Bad Company

4. Unión

 

Lebanon, Kansas.
Dos semanas más tarde.

Sam estaba leyendo en uno de los sillones de la biblioteca cuando la presencia de Ashley le hizo levantar la vista del libro. La rubia venía de la cocina con un botellín de cerveza en la mano, cosa que no hubiera llamado su atención si no fuera por el hecho de que no eran ni las diez de la mañana.

Ashley le saludó con un movimiento de cabeza mientras se acercaba y tomaba asiento frente a él. Lucía unas marcadas ojeras que delataban su falta de sueño. Sam cerró el libro y lo dejó junto a la mesita observándola con preocupación.

—¿No es un poco pronto para beber?

—Es de noche en alguna parte del globo. —respondió Ashley pegando un pequeño sorbo del botellín. Sam arqueó las cejas sonriendo para sí mismo, en ocasiones le recordaba demasiado a su hermano—. Os ha llevado menos tiempo de lo previsto acabar con esas vetalas.

—Sí. Gracias a ti nos fue muy sencillo encontrarlas.

Durante los últimos días, y a causa de la herida en su vientre, Ashley se había mantenido lejos de la acción y limitado a buscar los casos mientras los hermanos eran los encargados de resolverlos. 

Durante aquel tiempo de encierro la cazadora había avanzado en su propia misión: el archivo de los Hombres de Letras contaba con una gran variedad de documentos sobre demonología, y aunque aún no había logrado encontrar exactamente lo que buscaba, cada día estaba más cerca de hacerlo. 

Sin embargo, no todo había sido positivo desde su llegada al refugio. Realizar únicamente la tarea de investigación había empezado a reabrir antiguas heridas.

La convivencia con los Winchester le hacía recordar lo que era tener una familia. Alguien con quien compartir las cosas. Alguien a quien proteger. Alguien por el estar dispuesto a morir. La relación entre los hermanos era muy similar a la que ella había mantenido con su propio hermano. Y tener aquel continuo recordatorio no le hacía las cosas nada fáciles. 

Sobre todo en cuanto a Dean se refería. Se parecía demasiado a Josh en muchos aspectos. Era el mayor. Dispuesto cualquier cosa por proteger a los suyos. Amaba el rock. Tenía su mismo sentido del humor. Coincidencias demasiado dolorosas para la chica. Por ello, y aunque su relación con el mayor de los Winchester había mejorado desde la tregua, cada vez que sentía que su muro se resquebrajaba, Ashley recurría a mantener las distancias con él.

Por otro lado, la relación con Sam resultaba mucho menos problemática para su salud mental. Probablemente porque era con el que más se identificaba y no intentaba sacarla de sus casillas cada dos por tres. Lo cierto era que, pese a todo el rencor que les guardaba a ambos Winchester, había empezado a apreciar sus conversaciones con Sam. 

—Has vuelto a tener otra pesadilla, ¿verdad? —indagó el cazador.

—Ajá. 

No era ningún secreto para los hermanos que sufría de dichos episodios. Aunque sí lo era el contenido de estos sueños, y así debía seguir siendo.

—¿Cuándo fue la última vez que dormiste bien?

—Hace unas tres semanas.

—Tal vez te vendría bien hablar de ello. Soy bueno escuchando.

—Sólo fue un caso que no terminó bien y ahora no paro de revivirlo. Pero estoy bien. Las pesadillas no van a poder conmigo. —se obligó a sonreír—. En cierto modo forman parte de nuestro trabajo, ¿no?

El cazador le devolvió una sonrisa cómplice mientras asentía con su cabeza.

—Hablando de trabajo... —dijo Sam levantándose de su sillón y caminando hacia la gran mesa de la biblioteca donde descansaba su portátil. La rubia giró su cabeza para seguirlo con la mirada—. Creo que he encontrado un caso en Missouri. A ver qué opinas.

—Espera. ¡Ese es mi trabajo! —Le regañó en tono bromista.

Apurando su botellín de cerveza y dejándolo sobre la mesilla se unió a Sam.

—Lo siento. Llegamos de madrugada y cómo había dormido en el coche me dediqué a hacer algo de investigación hasta que me topé con esto. 

Ashley se inclinó tras él para leer la noticia. El artículo recogía como varios empleados de distintos bancos se habían hecho con el botín para posteriormente suicidarse. 

—No tiene sentido.

—No. No lo tiene. —coincidió él, cambiando la ventana y reproduciendo un vídeo de una de las cámaras de seguridad del Bank of America—. Pero ahora...

En pantalla se mostraba un día corriente en la sucursal bancaria. Aunque pronto Ashley pudo percibir como no todo era tan normal como parecía. Sam pausó la imagen justo a tiempo para mostrar como a uno de los empleados le centelleaban los ojos cuando miró a la cámara de seguridad.

—Un metamórfico. 

—Pensamos igual. —Ashley golpeó amistosamente el hombro de Sam antes de cruzar la biblioteca con decisión. El cazador la observó con curiosidad—.  ¿A dónde vas?

—A despertar a la princesita. Tenemos trabajo que hacer.




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