El Chevy Impala del 67' cruzaba a gran velocidad una estrecha carretera de tierra. A su alrededor, diversos campos de cultivo se erguían como única compañía de los cazadores.
— ¿Estás segura de haber apuntado bien las coordenadas? —preguntó Dean, tenso mientras aferraba con fuerza el volante—. Se supone que ya tendríamos que ser capaces de ver la maldita finca.
Ashley apartó la mirada de la pantalla de su móvil para centrarse en él.
—Es por aquí. Shirley nos dijo que estaba a veinte minutos de camino y nosotros sólo llevamos diez. Por eso aún no la vemos, Dean.
—'Shirley nos dijo...' —La imitó él, dejando escapar un largo bufido—. Mierda, Ashley. No entiendo cómo puedes fiarte de ella. Pudo haberle contado a Sam la verdad desde un primer momento. Le habríamos ayudado. Pero no. Prefirió ocultársela y tirárselo en su lugar. Y míranos ahora, encima le vamos a hacer un favor encargándonos de su padre.
La rubia se quedó en silencio durante unos segundos. Veia un claro paralelismo entre lo que había hecho Shirley y lo que estaba haciendo ella misma. ¿A caso no había obviado contarles a Sam y Dean toda la historia de su hermano poseído por Belial? ¿A caso no seguía ocultándoles sus negocios con Crowley?
Se dio cuenta de que tendría que haberles confiado todo aquello en un primer momento. Sin embargo, ahora era demasiado tarde. Se imaginaba la decepción y enfado que probablemente mostrarían las caras de ambos Winchester al enterarse, y le dolía como dientes en el alma. Ahora que confiaban en ella, y que por fin volvía a sentirse medianamente bien consigo misma, no tenía el valor de perderlos de esa forma.
Se obligó a sacudir de su cabeza aquellos pensamientos para centrarse en la misión que tenían entre manos.
—Créeme que se siente bastante culpable por todo.
El aludido la miró, desviando por primera vez su vista del camino.
—Juro que como le haya pasado algo a Sam va a sentir algo más que culpa.
—Relájate, ¿quieres?
—¿Qué me relaje? No puedo relajarme. Estamos hablando de mi hermano.
—Lo sé, pero...
—¡No!
La chica frunció sus labios en una delgada línea y desvió la mirada hacia la ventanilla. Comprendía que había sido el estado de nerviosismo de Dean el que le había llevado a gritarle.
—Lo siento, Ash. Sólo quiero llegar y cargarme a ese hijo de puta antes de que sea demasiado tarde.
—Lo sé. Tranquilo, llegaremos a tiempo.
—Eso espero.
La mano de la rubia se posó sobre su muslo en un gesto reconfortante.
—Hey, dime una cosa. ¿Cuántas veces ha estado Sam en peligro? Y de todas esas veces... ¿Cuántas has estado tú ahí para salvarlo? Te prometo que esta vez será diferente.
Dean asintió lentamente ante las palabras que acababa de dedicarle Ashley. Palabras que aún flotaban en el aire y que viniendo de ella significaban mucho. El chico no supo si fueron las mismas o el contacto de la pequeña mano de la rubia sobre su pierna, pero la ansiedad que había sentido se vio notablemente aplacada.
La miró de reojo mientras ella volvía a perderse en el mapa que mostraba la pantalla de su móvil. Una pequeña sonrisa se curvó en sus labios, agradeciendo en silencio poder contar con su presencia mientras revivía en su mente las últimas horas junto a ella.
No obstante, la pequeña mueca de felicidad pronto se borró de su rostro al recordar las palabras de Shirley. ¿Y si el repentino cambio de actitud de Ashley era debido a la influencia de Dionisio?
Dean no sabía a ciencia cierta si Ashley había llegado a beber su vino y las dudas empezaron a carcomerle. Aquel pequeño detalle podría cambiarlo todo y resquebrajar la esperanza que había surgido en su interior respecto a su relación con la rubia.
Sólo había una forma de salir de dudas, tendría que hablar con ella. Pero antes, debía salvar a su hermano.
Diez minutos más tarde el Impala se introducía en un camino cercado que acababa en la finca donde Sam estaba retenido. Dean y Ashley bajaron del vehículo enfrentándose al abrasador sol de medio día, el cual iluminaba el vasto viñedo que se extendía frente a ellos. A un lado de los campos de vid, una pequeña edificación blanca se levantaba a modo de vivienda y bodega.
Dean tomó el tirso que les había facilitado Shirley y dirigió sus pasos dirección a la casa mientras Ashley lo seguía cubriéndole las espaldas.
El portón estaba abierto de par en par, pero nadie lo vigilaba. Era como si Dionisio les estuviera invitando de forma descarada a entrar bajo su dominio. Ambos pudieron darse cuenta. Dedicándose una mirada cómplice, cruzaron el umbral con suma precaución para advertir una estrecha escalinata que llevaba hasta la bodega. Sin dudarlo un segundo, y siguiendo sus instintos, decidieron descender los peldaños sin reparar en la planta superior.
Una vez en el sótano la escasa iluminación les obligó a servirse de linternas y agudizar sus vistas para no tropezar con ninguna de las barricas de vino que se extendían por todo el lugar. Tras los primeros pasos se dieron cuenta de que el sitio era mucho más grande de lo que habían supuesto desde el exterior y cuando llegaron a una bifurcación tuvieron total certeza de ello.