Dean fue recobrando poco a poco la conciencia al notar como alguien le daba ligeras patadas en sus piernas y pronunciaba su nombre repetidas veces. Al abrir los ojos un punzante dolor de cabeza le hizo entrecerrarlos levemente. El golpe que le había propinado el metamórfico aún le tenía medio atontado.
—Dean. —pronunció una voz familiar.
El cazador se obligó a concentrarse en aquel sonido y giró su cabeza para encontrarse con Ashley a su lado. Ambos estaban maniatados con cuerdas a una de las múltiples cañerías de aquél alcantarillado.
—¿Estás bien?
—Estaría mejor desatada.
Él torció el gesto intentando devolverle la mueca pero sus verdes ojos amenazaban con volver a cerrarse a causa de la conmoción cerebral.
—Eh, Dean. Mírame. Mantente despierto.
Ashley buscó con los ojos la mirada de él, pero el ojiverde estaba más grave de lo que le había parecido en un principio y cabeceaba continuamente. Extrañada por la ansiedad que crecía descontroladamente en su pecho, empezó a mover sus manos contra uno de los remaches del conducto para tratar de rasgar la cuerda que la mantenía presa.
—¿Preocupada por mí? —Logró articular él con una débil sonrisa en sus labios.
La rubia suspiró aliviada al ver que finalmente había reaccionado.
—Se supone que tienes que sacarme de aquí, ¿no? Claro que me preocupo si no eres capaz de mantener tus bonitos ojos abiertos.
—Preocupada por mí y piropeándome. Tal vez sí que me hubieras besado después de todo... —Ella se limitó a fruncir el ceño desorientada—. El metamórfico lleva tu piel y se ha abalanzado sobre mí. Tienes unos labios muy suaves.
—Dean. Sabes que yo nunca te hubiera besado, ¿verdad?
—Nunca digas nunca. Está bien. Admito que sospeché en el momento en el que lo hiciste. Lo hizo. —se corrigió al momento—. Pero no serías la primera que cae rendida bajo mis encantos.
Ashley rodó los ojos.
—Nunca es nunca.
Él la ignoró.
—El caso es que tuve la total certeza de que no eras tú cuando vi que no llevaba tus pulseras de plata.
—¿Y por qué coño no te lo cargaste entonces? —exigió con desesperación ella.
El roce de la cuerda contra sus muñecas estaba empezando a incomodarla. Y el hecho de que un metamórfico, no sólo se paseará con su cuerpo, sino que también tuviera acceso a sus recuerdos no ayudaba en absoluto.
—Porque logró noquearme, lista. Algo que supongo también hizo contigo si estás aquí.
—Cierra el pico. —bufó la cazadora, malhumorada. Finalmente la cuerda cedió ante sus esfuerzos y logró liberarse.
Ashley se inclinó al lado de Dean para tratar de desatarlo, dejando a la vista del mismo una buena panorámica de su escote. El cazador sonrió ligeramente y no dijo nada hasta que la rubia se dio por vencida. El nudo que lo mantenía amarrado estaba demasiado prieto para sus dedos.
—Tengo una navaja en mi bota derecha.
—¿Por qué no los has dicho antes?
—Las vistas lo merecían.
Ashley le reprochó con la mirada su comportamiento. Y hasta le entraron ganas de golpearle, pero se contuvo.
—Eres un cerdo, Winchester. Debería dejarte aquí.
—Y serías capaz de hacerlo. —afirmó una tercera voz que sonaba como la suya propia. El metamórfico se encontraba parado frente a ellos con una sonrisa torcida en sus labios—. Tiene problemas contigo, Dean.
Ashley reaccionó rápidamente poniéndose en pie y empuñando la navaja mientras encaraba, amenazante, a su doble.
—Cállate.
—¿Por qué? ¿Es que acaso tienes algo que ocultar? —rió con sorna—. Vamos, Ashley. Conozco tus oscuros secretitos. Todos y cada uno de ellos están aquí. —Se golpeteó la sien con un dedo—. Y déjame decirte que eres un auténtico desastre. La manera en la que te culpas por lo que pasó. La forma de odiarte a ti misma. ¿Cómo puedes siquiera levantarte cada mañana?
—He dicho que te calles.
—Oblígame. —Le retó su réplica, sonriendo con arrogancia.
Ashley se abalanzó sobre ella soltando toda la rabia contenida. Las dos rubias se enzarzaron en una encarnizada pelea que parecía estar muy reñida. La cazadora era realmente buena y rápida en el cuerpo a cuerpo, pero el metamórfico contaba con sus mismos atributos y con la ventaja de ser capaz de adivinar sus movimientos.
Cada vez que Ashley trataba de hundirle la hoja de plata en la carne el monstruo simplemente la esquivaba con agilidad y le devolvía el golpe.
En uno de tantos ataques, la chica logró rasgar levemente el rostro del metamórfico, provocando que el mismo siseara en respuesta al notar como su piel ardía reaccionando a la plata.
Sin embargo, la agresión no le detuvo más de lo necesario y contraatacó con rapidez inmovilizándole el brazo de la cazadora en su espalda y llevándola contra el muro.