No sabía qué hacer, sentía la necesidad de querer aceptar su propuesta. No por el dinero aunque me vendría bien para poder montar mi academia. Estaba la sensación de querer sentir de nuevo sus labios sobre los míos, de sentir sus manos y recorrer todo mi cuerpo. Porque de algo estoy segura es que si aceptaba terminaría entregándome a él.
Mis amigos no ayudaban mucho, como siempre me decían que debía arriesgarme a seguir mi corazón, pero mi moral no dejaba, era la que me mantenía acordé de que no debía aceptarlo, que estaba comprometido y no debía meterme con él.
—Te digo que su hermano me dijo que él se casaba solo por conveniencia, que no sentía nada por esa mujer— Dice Amanda a mi lado, ambas nos estamos arreglando para el show.
— ¿Y tú cuándo has hablado con su hermano?— Observó Amanda por el espejo y ella encoge sus hombros.
—Solo lo conocí hace unos días— Enarco una ceja — ¿Qué?—
— ¿Acaso te hablas con su hermano?— Pregunto.
—Claro, es el padrino de la boda. Fue él quien nos contrató — Sonríe — Vamos cariño, date una oportunidad — Niego con mi cabeza.
—Sabes que jamás me metería en la relación de una pareja—Digo y ella asiente.
—lose—
—Además no importa el motivo, él se va a casar y yo no puedo meterme en eso. No creo que su prometida sepa lo que hace su novio—Mi amiga asiente, lo que es el engaño en un matrimonio.
La madre de mi amiga se había enamorado de un hombre que le juraba amor eterno, era un buen padre y un buen marido o eso creían. Un día, el padre de mi amiga se había ido a uno de sus tantos viajes de negocio y a la casa apareció una mujer diciendo que era la esposa con la cual estaba casado legalmente con él y tenían una hija. Fue un duro golpe para ambas y más para mi amiga quien tenía a su padre en un altar, para ella era como su héroe y saber que las había engañado, las destrozó por completo. Ambas decidieron desaparecer de la vida de ese hombre y nunca más volvieron a saber de él.
—Lo siento, no debo sugerirte estar con él si se va a casar—Me levanto y la abrazo.
—Te quiero—Susurro besando su mejilla.
—Yo más—
Ambas salimos a hacer nuestro trabajo. Al terminar, como era de esperarse Alán, junto a un chico muy parecido a él nos esperaba a la salida. Ambas decidimos ignorarlas y nos fuimos a nuestra casa, la verdad es que lo mejor era mantenernos alejados de él.
Es domingo y decidimos llevar a las niñas al cine. Tomo a Susy de la mano y Amanda lleva a Gabriela cargada y hacemos la fila para comprar las entradas y entrar a ver la película de Disney.
—Hola— Me doy la vuelta y me encuentro con Alán.
— ¿Qué haces aquí?— Encoge sus hombros y le sonríe a mi hermana.
—Hola ¿Cómo te llamas?— Susy le sonríe mostrando la falta de algunos dientes.
—Susana, pero me dice Susy: ¿Y tú?— Alán le sonríe y extiende su mano.
—Me llamo Alán— Toma la pequeña mano de mi hermana y le da un pequeño beso en el dorso de su manito, este acto hace que ella y Gabriela rían. — ¿Y tú?— Señala a Gabriela y ella al verlo se lanza a sus brazos sin importar que la esté cargando Amanda, Alán la recibe y ella se recuesta en su pecho y empieza a chupar dedos.
—Se llama Gabriela aunque no habla mucho—Digo acariciando su cabello.
— ¿Qué pasó? ¿Tiene algún problema?—Niego.
—No, solo se niega a hablar—
— ¿Qué edad tienes?— pregunta.
—Susana tiene siete y Gabriela tiene cinco—
—Gabriela parece de menos—Acaricia su cabello y la mece como un bebé.
—Cuando mis padres murieron Gabriela tenía apenas dos meses de edad y mi madre la amamantaba— Hago una pausa. Me duele recordar esa época —Después de su muerte, mi hermana no quería recibir leche formulada y la tuvimos que hospitalizar, desde entonces ha tenido problemas de alimentación y ha sufrido de retraso en el crecimiento—.
—Lo siento—
—No te preocupes, mi hermana está bien. Los médicos nos aseguraron que ella más adelante recobrara su estatura y peso normal — Alán me sonríe. Volteo a buscar a Amanda y la encuentro a unos metros de nosotros conversando con un chico. — ¿Eses es tu hermano?— Pregunto por qué lo he visto con él.
—Así es— Me observa — ¿Van a entrar al cine?— Asiento y me hace una señal con su cabeza al ver que seguimos nosotros de la fila para comprar los tiquetes.
—Oh si— Me doy la vuelta y pido las cuatro entradas.
—Que sean seis—Dice Alan y yo lo miro sin entender.
— ¿Acaso piensas entrar a ver una película de princesas?— Alán me sonríe y saca dinero de su billetera para pagar, niego y voy a pagar, pero no me deja.
—Sí, mi hermano está loco por verla— Suelto una carcajada.
Amanda y el hermano de Alán se acercan y los seis terminamos entrando a ver la película. Los chicos nos compraron todo tipo de confitería, mis hermanas estaban felices y no decir por Amanda que se le notaba un brillo en sus ojos al estar al lado de Lucas. Lo que me sorprendió fue que mi pequeña hermana Gaby no quiso que ninguno otro la cargara, se quedó viendo toda la película recostada en el pecho de Alán sin dejar de chupar su dedo. No puedo decir que me dio un poquito de envidia, pero de la buena.
Al salir del cine los chicos nos invitaron a McDonald’s, aunque estábamos llenos de tanta comida las niñas se emocionaron y no nos pudimos decir que no. Al llegar ellas no dieron espera y se metieron a los juegos mientras nosotros conversábamos en una mesa sin quitarles la vista encima.
Al llegar a casa mis hermanas no pudieron con el cansancio del día y se durmieron después de un baño.
—La pasaron bien— dice Alán bebiendo una taza de café.
—Gracias, chicos por acompañarnos— Digo.
—Las niñas son un encanto y ustedes son buenas compañías— Dice Lucas mirando a Amanda quien se sonroja mirando hacia otro lado.
—Gracias de nuevo— Digo y Alán se levanta del asiento.