El sol del mediodía brillaba con ímpetu en un cielo completamente despejado. Los rayos del astro rey recaían con fuerza sobre la calzada de la comarcal 45, donde un par de vehículos clásicos viajaban con destino a la pequeña ciudad de Jackson.
Ashley lideraba el camino en su Charger mientras los Winchester seguían sus pasos a bordo del Impala.
—Tenemos cinco misteriosas desapariciones en total. —informó Sam sentado en el asiento del copiloto—. Todas con un perfil bastante claro. Chicas rubias de entre dieciséis y veintidós años.
—¿Lugar? —preguntó Dean con la vista puesta en la carretera.
—Tres de ellas, las menores, desaparecieron en el Instituto Jackson. Y las otras dos en la Biblioteca del Condado. No hay testigos. Nadie vio ni escuchó nada extraño. La policía ha descartado las opciones de secuestro ya que no han encontrado pistas de ningún tipo. Y también la fuga voluntaria pues todas eran hijas ejemplares. No obstante, el departamento del Sheriff mantiene abierta la investigación.
—No sé que es más raro. Que alguien desaparezca sin más, o que por una vez la poli se dedique a hacer su trabajo.
Sam soltó una leve risa.
—Creo que para nosotros la segunda opción.
Dean apartó la vista de la carretera durante una breve fracción de segundo para asentir a su hermano con una sonrisa. Pero cuando volvió a centrarse en la conducción se percató de que Ashley había detenido su vehículo en el arcén. Justo al lado del letrero que daba la bienvenida a la ciudad.
—¿Qué demonios? —Se extrañó aminorando la marcha y parando tras el Charger. Sam lo miró, encogiéndose de hombros, y ambos salieron apresurados del Impala hacia el coche de la rubia.
El primero en llegar a su altura fue el mayor de los Winchester. Dean se inclinó al lado de la ventanilla para observar como Ashley respiraba agitadamente con ambas manos apoyadas sobre el volante. Con la mirada clavada en el rótulo que anunciaba el nombre de la población. La chica no podía afrontar el hecho de estar volviendo de nuevo a su ciudad natal.
Dean golpeó el cristal de la ventanilla con los nudillos, pero la cazadora no reaccionó a su llamada de atención. Ashley estaba demasiado ensimismada en los recuerdos que golpeaban su mente.
—¡Ashley! —exclamó Dean preocupado, al tiempo que abría la puerta del conductor. Ella seguía respirando cada vez más rápido, con dificultad, mientras mantenía las manos agarrotadas alrededor del volante—. ¡Ashley! ¡Mírame!
—Creo que está sufriendo una ataque de ansiedad.
—No me digas, Sammy. —bufó antes de agacharse junto a la chica. La cogió de la barbilla y la obligó a mirarle—. Ashley. Escúchame. Necesitas calmarte.
La chica lo miró con lágrimas en los ojos.
—No puedo. No puedo hacer esto. Creía que podría, pero... Ni siquiera puedo... Ni siquiera puedo respirar.
—Shh. Está bien. Piensa en cosas que te hagan feliz.
—¿Cómo en qué? —preguntó nerviosa, luchando porque el aire inundará sus pulmones.
—Amigos. Familia.
Ashley cerró con fuerza los ojos, arrugando lafrente.
—No... No me ayudas.
"Idiota" se dijo a si mismo Dean al percatarse del poco tacto que había tenido. Entonces la sujetó con ambas manos por las mejillas, acariciándola suavemente.
—Olvídate de eso. Mírame. —Le ordenó en un susurro. La chica obedeció y abrió sus ojos azules para fijarlos en los verdes del cazador—. Eso es. Mírame. Estoy aquí, Ashley. Estoy contigo.
—Dean.
—Estoy aquí. —repitió apoyando su frente en la de ella—. Sólo respira.
Los brazos de Ashley se relajaron y se ciñeron alrededor del cuello de Dean. La chica sentía el aliento del cazador rozando su rostro, cosquilleándolo, y se obligó a imitar la respiración de éste hasta que la suya propia se acompasó convirtiéndose en una copia perfecta de la de él.
Dean sonrió. La rubia había conseguido recobrar el aliento. Ashley no pudo evitar dirigir su mirada a los labios de él, deseando, por primera vez, que el chico rompiera la escasa distancia que separaba sus bocas y la besar.
Sin embargo, Dean se retiró ligeramente para depositar un fugaz beso en la frente de la chica.
—Ven aquí. —susurró atrayéndola hacia él y ayudándola a salir del vehículo—. ¿Estás mejor?
—Sí... Estoy bien.
La rubia se dejó caer, apoyando la espalda en el coche mientras observaba de reojo la inscripción de "Bienvenidos a Jackson" a escasos metros de su posición. Un involuntario suspiró escapó de sus labios.
—¿Qué ocurre? —preguntó Sam de pie junto a Dean.
Ashley dirigió su vista hacia la voz para encontrarse con los hermanos parados frente a ella.