Las manos de Ashley y Dean volvieron a unirse cuando ella lo cogió para guiarle apresuradamente hasta su habitación.
El aparcamiento del motel estaba pobremente iluminado, lo que provocó que la rubia tuviera problemas para encontrar la cerradura. Además, que el cazador estuviera tras ella rodeándola por la cintura mientras apretaba su cuerpo contra el suyo no hacía la tarea más sencilla.
Dean sonrió al ser testigo de la torpeza que ocasionaba y empezó a acariciarle el cuello con sus labios y nariz, embriagándose del cítrico aroma de Ashley. Ella lanzó un suspiro al aire justo antes de cerrar los ojos, sintiendo sus piernas temblar ante aquel roce.
—Dean...
La mano del aludido se alargó hasta la suya —que aún trataba de atinar con la cerradura— y logró girar la llave para abrir la puerta.
Ashley se dio la vuelta, tomando el rostro de él y volviendo a unir sus labios de forma pasional. Desesperada. Dean la empujó hasta el interior de la habitación cerrando la puerta con el pie mientras sus expertas manos acariciaban cada centímetro expuesto de la piel de la rubia.
Sus cuerpos, consumidos por la pasión, se entendían a la perfección y la ropa pronto les empezó a resultar un incordio.
Ashley deslizó los dedos hasta los hombros de Dean y tiró fuertemente de su americana sin separar su boca de la suya.
—Fierecilla.
La camisa del cazador fue lo siguiente que cayó al suelo, y sólo entonces Ashley rompió el beso para deleitarse ante semejante visión. No era la primera vez que lo veía con el torso al descubierto, pero si la primera vez que podía disfrutar de su tacto. Sus yemas recorrieron los marcados músculos, dibujando círculos en su piel hasta que fue su boca la que ocupó la tarea.
Dean cerró los ojos, dejando escapar una gran bocanada de aire al notar como Ashley lograba desabrocharle el cinturón y le bajaba la cremallera del pantalón. La mano de la cazadora se coló dentro de su bóxer, moviéndose deliberadamente. Y él no pudo reprimir el sonido gutural que escapó de su garganta.
Ella sonrió con satisfacción al ver y sentir su excitación. Una leve risita escapó de sus labios y Dean abrió los ojos para clavarlos de nuevo en ella.
—¿Sabes? —susurró con voz ronca, tomándola por el trasero y pegándola aún más a su cuerpo —. No es justo que tú todavía sigas vestida.
—Eso tiene fácil solución, Winchester. —respondió ella apartándose la melena dorada hacía un lado para que la cremallera de su vestido quedase al descubierto.
Dean se la bajó con tanto ímpetu que a mitad de camino se quedó con el cierre en la mano. Ella sonrió contra su pecho al percibir su desesperación.
—Vamos, rompe el maldito vestido. —Le ordenó divertida.
El rasgado de la tela sobre su espalda la hizo temblar en anticipación. La prenda se deslizó rápidamente hasta sus pies dejando al descubierto sus pechos y unas braguitas negras de encaje que pronto desaparecerían.
Dean atacó su cuello y Ashley levantó una de sus piernas para rodearlo por la cintura. Él la alzó, cogiéndola por las nalgas, acariciándola más íntimamente a través de la delicada tela de su ropa interior. Sus besos empezaron a descender hasta uno de sus pechos mientras la dirigía hasta la cama.
A Dean no le costó mucho descubrir aquellos puntos exactos en los que la rubia perdía la cabeza, así que explotó aquella nueva información llevándola cada vez más alto con sus simples besos y caricias.
Ambos cayeron sobre el colchón, uniendo sus frentes mientras sus agitadas respiraciones se mezclaban en una sola y sus últimas prendas de ropa desaparecían de sus cuerpos dejándolos completamente expuestos el uno frente al otro. Sus miradas volvieron a conectar antes de que Dean, encima de ella, se perdiera sobre su piel dejando un reguero de besos y deteniéndose en las marcas del vientre de la chica.
Ashley se sintió de pronto ligeramente incómoda y avergonzada. Y trató de ocultar sus cicatrices con las manos. No era la primera vez que Dean las veía, y no le había importado antes, pero ahora era diferente.
El cazador notó su ansiedad y la detuvo, sujetándola por las muñecas. Alzó su cabeza para mirarle de nuevo a los ojos.
—Eres preciosa.
Acto seguido la boca de Dean volvió a centrarse en su vientre. Concretamente sobre dichas marcas. Le recordaban lo que había sufrido Ashley en el pasado y trataba de borrar cada una de ellas con sus labios. Quería que en su lugar, cada vez que Ashley se mirara al espejo, se vistiera o se duchara, fuera capaz de recordar su toque por todos lados. Y que toda la tortura que tuviera en mente fuera el roce de su lengua haciéndose de rogar camino a su centro.
Ashley se estremeció al sentir los labios de Dean recorriendo sus muslos. Dejando lo mejor para el final mientras jugaba con sus dedos en su punto más sensible. Ocasionando que se agitara y gimiera bajo su control.