decirlo? Son las 9:00 a.m. llegaremos tarde a clases.
Danielle me miró con recelo, como si estuviera dudando de algo, y entonces dijo:
—Cariño, ¿te encuentras bien?
—Claro que sí—dije segura de mí misma.
Me miró nuevamente como examinándome, respiró profundamente y puso sus manos sobre mis hombros para decirme:
—Entonces... —aspiró aire una vez más—. ¡Por qué rayos nos despiertas como si fuera el fin del mundo diciendo que llegamos tarde a clases cuando es sábado!
Me tomó un minuto analizar lo que acababa de decirme, verifiqué en mi celular que día era y mi cara se tornó roja como un tomate de la vergüenza. Efectivamente era sábado sin más dije lo único que se me ocurrió para desviar la atención.
—Eh... ¿y qué quieren de desayuno, chicos?
— ¡Nada! —gritaron— ¡Sólo déjanos dormir!
— ¿Qué sucede niños? ¿ahora por qué discuten a estas horas de la mañana? —preguntó a mamá quien se encontraba en la puerta.
—No es nada, Señora Sarah, pero sería bueno que Elizabeth se pegue el calendario en la frente—recalcó Danielle.
Mi mamá intentó contener la risa, y dijo:
—¿Otra vez los levantaste diciendo que llegaban tarde?
—Sí—dije avergonzada.
—Vamos chicos, no se enojen. Ya saben cómo es de despistada mi hija, ¿por qué mejor no se alistan y bajan a desayunar? —les dijo para alivianar su enojo.
—Está bien—respondieron resignados.
Estábamos todos riendo recordando las innumerables veces en la que perdía la noción del tiempo, y recordamos cuando fui al parque porque Danielle y yo habíamos quedado en vernos el viernes en la tarde.
Ese día me había levantado asustada pues me había quedado dormida luego de limpiar la casa, cuando vi la hora eran las 6 de la tarde. Y el encuentro era a las 5 me aliste lo más rápido que pude, ni siquiera me lave los dientes, solo quería llegar a tiempo, salí y corrí lo más rápido que pude pues el parque solo quedaba a unas cuadras. Cuando llegué no vi a nadie, y como si fuera poco, empezó a llover. Me apresuré a buscar un lugar seguro y marqué al celular de Danielle.
—¿Hola? —escuché su voz en medio de música a alto volumen, pero lo ignoré y dije:
—Hola, Danielle, ¿dónde estás? No te veo en ningún lugar
—¿De qué hablas? —contestó ella confundida—Estoy en mi casa ¿dónde andas tú?
—¿Qué? ¿cómo que estás en casa? quedamos en vernos en el parque a las 5:00 pm
—¡Ay, no puede ser! —rió—. Elizabeth HOY ES JUEVES.
—¿Qué? Eso no puede ser, tú estás equivocada.
Me apresuré a revisar en mi celular, para mi vergüenza sí, era jueves, todos mis intentos por llegar a ese lugar fueron en vano, y se tornó un largo silencio, entonces le escuché que me dijo:
—Elizabeth, ¿estás bien? Si gustas puedo ir por ti. No importa adelantamos el día.
—No, está bien. Nos vemos mañana —colgué.
Me dispuse a caminar hasta mi casa bajo la lluvia, ese día nada había salido como quería. Estaba decepcionada de mí, pero en definitiva no quería hablar con nadie al respecto, sentí que era una estupidez. El tiempo pasó y llegué a casa, pero no entré, me quedé sentada en la vereda de la calle mientras la lluvia caía sobre mi cara y mis lagrimas con ella y entonces escuché una voz diciendo:
—No hay nada mejor que llorar en medio de la lluvia. Nadie puede notarlo, pero tu corazón sí que lo hace cuando el dolor se va al igual que la lluvia.
—¿Qué? ¿quién dijo que estaba llorando?
—Ciertamente, yo no lo hice, pero tú lo acabas de confirmar—sonríe.
Reí en medio de lágrimas y pregunté:
—¿Siempre haces eso?
—¿Hacer qué?
—Hablar con un extraño
—No siempre, solo con un extraño que llora —extendió su mano—. Ten, toma un poco de chocolate, el chocolate siempre te ayudará a recobrar tus ánimos así que nunca olvides llevarlo en tus días tristes.
—Gracias—accedí con una sonrisa—, ¿cómo te llamas? ¿puedo saber?
—Nathaniel y ¿tú?
—Elizabeth
Es así como Nathaniel y yo nos conocimos, quién diría que un error me llevaría a tener a uno de los más grandes amigos.
***
—Oh por Dios, chicos. —gritó Danielle.
—¿Qué sucede? —dijo Nathaniel.
—Abrirá la feria esta tarde. Vayamos, chicos, por favor.
A Danielle le emocionaba tanto esos eventos y siempre la acompañábamos a todos, aunque no era nuestro tipo de diversión.
—No lo sé ¿qué hay a cambio? —dijo Nathaniel
Contuve la risa cuando Danielle enojada por su comentario le dio una pequeña palmada en la cabeza.
— ¡Auch! — se quejó—No tenías que golpearme
—Entonces deja de decir boberías.
—Elizabeth, por favor—suplicó.
—Está bien, iremos—accedí.
Cuando llegamos al lugar, estaba repleto de gente, los puestos eran muy solicitados había: juegos, puestos de comida, ropa, accesorios, maquillaje y libros. Sin duda este último era mi favorito al igual que Nathaniel, y nuestro escape, mientras Danielle disfrutaba de otras cosas.
—Chicos, iré a los juegos, pueden ir adelantándose donde gusten.
—Está bien, ya sabes dónde encontrarnos de todas formas—dijo Nathaniel, a lo cual contesto:
—Sin duda, son tan predecibles. —negó con la cabeza.
—Y entonces, vayamos a ver que nos depara este lugar —dije.
—No me lo perdería.
Cuando llegamos al puesto no había mucha gente, logré visualizar a un chico que estaba de espaldas, supuse que era el encargado. Así que me acerqué y dije:
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Editado: 07.05.2022