Azul Profundo

Capítulo 4 Legatario

El intenso chillido de las llantas del auto al frenar con rapidez provocó que el silencio de la carretera se disipara.

Leonardo bajó de prisa del automóvil. Lo dejó a medio camino sin importarle que estorbará, aquella autopista era poco circulada a esa hora. Cuando caminó hacia atrás miró a aquella muchacha, aún de pie sobre la acera; tenía un extraño semblante de satisfacción. Leonardo estaba confundido, pero se acercó a ella.

Era Alyssa Gante, no tenía la menor duda, su apariencia era idéntica a su fotografía, pero si la duda cabía, el hombre revisó su celular para comprobarlo: El mismo cabello rizado y castaño, las mismas facciones, los mismos ojos cafés y brillantes. Llevaba puesto un vestido largo de color azul.

—Hola —dijo Leonardo mirándola—. Eres Alyssa Gante, ¿Verdad?

Ella dibujó una suave sonrisa y asintió

—Hola —dijo Alyssa con voz tranquila, sus ojos brillaban.

—Acabo de ver a tu prometido, está buscándote con desesperación.

—Lo sé, sin embargo, no podrá encontrarme —dijo Alyssa sin ningún signo de preocupación

—Los llamaré ahora para que vengan por ti —dijo el hombre determinado

—No lo harás —dijo Alyssa

Leonardo tomó su teléfono e intentó llamar a Amairany, pero su teléfono móvil estaba apagado.

—Existen ciertos momentos en el tiempo en que todas las realidades pueden unirse. Todos somos uno y el uno somos todos. Y esté es el tiempo perfecto.

Leonardo escuchó sus palabras, pensó que la chica sufría de problemas mentales. Tenía una apariencia más joven de lo que era.

—Hay algo que necesito que hagas por mí —dijo Alyssa

—¿Yo?… ¿Por qué lo haría?

—Podrías no hacerlo —dijo Alyssa y dio unos pasos hacía el hombre, provocando que se alertará y enderezará su postura con nerviosismo—. Pero sé que lo harás.

—Tu novio fue muy grosero conmigo, no veo una razón para ser amable contigo.

—Raúl es el hombre más amable y bondadoso que he conocido —dijo la chica con un tono melancólico. Leonardo lo notó

—Entonces no lo hagas sufrir, vuelve a su lado.

—Es imposible.

—Nada es imposible —dijo Leonardo

Ella sonrió.

—¿Lo dices tú?… Eres mi imposibilidad favorita en esta realidad.

Leonardo no entendía lo que decía.

—No soy tan imposible, de verdad —dijo bajando la mirada

Alyssa se acercó tan rápido que estuvo frente a él

—Si lo eres, siempre serás imposible, aquí y ahora —dijo Alyssa mirándolo fijamente, Leonardo observaba sus ojos brillantes. Y por un instante se perdió en su mirada, sensaciones y emociones invadieron su cuerpo en un instante. Sintió que perdía el control, todo daba vueltas a su alrededor.

Hasta que escuchó el sonido de unos golpes secos. Leonardo se recuperó del aturdimiento. Miró alrededor, sin encontrar la causa de aquel sonido. Alyssa se alejó, o, ¿Quizás era él quien se alejaba?

 

Leonardo abrió los ojos y encontró afuera del auto a dos policías que tocaban la ventanilla del auto, parecía que había llovido.

El hombre bajó la ventanilla

—Baje del auto, por favor —dijo el policía.

Leonardo abrió la puerta, se restregó los ojos adormilados.

—Buenas tardes.

—¿Tardes? —dijo el policía con burla—. Buenos días, son las siete de la mañana.

Leonardo se sorprendió y observó su reloj comprobando que el policía tenía razón.

—Lo siento, oficial, me he quedado dormido.

—Sople por favor en la boquilla —dijo uno de los oficiales que llevaba un alcoholímetro. Leonardo lo hizo y al cabo de unos minutos arrojó como resultado un negativo. Los oficiales solicitaron el carnet de conducir y su identificación. Luego obligaron a Leonardo a realizarse una prueba de dopaje rápida, que consistía en tomar una muestra de sangre en el dedo anular, cuando arrojó un resultado negativo los oficiales se mostraron amistosos y tranquilos.

—Usted es cantante, ¿cierto?

—Sí.

—¿Y qué le sucedió?

—En realidad… —Leonardo se quedó en silencio por un minuto, recordando aquel encuentro, pero se convenció de que todo había sido un raro y salvaje sueño—. Estoy de vacaciones, manejé cansado y el auto estuvo fallando, iba a llamar a una grúa, pero me ha ganado el cansancio y me quedé dormido.

—Por esta vez lo dejaremos pasar. Pero le pediré un autógrafo, mi esposa es su fan y no me creerá que lo conocimos.

Leonardo sonrió a su buena suerte. Luego fingió llamar a una grúa hasta que los policías se marcharon. El auto estaba perfecto, Leonardo caminó al lugar donde había soñado con aquella mujer.

«Pareció tan real» pensó mientras admiraba la vista al mar. El viento sopló con fuerza y un olor a violetas impregnó su nariz.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.