Ashley, Sam y Dean se habían dirigido hasta la comisaría de Jackson para rescatar a Judith y al resto de chicas que el fantasma de William se había llevado por la fuerza.
El escondite no resultaba ser otro que una pequeña habitación contigua a la sala de pruebas, en desuso y de difícil acceso. La rubia había pasado largas jornadas durante su niñez en aquel cuartel policial y conocía cada recoveco al dedillo.
Lo primero que hicieron los tres cazadores fue desalojar la comisaría. No querían que las cosas se pusieran feas para ninguno de los allí presentes. Una vez estuvieron solos, sellaron con sal puertas y ventanas. Aquello no pararía al espíritu, ya que estaba anclado a la chica, pero sí que lo mantendría encerrado con ellos evitando que escapara.
Ashley guió a los hermanos Winchester por los pasadizos del edificio hasta que llegaron al sótano. Al entrar la cazadora pudo comprobar lo poco que había cambiado aquel lugar. Las estanterías seguían polvorientas y abarrotadas de viejos informes.
Tras uno de los muchos muebles, una pequeña puerta tapada por la gran cantidad de documentos, daba paso a aquella sala donde se suponía que encontraría a su amiga junto a las demás jóvenes.
Las manos de Ashley apartaron con rapidez todos los informes hasta que consiguió ver la entrada. En un pasado, su cuerpo de niña hubiera podido colarse a través de los estantes para acceder hasta la puerta. Sin embargo, ahora que había crecido, aquella opción era totalmente inviable.
— Ayudadme a mover esto. -
Con la colaboración de Sam y Dean fue capaz de arrastrar aquella pesada estantería y tener vía libre hasta la puerta. En apenas un par de segundos el trío de cazadores irrumpía en la pequeña habitación. Y la imagen con la que se encontraron los dejó sobrecogidos.
Había sogas que provenían desde el techo y que mantenían inmovilizadas las muñecas de las chicas. Ellas sangraban a causa de las fuertes ligaduras y sus bocas también se encontraban amarradas con pañuelos. Todas parecían estar inconscientes.
Ashley corrió hacia Judith, alarmada. Aquello no era lo que su padre le había dicho, las chicas estaban lejos de estar bien. Tomó la cabeza de su amiga entre sus manos y la alzó liberando su boca. La castaña abrió los ojos y comenzó a llorar al reconocer los azules iris de Ashley.
—Voy a sacarte de aquí. —La tranquilizó la cazadora, cortando las sogas y liberándola finalmente.
—Creo que están muertas. —sollozó Judith refiriéndose al resto.
Ashley se volteó rápidamente para ver como Sam y Dean comprobaban el estado de las demás y se dedicaban una mirada de circunstancia. En esos momentos, el alma de la rubia se le cayó a los pies. Su padre había sido el responsable de aquellas muertes.
De pronto las luces empezaron a parpadear, alertándolos a todos.
—¡Vamos! Tenemos que salir de aquí.
—No. —negó Ashley—. Id vosotros. Yo me quedaré. No pienso dejar que haga daño a nadie más.
—¿Y qué piensas hacer? ¡Es peligroso! ¡Ya has visto de lo que es capaz! Tu padre ya no es el hombre que una vez fue. Ahora es una versión retorcida de sí mismo.
—¿Crees que no me doy cuenta, Dean? ¡Porque lo hago! Seamos realistas. Yo soy lo único que le mantiene aquí y no pienso dejar que cometa más errores. Así que mover el culo antes de que sea demasiado tarde y salvarla.
—Sammy, saca a Judith de aquí. Os cubriremos hasta la salida, luego me quedaré con Ashley. No pienso dejarte sola.
—Ni yo. Te dijimos que estaríamos contigo hasta que esto acabase y así será. Llevaremos a Judith fuera y nos enfrentaremos a tu padre juntos.
Ashley se rindió finalmente ante la testarudez de los hermanos y asintió con la cabeza. Dean y ella lideraron el camino, armados con escopetas cargadas de sal de roca mientras Sam seguía sus pasos con Judith en brazos. La castaña estaba demasiado débil y no podía mantener sus ojos abiertos.
Apenas quedaban unos escasos metros para la salida, cuando la figura espectral de William se apareció ante ellos barrándoles el paso.
Dean cargó su arma sin siquiera pestañear, pero Ashley lo miró suplicante. No quería recurrir a ello si no era estrictamente necesario.
—¿Por qué tanta prisa?
—Por favor, papá. Detente. Has llegado demasiado lejos.
—Ambos lo hemos hecho, ¿no?
—No sé a qué te refieres...
—Estás trabajando con los culpables indirectos de mi muerte. Creí haberte educado mejor que eso.
—Para. Ellos no tienen nada que ver con esto. Si quieres culpar a alguien culpame a mí.
—¿Qué no tienen nada que ver? ¡Ellos abrieron las malditas Puertas del Infierno! ¡Ellos rompieron nuestra familia! Y por ello van a pagar. —amenazó, dedicándoles una rápida mirada a Sam y Dean.
El mayor de los Winchester no se contuvo más y disparó contra el fantasma provocando que se desvaneciera en el aire.